lunes, 2 de septiembre de 2013

Will McAvoy: “La misión del Periodismo es civilizar”



¿Qué es y qué no es Periodismo? ¿Cuál es la misión del periodista? Uno de los objetivos de la serie The Newsroom consiste en ensayar una respuesta comprometida a estas preguntas. El capítulo cuatro de la primera temporada nos presenta a Will McAvoy como un Quijote que ha recibido una alta misión: la de civilizar. Aunque la formulación de la pretensión es narrada con ironía cervantina, el capítulo define con nitidez lo que entiende por buen y mal Periodismo:

domingo, 1 de septiembre de 2013

DialogicalCreativity.es cumple un año

La felicitación es cortesía de @AmaliaCasado #cosasbonitas_quecambianelmundo, 2013.

El 1 de septiembre de 2012 empezábamos esta aventura con un pequeño homenaje al tábano de Atenas: «Escribiré como Sócrates me enseñó a vivir: con una mentalidad dialógica». Dediqué la primera entrada «a Winston Smith [protagonista de 1984]. A todos los Winston Smith que escribieron en beneficio de innumerables otros sabiendo que aquello les constaría la vida». Aquellas palabras no marcaban un tema, sino una actitud: la de gastar la vida o morir escribiendo sobre aquello que libera y mejora a quienes dialogamos amistosamente sobre ello.

Todas las entradas han tenido un destinatario directo o indirecto: mis alumnos universitarios. En el fondo, escribo para uno de ellos, aunque su nombre debe permanecer oculto. En todo caso, en él y en ellos late un destinatario universal, como lo fue el Lucilio en las epístolas de Séneca. Ha sido una sorpresa, un honor y un placer descubrir a muchos lectores esperados e inesperados. Valoro especialmente los comentarios a las entradas, que inauguran lo más parecido a un diálogo que puede ofrecer un blog.

jueves, 29 de agosto de 2013

Atrapados en el tiempo

Fotograma de la película Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993).

Han pasado cinco meses* desde el primer cineforum que hice con mis alumnos de 1º de Grado en Periodismo en la Universidad Francisco de Vitoria. En octubre analizamos El Show de Truman. El viernes pasado comentábamos Atrapado en el tiempo -sí, la del día de la marmota- y en los minutos iniciales de la clase fui interrumpido por el grito de un alumno: «¡Ha muerto Hugo Chavez!», seguido del previsible revuelo en clase. Traté de llamar al orden y una alumna contestó: «¡Es que somos periodistas!». La frase contenía una lectura a un tiempo humorística y terrible, y como el primer sentido había sido captado por todos, decidí destacar el segundo: «¡Precisamente por eso! Debemos aprender a distinguir qué tiempos son para qué cosas, y no dejarnos llevar por el vértigo informativo mundial».

En esa misma universidad aprendí hace tiempo de Javier Reyero (@Reyero) que el gran periodista es un profesional y eso le exige aprender a distinguir cuándo estar concentrado en algo -allá se caiga el mundo-, cuándo toca estar de guardia y cuándo descansar. Sólo si el periodista se sabe parte de un equipo -y no se cree el ombligo del mundo- es capaz de ordenar su vida conforme a estos criterios.

miércoles, 28 de agosto de 2013

La resiliencia: de Tim Guènard a la Pantera Rosa

A los tres años, su madre lo ató a un poste eléctrico y lo abandonó en medio del bosque.
A los cuatro, dormía desnudo en la caseta del perro.
En su quinto cumpleaños, su padre le pegó una paliza desfigurándole el rostro y partiéndole las piernas.
A los siete ingresa en un orfanato, donde es maltratado por la institución.
En su noveno cumpleaños fracasa en su ya reincidente intento de suicidio.
A los 11 es acusado falsamente de incendiar un granero e ingresa en un correccional, del que se fuga con 12.
A los 13 es violado por un glamouroso hombre parisino.
A los 14, analfabeto, sin educación ni familia, empieza a prostituirse en Mont-Parnasse.
¿Qué será de él dentro de unos años?
¿Qué esperanza de vida -parece risible hablar de “futuro”- le damos?

Esta historia me viene a la cabeza siempre que algún alumno de 18 años que estudia en una universidad privada viene a contarme lo mal que le trata la vida. Sus obligaciones, lo aburrido de las asignaturas, la cantidad de trabajos de clase a los que debe enfrentarse, el suspenso de turno, la poca pasta que tiene para salir los fines de semana u organizarse viajes con sus amigos.

Lo que me llama la atención de estos alumnos no es que se sientan abrumados por los retos que les plantea su vida. Cada sufrimiento es el de cada uno y toda comparación entre sufrimientos es injusta. Cualquier vida, cualquier circunstancia, es susceptible de ser percibida como una difícil aventura. El mero hecho de existir y estar vivos es ya una experiencia que debería sorprendernos y sobrecogernos siempre. Lo que me llama la atención es que afrontan esa situación como marionetas del destino, como esclavos de una situación que parecen no haber elegido y que les pesa demasiado.

lunes, 26 de agosto de 2013

«Quiero piratas, no marines»

Restos del submarino Kursk, una vez rescatado del fondo de océano.

«13:5…h. Está demasiado oscuro para escribir aquí, pero trataré de hacerlo a ciegas. Parece que no hay ninguna posibilidad, o un 10 o un 20 por ciento. […] Hola a todos, no desesperéis».

Son las últimas palabras anotadas por el teniente capitán de Navío Dimitry Kolesnikov a bordo del submarino hundido Kursk. La nota recoge la altura moral con la que aquel soldado afrontó sus últimos minutos, debatido entre la escasa esperanza de un rescate incierto y la casi certeza de que moriría encerrado en un casco metálico en las profundidades del océano.

Esas fatídicas palabras están grabadas en la memoria muchos marinos. Geordie Bunting, de la Marina Real Australiana, recordó la nota cuando el agua empezó a entrar por el caso de la sala de máquinas del Dechaineux. En sólo 10 segundos el agua comenzó a zarandearle de un lado a otro –como si estuviera en una lavadora- y supo que nadie (salvo ellos mismos) podría hacer nada por salvarlos. En la sala de arriba, varios marineros cerraron las entradas de agua accionando un control de emergencia, mientras que otros corrieron hasta la sala de motores y cogieron a Geordie de las solapas, casi inconsciente, justo a tiempo para cerrar la esclusa y aislar la sala.