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domingo, 3 de junio de 2018

X-Men: ciencia, historia e identidad

Fotograma de X-Men: first class.

Westchester (Nueva York), 1944. Mansión de la familia Xavier. Un travelling se acerca desde el fondo de la habitación buscando el rostro de un Charles adolescente que duerme plácidamente en su cama. El movimiento de cámara nos permite reconocer los objetos que acompañan al «sueño de Xavier»: un libro, una figura de ajedrez, una bola de béisbol y tres retratos en blanco y negro: Charles Darwin, Albert Einstein y… ¿Quién es esa bella mujer que parece una actriz de Hollywood? Un ruido despierta al chico. Armado con un bate de béisbol, baja las escaleras y entra en la cocina. Allí descubre a su madre sacando comida de la nevera. Algo no encaja. Es físicamente idéntica a su madre, pero no piensa ni se comporta como su madre. Charles pregunta: «¿Quién eres tú?». [Hemos descrito la 2ª secuencia de la película X-Men: first class (Matthew Vaughn, 2011)].

La pregunta de Xavier se dirige hacia Raven, una mutante capaz de adoptar la forma de cualquier ser humano. Esta pregunta acompañará a Raven durante toda la saga. Su capacidad para adoptar la identidad de cualquier otro en función de sus caprichos personales –o de los intereses de aquel a quien ella sirva- acentúan su confusión. Raven es capaz de imitar a cualquier otro en cualquier momento, pero, ¿quién es realmente ella?

lunes, 7 de marzo de 2016

«Nostalgia de una comunión: la persona en la historia» (call for papers)

Ya está disponible online el número 2 de Relectiones, revista interdisciplinar de Filosofía y Humanidades, que lleva por título «De las ideologías a la experiencia de lo real». Aquel título daba continuidad al primer número y a la idea fundacional de la revista: «Promover y estimular la reflexión, el análisis y la investigación en el campo de las Humanidades, en orden a suscitar una nueva creatividad cultural que dilate los horizontes de la razón». Creo que en el consejo de redacción no éramos del todo conscientes de lo profético de aquella propuesta, pues el 2015 nos ha sorprendido con un virulento retorno de las ideologías y con la actualización editorial de algunos clásicos sobre el tema, que me lancé a reseñar de inmediato: El final de la ideología (Daniel Bell) y ¿El fin de la historia? Y otros ensayos (Francis Fukuyama).

Ahora te comparto la convocatoria (call for papers) para el número 3, que lleva por título: «Nostalgia de una comunión: la persona en la historia». Creemos que lo que desde hace años venimos llamando “crisis” es algo más que un cambio, o que un mal momento, en el devenir de nuestra historia. Creemos que lo realmente crítico es la pérdida de protagonismo de las personas como actores fundamentales de la historia. Por eso, las respuestas que exige nuestro tiempo no pueden limitarse a ser reflexiones generales o análisis estructurales, sino que necesitamos repensar nuestro papel concreto y encarnado en el momento histórico que nos toca vivir. Además, creemos que eso no se hace sólo en los despachos, ni sólo desde una diciplina o ciencia particular, sino que debemos hacerlo juntos. Copio a continuación el texto de la convocatoria. Tienes toda la información en: Relectiones.com.

lunes, 28 de diciembre de 2015

¿El final de la ideología?

El genial Mingote dedicó varias de sus viñetas publicadas en Abc a denunciar el pensamiento ideológico.

Las ideologías son un fenómeno histórico que nace en Europa y caracteriza la Edad Moderna. Si nos tomamos en serio esta afirmación, deberíamos sacar de inmediato algunas conclusiones importantes. La primera es que ni la Filosofía, ni el Arte, ni la Religión –ámbitos cuya tradición se remonta miles de años atrás– tienen, en principio, nada que ver con la ideología. Otra cosa es que, desde hace 300 años, el pensamiento ideológico haya invadido todos los ámbitos de la vida con tal virulencia que hoy apenas podemos distinguir cuándo la Filosofía –o el Arte o la Religión– dejan de serlo para transformarse en Ideología.

Pero esta confusión es terrible, porque la ideología se caracteriza por exacerbar las pasiones, simplificar las ideas, dividir a los hombres en bandos, pretender resolver los problemas de la vida y prometernos la felicidad en la tierra. Justo lo contrario que pretenden la verdadera Filosofía, el auténtico Arte, la Religión piadosa, a saber: educar las pasiones, ampliar nuestra comprensión de la realidad, unir a los hombres, situarnos frente al misterio de la vida y responder a nuestro anhelo de trascendencia.

martes, 7 de julio de 2015

Francisco: «Una nueva síntesis que supere falsas dialécticas»

Fotograma de Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006).

Me escribe mi mujer por WhatsApp una cita del papa Francisco: «Está pendiente el desarrollo de una nueva síntesis que supere falsas dialécticas de los últimos siglos» (Laudato si’, 121). Aunque esta encíclica me despierta mucho interés por innumerables motivos, aún no he podido trabajarla a fondo. En casa hemos comprado un solo ejemplar –criterio ecológico en el seno de una economía integral– y está en poder de Amalia. Aunque las encíclicas están todas digitalizadas y disponibles gratuitamente en la web del Vaticano, prefiero el libro. Los libros no son principalmente almacenes de palabras, sino objetos culturales que nos invitan a relacionarnos con la palabra con unas actitudes y no otras. Por eso, espero.

Mi mujer intuía que aquellas palabras me iban a interesar, y acertó: «Está pendiente el desarrollo de una nueva síntesis que supere falsas dialécticas de los últimos siglos». Ya está. Eso era. Para eso escribo este blog. A ratos, para lograrla en mi mente y mi vida; a ratos, para lograrla en algunos campos académicos, especialmente en la Universidad y en la Comunicación; a ratos, para persuadirnos entre todos de la necesidad y fecundidad de esa síntesis. Muchos ratos y acentos para una sola misión. Esa es la síntesis. Mi fuente es la vida; mi método, la filosofía de la comunicación.

De pronto, me doy cuenta de que he dicho todo con pocas palabras. Mucho habrá que dejarlo para otra ocasión, pero analicemos un poco, vayamos por partes. El artículo más radical en el que propongo el paso de las «falsas dialécticas» a una «nueva síntesis», que llamo dialógica –por fundamento, método y actitud personal–, quizá sea este: De la dialéctica a la dialógica. Pero no se lo recomiendo. Es droga dura. Hice un experimento con varios colegas y provoca mareos y nauseas. Mola, porque parece que uno sabe de cosas de las que nadie más sabe y eso da cierto prestigio académico -sobre esto, volveremos luego-.