miércoles, 29 de octubre de 2014

Contra la corrupción, la ejemplaridad

Cuando la palabra condena al corrupto, sanea los corazones y salva la institución.
La primera catilinaria, Maccari, 1880. 

“¿Cómo voy a comprender a Francisco Granados?”, me preguntaba Mayra Ambrosio después de leer mis últimas Impresiones, donde llamaba a los periodistas a liderar la comprensión sobre el difícil momento que atraviesa la comunicación pública –la vida pública, que se expresa en esa comunicación– en nuestro país. Entre las diversas reacciones que recibió el artículo –de todo tipo– es la que más me ha ayudado hasta el momento para desarrollar mi idea, y no es casualidad que esa ayuda venga en forma de pregunta.

miércoles, 22 de octubre de 2014

¿Qué significa «encontrarse con uno mismo»?

En busca de la felicidad, uno más de los innumerables relatos que exploran el drama de encontrarse con uno mismo.

Así, a bocajarro, me dispararon esta pregunta quizá inocente, pero sin duda certera: «¿Qué significa, desde la filosofía dialógica, la expresión “encontrarse con uno mismo?”». Fue en la penúltima edición del IV Módulo de formación en el Ciclo Fundamental de Coaching Dialógico organizado por el IDDI en la Universidad Francisco de Vitoria.

Aunque estas sesiones son fundamentalmente prácticas y experienciales, reservan algunos momentos para profundizar en la filosofía del modelo. Ahí estaba yo para reflexionar con ellos sobre la experiencia de encuentro, central en cualquier estilo de coaching, pero sólo abordada en sus estratos más profundos en el modelo dialógico. Prometí entonces una respuesta algo más extensa de la que nos permitió aquel encuentro. Sirva esta nota para cumplir mi palabra.

La filosofía dialógica sostiene que las personas somos sujetos libres a quienes «la vida nos es dada, pero no nos es dada hecha: la vida es quehacer» (Ortega y Gasset). Ese «quehacer» pasa por buscar nuestra propia identidad, nuestra vocación, tarea que sólo logramos gracias a diversas experiencias de encuentro. Tienes una explicación sintética sobre el dinamismo del encuentro personal como camino para recuperar nuestra vocación en esta nota, ilustrada por una magistral secuencia de la película Veredicto final (Sidney Lumet, 1982).

miércoles, 15 de octubre de 2014

El Periodismo ya no es «el mejor oficio del mundo»

Viñeta de Andrés Rábago, El Roto.

Que me perdonen los fans de Gabo, pero el Periodismo ya no es «el mejor oficio del mundo» porque ya no es un oficio: el periodismo es una profesión. Mirar el Periodismo como oficio es un tópico que sobrevive gracias a la repetición de los veteranos –formados por maestros anteriores a la creación de los estudios universitarios de Periodismo–, un tópico alimentado por esa falsa idea de que «cualquiera tiempo pasado fue mejor».

El Periodismo era un oficio cuando se estudiaba en escuelas de Periodismo y, todavía antes, cuando se dedicaban a él las mejores plumas y los mejores testigos de cada época: los escritores, algunos con vocación juglar y aventurera y otros marcadamente intelectuales. Escribir, es verdad, siempre ha sido un oficio. Cuando el mundo era lo bastante sencillo como para que una inteligencia despierta con sentido común y sensibilidad humana y literaria diera buena cuenta de él, que un escritor oficiara de periodista era más que suficiente.

viernes, 10 de octubre de 2014

El primer día de clase: «Médicos ficticios para patologías reales»

Retrato del dr. House, imagen promocional de la serie House M.D.
«Tal día como hoy, en su primer día de clase en la universidad, un profesor de Medicina llevó a sus alumnos de Anatomía al depósito de cadáveres. Quería que los alumnos tuvieran su primer contacto con un paciente, en este caso, ya muerto. El profesor sacó un cadáver abierto de par en par y les dijo a sus alumnos: “Si quieren ser médicos, deben aprender a no tener miedo ni asco a los pacientes”. Dicho eso, se puso los guantes de látex e introdujo un dedo en los intestinos del paciente. Acto seguido se chupó el dedo y les dijo a sus alumnos que ellos tenían que hacer lo mismo para vencer sus miedos y sus ascos. Los alumnos -con cara de desconcierto, pero muy aplicados, como buenos estudiantes de Medicina-, se pusieron los guantes y tal como les había indicado el profesor metieron la mano en el paciente y se chuparon el dedo. Cuando todos los alumnos hubieron terminado, les dijo: “Para ser médicos tienen que aprender otra cosa más: deben ser muy observadores y estar siempre atentos, pues yo toqué al paciente con el dedo corazón y me chupé el índice”».

domingo, 5 de octubre de 2014

La medicina socrática: palabras y miradas que curan

Detalle de La muerte de Sócrates, Jacquez-Louis David, 1787.
Cuando el joven Cármides preguntó a Sócrates si conocía un remedio para su dolor de cabeza, éste le respondió que así era, pero que, para aplicarlo, primero debía conocer el alma de quien sufría el dolor. El método para conocer el alma y el ensalmo que nos cura de todas las dolencias resultaron ser lo mismo: el diálogo. Cuerpo y alma están interconectados, y una dolencia física puede ser síntoma de otra espiritual. Así fue como el viejo ateniense, interrogado sobre una lesión del cuerpo, supo proporcionar una respuesta a la vida entera de aquel joven, una respuesta de vida feliz y en plenitud.

Algunos ven en este ingenioso diálogo un precedente de la Medicina Centrada en la Persona: es un error tratar una dolencia particular sin preguntarse por las conexiones que ésta tiene con la totalidad del paciente. Los clásicos sabían que tanto el médico como el enfermo son personas integrales, no una suma de habilidades, ni un conjunto de órganos. Así, sabemos que Sócrates curaba mediante el diálogo y solía decirse de Hipócrates que «tiene una mirada que cura», pues no curan sólo sus manos, ni su ciencia, aunque ésta le es de sobra reconocida.