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lunes, 12 de febrero de 2018

¿Desde dónde pensamos? Mentalidad dialéctica vs. mentalidad dialógica




La palabra «dialéctica» tiene en la antigua Grecia en un sentido técnico. El método, en lo esencial, consiste en que alguien defiende la razonabilidad de una afirmación o una postura al tiempo que otro trata de refutar la validez de esa afirmación o de esa postura. El objetivo final sería llegar a conclusiones que validan, invalidan o matizan el planteamiento inicial.

Aristóteles aclara en su Organum que la dialéctica no es un método adecuado para la ciencia (si el agua hierve a 100 grados centígrados o si el hombre es un animal racional no es algo que se discuta, sino algo que se muestra o se demuestra). Sin embargo, la dialéctica es el método válido para discutir sobre los asuntos humanos: si una interpretación de los hechos (en un caso judicial) es más razonable que otra, o si la aprobación de una determinada ley será conveniente o inconveniente para el conjunto de la ciudad. También subraya Aristóteles que la dialéctica exige cierta actitud y aptitud entre las partes.

jueves, 28 de diciembre de 2017

Aristóteles, sobre Twitter: «No hay que discutir con todo el mundo»

Viñeta de @mlalanda.

Escuchar es para el alma lo que comer es para el cuerpo. Esta idea, al menos tan antigua como Sócrates, debería orientar nuestra dieta mediática. Pero no se trata sólo de cuidar lo que recibimos, sino también de cuidar con quién hablamos. En principio, y por principio, conviene abrirse al diálogo con cualquiera. Esta es para mí una máxima o, si se quiere, una aplicación de esa máxima moral por la que hay que hacer siempre el bien y evitar el mal. Ahora bien, ocurre que los principios no siempre pueden alcanzar una aplicación a la altura de nuestros anhelos, y que el mejor bien posible en cada caso, el deber ser de cada situación, no siempre responde a nuestras expectativas (explicar el porqué de esto, habrá que dejarlo para otra ocasión).

La Ética más exigente recoge algunas claves para el discernimiento sobre el mayor bien –o el menor mal- realmente posible en cada caso, mediante fórmulas como la del «mal menor» o, en este caso, como la «defensa propia». Es por cuidado de uno mismo –por evitar recibir mal, o por evitar realizar un mal no querido- por lo que conviene no leer, escuchar o exponerse a algunas cosas o personas, y por lo que Aristóteles explica, en sus escritos sobre dialéctica, que «no hay que discutir con todo el mundo». En Twitter encontramos a diario decenas de ejemplos en los que convendría atender al consejo de Aristóteles.

lunes, 20 de marzo de 2017

«Nuestro sistema educativo se basa en el engaño»: la falsa dialéctica de lo antiguo y lo nuevo en Educación

Captura de pantalla del programa Chester in love emitido el 26 de febrero de 2017 en Cuatro.

Santiago Moll (@smoll73) lanzaba en Twitter una pregunta puñetera, cosa que gusta de hacer y que yo le agradezco. Pocos estímulos educativos e intelectuales hay tan notables como las preguntas puñeteras, aunque le cuesten la vida a quien pregunta, cosa que aprendimos con Sócrates. Esta fue su provocación:

A lo que yo respondí:

Soy muy fan de las nuevas metodologías docentes, pero cuando estas se afirman acríticamente y con desprecio sobre las viejas, me empiezo a poner nervioso. Lo reconozco: soy muy duro con la ignorancia educativa de los nuevos educadores. Entiendo bien lo que la frase quiere decir, en el buen sentido de la misma, pero tiene un mal sentido tan irrespetuoso con nuestros mayores que no podía callarme, entre otras cosas porque la falta de respeto con nuestros mayores y con la tradición (en la familia, en la escuela, en la vida pública) es una de las carencias más graves de la nueva educación. Sin contar con la tradición, aunque sólo sea para enmendarla, no podemos empezar a hablar. Por lo demás, no es extraño escuchar a nuevos educadores condenar la lección magistral empleando torpemente el método de la lección magistral, lo cual no deja de parecerme una triste ironía.

lunes, 28 de diciembre de 2015

¿El final de la ideología?

El genial Mingote dedicó varias de sus viñetas publicadas en Abc a denunciar el pensamiento ideológico.

Las ideologías son un fenómeno histórico que nace en Europa y caracteriza la Edad Moderna. Si nos tomamos en serio esta afirmación, deberíamos sacar de inmediato algunas conclusiones importantes. La primera es que ni la Filosofía, ni el Arte, ni la Religión –ámbitos cuya tradición se remonta miles de años atrás– tienen, en principio, nada que ver con la ideología. Otra cosa es que, desde hace 300 años, el pensamiento ideológico haya invadido todos los ámbitos de la vida con tal virulencia que hoy apenas podemos distinguir cuándo la Filosofía –o el Arte o la Religión– dejan de serlo para transformarse en Ideología.

Pero esta confusión es terrible, porque la ideología se caracteriza por exacerbar las pasiones, simplificar las ideas, dividir a los hombres en bandos, pretender resolver los problemas de la vida y prometernos la felicidad en la tierra. Justo lo contrario que pretenden la verdadera Filosofía, el auténtico Arte, la Religión piadosa, a saber: educar las pasiones, ampliar nuestra comprensión de la realidad, unir a los hombres, situarnos frente al misterio de la vida y responder a nuestro anhelo de trascendencia.

martes, 7 de julio de 2015

Francisco: «Una nueva síntesis que supere falsas dialécticas»

Fotograma de Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006).

Me escribe mi mujer por WhatsApp una cita del papa Francisco: «Está pendiente el desarrollo de una nueva síntesis que supere falsas dialécticas de los últimos siglos» (Laudato si’, 121). Aunque esta encíclica me despierta mucho interés por innumerables motivos, aún no he podido trabajarla a fondo. En casa hemos comprado un solo ejemplar –criterio ecológico en el seno de una economía integral– y está en poder de Amalia. Aunque las encíclicas están todas digitalizadas y disponibles gratuitamente en la web del Vaticano, prefiero el libro. Los libros no son principalmente almacenes de palabras, sino objetos culturales que nos invitan a relacionarnos con la palabra con unas actitudes y no otras. Por eso, espero.

Mi mujer intuía que aquellas palabras me iban a interesar, y acertó: «Está pendiente el desarrollo de una nueva síntesis que supere falsas dialécticas de los últimos siglos». Ya está. Eso era. Para eso escribo este blog. A ratos, para lograrla en mi mente y mi vida; a ratos, para lograrla en algunos campos académicos, especialmente en la Universidad y en la Comunicación; a ratos, para persuadirnos entre todos de la necesidad y fecundidad de esa síntesis. Muchos ratos y acentos para una sola misión. Esa es la síntesis. Mi fuente es la vida; mi método, la filosofía de la comunicación.

De pronto, me doy cuenta de que he dicho todo con pocas palabras. Mucho habrá que dejarlo para otra ocasión, pero analicemos un poco, vayamos por partes. El artículo más radical en el que propongo el paso de las «falsas dialécticas» a una «nueva síntesis», que llamo dialógica –por fundamento, método y actitud personal–, quizá sea este: De la dialéctica a la dialógica. Pero no se lo recomiendo. Es droga dura. Hice un experimento con varios colegas y provoca mareos y nauseas. Mola, porque parece que uno sabe de cosas de las que nadie más sabe y eso da cierto prestigio académico -sobre esto, volveremos luego-.

sábado, 29 de noviembre de 2014

La mentalidad dialéctica, en las aulas

Diarios de la calle (Freedom Writers, 2007), película basada en hechos reales y en el libro homónimo de Erin Gruwell.
Esta historia relata la transformación de sus protagonistas al pasar de una mentalidad dialéctica a una mentalidad dialógica.
La historia que sigue es pura ficción, pero está basada en hechos reales. Hechos que yo viví como alumno en el colegio y, en menor grado, en la universidad. Hechos que quizá tú también has vivido. Cuento esta historia con tres objetivos:

  • Explorar hasta qué punto la mentalidad dialéctica, centrada en el conflicto, es la mentalidad dominante –en muchos casos de modo inconsciente– en la cultura occidental contemporánea.
  • Incidir en que la lucha contra la corrupción, que ahora nos preocupa tanto, no es una batalla contra un estamento concreto (la casta, los políticos, los banqueros), sino contra una mentalidad que anida en el corazón del hombre contemporáneo.
  • Proponer una mentalidad alternativa, que llamo dialógica, que no sólo es más auténtica, sino también más práctica, constructiva y creativa.

La historia empieza en un aula de enseñanza media. De un vistazo es fácil distinguir en ella dos roles o papeles muy distintos: el primero es el de profesor, ejercido por una sola persona. El otro es el de alumno, ejercido por 25 adolescentes. Entre estos últimos, si nos fijamos bien y escuchamos sus conversaciones, hay como pequeños sub-roles, etiquetas, casi como profecías auto-cumplidas, que a quien las sufre le hacen más o menos gracia: el payaso, calculín, el abusón, la chupap*ll*s, el chulo… En cualquier caso, por mal que estén las cosas, todos saben que ellos son alumnos y pertenecen la misma casta, a la que desde luego no pertenece el profesor, que tiene otros intereses, que es como “de otro planeta”, que nos es “de los nuestros”. Cuando hay que elegir –y siempre hay que hacerlo–, todos saben de qué lado deben estar.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Es culpa de ellos: “la casta”, los corruptos

Adolf Hitler y Mahatma Gandhi, dos casos extremos de mentalidad dialéctica-victimista y de mentalidad dialógica-responsable.

Es imposible erradicar la corrupción sin erradicar la libertad del ser humano. Lo que podemos hacer es orientar y formar la libertad mediante formas de convivencia –y educación, leyes, cultura, etc.- de tal manera que la corrupción sea vista por la mayoría como una opción marginal, más repugnante que atractiva, más arriesgada y penosa que beneficiosa. Para hacerlo, conviene estudiar las raíces y motivaciones que pueden alimentar, en cualquiera de nosotros, la tentación de cometer acciones corruptas. Entre las muchas causas de la corrupción hay dos importantes: la mentalidad dialéctica y el victimismo.

jueves, 20 de febrero de 2014

Trabajo manual vs. trabajo intelectual


Este cuadro distingue con claridad dos tipos de trabajo: el trabajo manual o fabril que se adquiere por instrucción y el trabajo intelectual, propio de los profesionales y fruto de la educación liberal. Puestos a valorar críticamente esta distinción, yo diría que el «trabajo manual» es menos manual de lo que parece, en cuanto que el protagonista no es una máquina, sino un ser humano. El vs. del título de esta nota, por lo tanto, puede traducirse mejor como «hacia» que como «contra».

jueves, 12 de septiembre de 2013

La dialéctica de los malos empleados y las malas empresas

Aplicar la "lógica para controlar las cosas" a las relaciones humanas 
genera esclavos, monstruos, tiranos y mundos inhabitables.
El 75 por ciento de los empleados trabaja con “resignación” e “indiferencia”; el 78 por ciento afirma que son tratados por los jefes como “máquinas y números”, reconoce “no estar a gusto” en su puesto de trabajo y admite que si sigue ahí es porque “no le queda otra”. Son datos que arroja una investigación de Koerentia (Abc.es, 04/04/2012).

La primera vez que consulté estos datos pensé: “Si el 75 por ciento de las personas empleadas en este país trabajan resignados y con indiferencia, bastante bien le va a nuestra economía”. De hecho, me sorprendo a menudo por la desidia e incompetencia manifiesta de muchas personas que trabajan de cara al público. También me ha pasado al revés: cuando una de estas personas se muestra educada, servicial y manifiesta saber de lo que habla, me dan ganas de pedirle su tarjeta, porque la llevaría conmigo a cualquier aventura empresarial.

Escuchar detenidamente las razones de esa desidia nos permite plantear una nueva perspectiva, que no invalida la anterior: “Si las empresas tratan a las personas como máquinas y números, matarán su iniciativa personal, su sentido de la responsabilidad y desperdiciarán sus talentos y capacidades”. Las empresas grandes buscan la estandarización de productos y servicios en su búsqueda febril de maximizar el beneficio y, con ello, reducen a sus empleados al anonimato y a lo impersonal, lo que denigra la dignidad tanto de sus empleados como de sus clientes.

martes, 19 de febrero de 2013

De la dialéctica a la dialógica

Severialdia.com
«Creemos, con los pensadores dialógicos, que buena parte de los males del pasado siglo son consecuencia, precisamente, de la dialéctica como ideología o como mentalidad; y que la mejor forma de superar la actual crisis (filosófica, ética, económica, cultural, etc.) es proponer un nuevo estilo de pensar que permita al hombre una mejor comprensión de sí mismo y de sus posibilidades de desarrollo personal y comunitario. Un momento importante en esa tarea exige clarificar los dos conceptos sobre los que pivota este artículo: la dialéctica y la dialógica».

Así empieza mi último artículo académico, titulado De la dialéctica a la dialógica. En él trato de distinguir no sólo dos conceptos, sino dos formas de entender el mundo, dos mentalidades que se traducen también en estilos distintos de discusión o debate. Creo que la causa subyacente de la actual crisis en Occidente es, antes que una crisis de económica, financiera o de valores, una crisis de mentalidad. Dedico el artículo a explicar esa mentalidad y a proponer una alternativa. La única, a mi juicio, que nos previene de cerrar en falso la situación actual.