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lunes, 3 de octubre de 2016

Filosofía del encuentro: educación, desarrollo personal y ética profesional

De izquierda a derecha: Antonio García-Escribano, Alfonso López Quintás y Ninfa Watt, 
durante la clausura del I Congreso Creatividad y Valores, del 30-09 al 2-10 de 2016, en Madrid.

María Ángeles Almacellas nos habló de «El cine como instrumento educativo» y, a modo de práctica, proyectó el luminoso mediometraje Binta y la gran idea (Javier Fesser, 2004). Así empezó, la tarde-noche del viernes 30 de septiembre, el pre-congreso. La doctora Almacellas, crítica de cine, tiene una larga trayectoria como educadora, faceta en la que aplica el cine a la formación de la juventud en valores. Una parte significativa de su trabajo, muy aprovechable para padres y educadores, está recogida en sus libros Educar con el cine. 22 películas (Eiunsa, Pamplona, 2004) y en Seguir educando con el cine (Digital Reasons, 2015).

sábado, 24 de septiembre de 2016

I Congreso Creatividad y Valores (en torno a la obra de López Quintás)

Retrato del profesor D. Alfonso López Quintás.


Buena noticia, la celebración de este I Congreso Creatividad y Valores, inspirado en el fecundo pensamiento de Alfonso López Quintás y aplicado al desarrollo de la persona, especialmente en los ámbitos de la ética profesional y la educación. El congreso contará con la presencia de «el profesor» y de muchos de sus discípulos, entre los que ya se cuentan también consagrados maestros y académicos venidos de varios países. Me alegré mucho cuando me invitaron a participar en una mesa redonda. Allí explicaré que la ética de la comunicación es una actividad netamente creativa.

miércoles, 12 de febrero de 2014

¿Estás #Enganchado al WhatsAPP?: riesgos y oportunidades

Jaime López-Chicheri, Anna Saura, Juan Merodio, Juan Pozuelo y Álvaro Abellán en el plató de Servimedia, 10/02/2014.
Mi querido amigo Pablo A. Iglesias, director de Información de Servimedia, me propuso participar en el nuevo programa online de debates presentado por Juan Merodio y que lleva por título #Enganchado. En esta primera emisión, el tema fue el uso del WhatsAPP, instalado en más del 90 por ciento de los smartphones usados en España. La televisión no es precisamente mi medio favorito, pero los directivos y profesionales de Servimedia, el tono del debate y mis compañeros en plató hicieron que lo disfrutara mucho.

Anna Saura nos compartió la experiencia de los jóvenes con WhatsAPP. Jaime López-Chicheri nos explicó que lo usa para mejorar la productividad de sus equipos de trabajo y nos compartió algunas aplicaciones como herramienta promocional, publicitaria y de Relaciones Públicas. El chef Juan Pozuelo usa WhatsAPP como una herramienta más: no es buena o mala, se trata de saber usarla para mejorar la comunicación. Enrique Dans se sumó por Skype al programa para decirnos que él no usa WhatsAPP porque no le parece una aplicación segura: aquí desarrolla su planteamiento. A mí me tocó hablar del potencial comunicativo de WhatsAPP y de si mejora o empeora las relaciones personales.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Menos divagación y más especulación

Es un honor tenerle entre mis antiguos alumnos de BBAA en la UFV.
Es clásica la distinción entre pensamiento especulativo y pensamiento práctico. Ambas expresiones tienen origen latino. Especular viene de especulor (observar, investigar, escudriñar) y de ahí se deriva specullum (espejo). El pensamiento especulativo pretende comprender las cosas en sí mismas y exige una ascesis o renuncia (al menos, momentánea) no sólo de nuestros intereses particulares, sino también de nuestras formas de pensar habituales (nuestros "esquemas mentales"). Por esto dicen los clásicos que pensar es difícil. El pensamiento especulativo puede identificarse con la contemplación y es lo que los griegos llamaron teoría, no el sentido de un discurso acerca de las cosas, sino como una callada atención a la escucha de lo real. Es decir: como la forma de amor más humilde y, al tiempo, la más básica, sin la cuál no seremos capaces de hacer justicia a aquello que decimos amar.

Me arriesgo a decir, aunque esto resulte más polémico a oídos poco avisados, que lo que hoy llamamos pensamiento creativo es, también, pura especulación. Y eso explica por qué las personas prácticas acusan a los creativos de que su forma de pensar es una pérdida de tiempo. Y explica también la perversión del término: llamamos especuladores a los que juegan mentalmente con algo que ("todavía" o "en principio") no es real.

El pensamiento especulativo, en todas las formas que mencioné anteriormente, se opone al pensamiento práctico. Mientras el segundo se orienta al discernimiento de los fines (objetivos, metas) y a la elección de los medios necesarios para alcanzarlos, el pensamiento especulativo nos obliga a aparcar temporalmente la acción para buscar (sin seguridad de éxito) nuevas y más ricas formas de comprender la realidad.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Una causa común que nos define

Eugène Delacroix, La libertad guiando al pueblo, 1830.

Funciona igual en las pandillas callejeras, las tribus urbanas, las sectas, los equipos de fútbol, las empresas, los ejércitos, las parejas de mus, las familias que pasan por dificultades, las religiones, los grupos musicales, las asociaciones de vecinos, los nacionalismos, los alcohólicos anónimos, los últimos supervivientes de la humanidad y la Compañía del anillo. Nada une más ni nos otorga más fuerza que aquello que nos distingue, define y une en la conquista de un objetivo común. Es un esquema profundamente humano: unificar sentido y compañía. Entonces, todo parece conspirar a nuestro favor y hasta las dificultades son una oportunidad para crecer juntos.

Quizá la chispa es el asombro al descubrir una causa, un anhelo, o un sueño compartidos. El rumbo lo marca la clarificación de las metas y objetivos concretos. El motor son los ánimos y el reconocimiento mutuo, que se alimentan de los primeros resultados, por sencillos que sean. En espiral creciente, esas sensaciones se potencian mutuamente: asombro, confianza, metas, compromiso, resultados, satisfacción, más asombro y (auto)confianza, nuevas metas… y así, sucesivamente.

lunes, 26 de agosto de 2013

«Quiero piratas, no marines»

Restos del submarino Kursk, una vez rescatado del fondo de océano.

«13:5…h. Está demasiado oscuro para escribir aquí, pero trataré de hacerlo a ciegas. Parece que no hay ninguna posibilidad, o un 10 o un 20 por ciento. […] Hola a todos, no desesperéis».

Son las últimas palabras anotadas por el teniente capitán de Navío Dimitry Kolesnikov a bordo del submarino hundido Kursk. La nota recoge la altura moral con la que aquel soldado afrontó sus últimos minutos, debatido entre la escasa esperanza de un rescate incierto y la casi certeza de que moriría encerrado en un casco metálico en las profundidades del océano.

Esas fatídicas palabras están grabadas en la memoria muchos marinos. Geordie Bunting, de la Marina Real Australiana, recordó la nota cuando el agua empezó a entrar por el caso de la sala de máquinas del Dechaineux. En sólo 10 segundos el agua comenzó a zarandearle de un lado a otro –como si estuviera en una lavadora- y supo que nadie (salvo ellos mismos) podría hacer nada por salvarlos. En la sala de arriba, varios marineros cerraron las entradas de agua accionando un control de emergencia, mientras que otros corrieron hasta la sala de motores y cogieron a Geordie de las solapas, casi inconsciente, justo a tiempo para cerrar la esclusa y aislar la sala.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Toda vida creativa es fruto del asombro

Musculatura de brazos y vasos, ilustración tomada
de los cuadernos de Leonardo va Vinci.
«La más bella y profunda emoción que podemos probar es el sentido del misterio. En él se encuentra la semilla de todo arte y de toda verdadera ciencia. El hombre que ha perdido la facultad de maravillarse es como un hombre muerto, o al menos ciego», escribió Albert Einstein. En este sencillo texto, el genial físico ha sabido vincular la experiencia de maravilla o asombro (subjetiva) apropiada para penetrar en la dimensión misteriosa (pero objetiva, aunque esta terminología es engañosa) de la realidad.

Esta capacidad de admirarse es propia del artista y el científico geniales, pero también de todo ser humano que alguna vez fue niño y que no ha matado aquella actitud fundamental que nos abre al mundo como un regalo, una aventura y un misterio. Toda vida creativa, sea de un hombre de fama o de un niño anónimo, es fruto del asombro.

Los filósofos griegos situaban el origen de la sabiduría en una actitud que denominaron thaumazein. Nosotros solemos traducir esa palabra por admiración o por asombro, pero también significa, en algunos contextos, maravilla e, incluso, veneración. Todos estos significados vibran en el interior de la expresión griega y todos ellos son, en diversos contextos y sentidos, origen del pensamiento innovador y de una vida creativa. El asombro nos despierta al misterio luminoso de la vida, al dramatismo de la existencia, nos descubre como protagonistas de una aventura arriesgada y retadora, siempre nueva.

Sin asombro, permanecemos encarcelados en el sueño de las sombras, las apariencias y las opiniones (la doxa), caemos en la rutina, en lo siempre igual, todo nos parece seguro y acabado, evidente, sencillo, neutral… y nada nos libera de lo ya dado, sabido o hecho. Ponemos el piloto automático y toda novedad, todo acontecimiento, quedan relegados a un funcionamiento mecánico que asfixia nuestra condición personal. Nosotros mismos podemos volvernos extraños, extranjeros en nuestra propia casa, trabajo y vida.

lunes, 12 de agosto de 2013

La responsabilidad exige creatividad; y viceversa

Sebastião Salgado, Discusión entre mineros y policía militar, Brasil, 1986. ¿Un fotógrafo creativo o responsable?
En algún lugar del camino hemos perdido el sentido original de esta hermosa palabra: responsabilidad. Es mencionarla y cae sobre nosotros un peso de sombra, tristeza, carga, ataduras, aburrimiento y muerte. Como si la responsabilidad nos quitara la vida, como si ser responsables implicara matar nuestros sueños, renunciar a la creatividad y la libertad. Ocurre a la inversa con el concepto de creatividad. Esa palabra talismán de nuestro tiempo parece sinónimo de ruptura, de independencia, de diversión, de no preocuparse por las consecuencias... hasta el punto de que parece un campo reservado para unos pocos con mucho genio y poco sentido de la responsabilidad. Ambas concepciones no sólo son insuficientes, sino que impiden la comprensión y el desarrollo auténtico ellas en nosotros.

Empecemos por la responsabilidad. Parece que sólo han sobrevivido dos significados para esta palabra (los dos más utilizados por el pensamiento moderno): el primero, responsabilidad como deuda o culpa que debe ser satisfecha; el segundo, responsabilidad como cumplimiento estricto y preciso de una ley, norma o procedimiento. Ambos sentidos tienen que ver con la responsabilidad pero, aun bien entendidos, son sólo el aspecto más superficial de la misma y pueden esconder, en el fondo, una irresponsabilidad radical que ahoga lo más propiamente humano. Entroncar la cuestión de la responsabilidad en lo específicamente humano exige reconocer en el hombre la capacidad de responder desde sí mismo, originalmente y del mejor modo posible a los retos que en cada instante le plantea la vida.

jueves, 8 de agosto de 2013

Cómo sacar el genio que llevamos dentro

Retrato de Alberto Giacometti, por Henri Cartier-Bresson.
Existen los grandes genios, pero existe también una genialidad personal que es propia de cada uno, aunque no todos alcanzamos a descubrirla y, menos aún, a desarrollarla. ¿Qué necesitamos para desplegar nuestro genio personal?

La respuesta inmediata, e inmadura, es que necesitamos muchas cosas de las que carecemos. Quizá un espacio adecuado. O tiempo. O materiales. O formación. O un libro. O… así, hasta el infinito. De esta forma, tenemos dos alternativas:

a) renunciar lastimeramente a nuestro genio personal; o
b) desarrollar la obsesión perenne por conseguir cosas, cada vez más cosas, porque nunca tendremos las suficientes y, cuantas más tengamos, más carencias descubriremos que es necesario cubrir para llegar a ser nosotros mismos.

Entonces, ¿qué necesitamos para desplegar nuestro genio personal? Tal vez basta tomarnos en serio eso que nos falta, para suplir esa carencia exterior con nuestra propia vida interior. Lo expresó con genial sencillez Jean Guitton: «Siempre que reemplazamos algún objeto por una ayuda venida de nuestro propio fondo estamos en el camino de la renovación de sí y del mundo».

Cuando repasamos vidas inspiradoras, sean más o menos famosas o desconocidas, descubrimos que lo que hizo aflorar su genio personal no fue lo que tuvieron, sino aquello de lo que carecían. No buscaron suplantar esas carencias acumulando cosas, sino buscando en ellos mismos los recursos interiores desde los que ofrecer una respuesta comprometida -no una solución fácil- a sus dificultades. El propio Jean Guitton dice que aprendió mucho de sus peores profesores. Me viene ahora a la mente la carrera de obstáculos que fue la vida de Steve Jobs, pero también la de estos discapacitados que renuevan la belleza de la danza. Es impresionante el testimonio que nos relata Tim Guènard en Más fuerte que el odio. Pienso en el impacto que me provocaron las declaraciones del escultor Alberto Giacometti, quien entregó su vida a la escultura porque era la única de las Bellas Artes que no entendía. Y murió esculpiendo, según él, sin haber entendido apenas nada (creo que resulta divertido subrayar que en 2010 se subastó en Londres una escultura de Giacometti por 74,2 millones de euros).

miércoles, 7 de agosto de 2013

Relojes de 10 segundos: el tiempo y la creatividad


«Nuestros clientes quieren que trabajemos más en menos tiempo. ¿Cómo podemos hacerles entender que para desarrollar ideas más creativas y eficaces necesitamos invertir más tiempo? Les enviamos este vídeo para mostrarles cómo trabaja la creatividad».

Para ilustrar el vínculo entre creatividad y tiempo invertido, los responsables de este vídeo buscaron a las personas con mayor talento no reprimido en el mundo: los niños. Les mostraron un sencillo dibujo de un reloj y les pidieron que lo copiaran en 10 segundos. Los chicos se aplicaron de inmediato, pusieron todas sus capacidades e interés en orden al tiempo del que disponían y completaron el reto a la perfección. Al finalizar los diez segundos, cada niño entregó un reloj. Todo el mundo estaba satisfecho: el profesor tenía sobre la mesa más de 20 relojes dibujados en tan solo 10 segundos. Eran, además, buenas copias del modelo original.

lunes, 5 de agosto de 2013

Vivir el presente de forma extraordinaria; o carpe diem, porque tempus fugit

Robin Williams interpreta al Sr. Keating 
en El club de los poetas muertos.
Vivir el presente, carpe diem, es una expresión tan tópica como poderosa que ha sido utilizada para defender una tesis y su contraria. En sentido estricto, la afirmación encierra una tautología: lo único que podemos vivir es el presente. El pasado o el futuro sólo los vivimos en cuanto que nos los hacemos presentes, aquí y ahora.

Por otro lado, carpe diem es una expresión de la que se ha abusado para menospreciar el valor del pasado y del futuro. En realidad, el hombre sólo puede vivir la plenitud del presente en cuanto que hace pie en el pasado y se proyecta hacia el futuro. Cualquier otra forma de vivir el presente, de carpe diem, es imperfecta: sin pasado, el presente carece de identidad y sustento; sin futuro, al presente le falta densidad y sentido. Sólo cuando acudimos al pasado o al futuro como evasión, entonces sí, éstos dejan de alimentar el presente para matarlo.

Sería muy sugerente revisar desde esta óptica (la adecuada relación entre pasado, presente y futuro) toda la película de El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989). Desde la propuesta pedagógica del colegio a la del profesor Keating, pasando por el modo en que los alumnos entienden (o desquician) ambos planteamientos.

Ese latinajo del carpe diem no pretende situarnos en un tiempo distinto del que nos toca, ni tampoco menospreciar el valor del pasado o del futuro. Es más bien una exhortación, una llamada a aprovechar al máximo nuestra vida. No elegimos el tiempo que nos ha tocado vivir; pero sí elegimos qué hacer con el tiempo que nos es dado, le dice Gandalf a Frodo precisamente cuando el hobbit deseaba huir del presente. «Pero yo te digo que cualquier oficio se vuelve filosofía, arte, poesía, invención, cuando el trabajador entrega a él su vida», decía Eugenio D'Ors en otro contexto, para subrayar algo muy parecido: si vivimos con plenitud cada momento de nuestra vida, desterraremos el aburrimiento y todo será aventura.

jueves, 1 de agosto de 2013

Cómo transformar la melancolía en una fuerza espiritual y creativa

Edward Hopper, Excursión a la filosofía, 1959.
La melancolía, como en su día dijimos de la rebeldía, es una de esas pasiones ambivalentes que la mentalidad moderna no ha sabido comprender bien, tratando de extirparla del alma como si fuera algo con lo que es mejor no contar. Pero ambas cuentan, y mucho, como fuerzas que pueden orientar nuestra vida no sólo hacia la frustración, sino también a la plenitud.

Quien padece melancolía –la expresión es a un tiempo justa y provocadora- sufre una tensión constante entre la realidad que vive y un anhelo de excelencia. Romano Guardini escribió en sus Apuntes para una autobiografía que la melancolía es el lastre que da a la embarcación su calado. Sin ella, es fácil instalarnos en la superficie de la existencia; es difícil vivir con hondura.

lunes, 29 de julio de 2013

La escucha y el silencio: una conquista personal

Robert Doisneau, La jauría, 1969.
Karl Jaspers describió en los años 50 una paradoja dramática: vivimos en la sociedad de la comunicación y los transportes… pero nos encontramos más solos e incomunicados que nunca. Tal vez porque confundimos la emisión y recepción de estímulos comunicativos con la verdadera comunicación. Los carteles de la ciudad, la radio, la televisión, el cine, los anuncios en todos los formatos y lugares, el mundo a un clic en el Smartphone, el aislamiento musical o telefónico de los auriculares… todo este universo de estímulos nos envuelve las 24 horas del día.

Los efectos que se derivan de esta forma de estar en el mundo son muchos y de toda índole. Muchos pueden estudiarse desde fuera, pero los que nos importan aquí son los de dentro. ¿En qué medida el mundo en que estamos sumergidos, del que no podemos escapar (del mismo modo que el pez no puede vivir fuera del agua) afecta a nuestro desarrollo personal y a nuestras relaciones con el mundo y con las otras personas?

Frente a un mundo cargado de estímulos externos, nuestra reacción instintiva (como demuestran los trabajos de campo) es doble. Por un lado, somos llevados a la pura exterioridad. Saltamos constantemente de un estímulo a otro, de un espectáculo a otro, de una llamada de atención (visual, sonora, táctil, interactiva…) a otra, de una experiencia efímera y de consumo fácil a la siguiente. Por otro, buscamos protegernos del exceso de estímulos, hacemos callo en nuestra mirada y nuestro oído, lo insensibilizamos para protegernos del estímulo siguiente… hasta pasamos las páginas del periódico sin ver o registrar los anuncios. Nos protegemos de los estímulos desarrollando nuestra insensibilidad hacia ellos (especialmente a los más discretos) y los generadores de estímulos se ven forzados a aumentar la carga espectacular de sus mensajes (más ruido, más alto, más visual, más atractivo, más grande, más provocador, más hiriente, más invasivo).

sábado, 27 de julio de 2013

«Oiga doctor, devuélvame mi rebeldía»

Retrato de Joaquín Sabina fumando, Fb oficial.
Aunque sea hacerle de menos como músico, hay que subrayar la fuerza de Sabina como poeta. Una de sus letras, Oiga doctor, me inspiró este Crear en uno mismo. En aquella canción, Sabina se queja de su felicidad y le pide al doctor que le devuelva su frustración, su fracaso, su rebeldía, su pasión. Sin ellas, ya no es él mismo, sino sólo su «caricatura». ¿De veras quiere convencernos Sabina de que la rebeldía forma parte esencial de la vida creativa?

Con su genial ironía, Sabina juega con el doble sentido de algunas palabras que normalmente asociamos a algo malo, y que él demanda como las auténticamente humanas. Objetivamente hablando, nadie puede desear el fracaso, el dolor, la depresión o la frustración. Sin embargo, cuando esas pasiones no nos dominan no sólo no son algo malo, sino que manifiestan dos cosas muy buenas. La primera, que estamos vivos; la segunda, que soñamos con algo mejor de lo que tenemos.

Sabina dice: «Oiga doctor, que no escribo una nota desde que soy feliz»; y esa noticia es habitual entre los creadores. Recuerdo que Juan Manuel de Prada me dijo una vez que es la «insatisfacción» el motor de todo artista, y que un artista satisfecho carece de motivos para escribir. Gregorio Marañón sostiene que la rebeldía es la virtud por excelencia de la juventud. Pero no una rebeldía sin causa, sino la rebeldía como «esa generosa inadaptación a las imperfecciones de la vida» que lleva a los jóvenes a luchar por un mundo más justo.

jueves, 25 de julio de 2013

Encuentra tu tribu, porque sólo crecemos en comunidad

Alex Katz, Ives.
«Encuentra tu tribu» es un consejo que ha popularizado Ken Robinson en el ámbito educativo (Cf. El Elemento), pero es también un mantra típico para el desarrollo de equipos creativos. Parece un descubrimiento actual, importado del continente africano («Hace falta toda una tribu para educar a un solo niño») y, sin embargo, es una idea clásica en Occidente, sólo eclipsada por el individualismo de los últimos siglos. ¿Por qué necesitamos encontrar nuestra tribu? ¿Para qué la queremos? ¿Es realmente importante para nosotros tener una tribu?

Recuerdo la sorpresa que causó en mis alumnos de Bellas Artes (una de esas profesiones lastradas por un individualismo exacerbado) leer el primer consejo que ofrece el pintor Alex Katz en su aportación a las Cartas a un joven artista: «Pintar es una actividad social y se realiza en comunidad. Encuentra tu comunidad». Algunos de mis alumnos no estaban seguros de entender al pintor y otros discreparon abiertamente de su afirmación. Les pedí que repasaran la vida de sus artistas y pensadores favoritos. Recordaron, por ejemplo, que El Greco debió encontrar Toledo para llegar a ser él mismo. Que Séneca encontró en Lucilio a quien le inspirara una escritura «para los hombres del futuro». Incluso, que Sócrates tuvo en los atenienses, tanto en sus discípulos como en sus verdugos, quienes le hicieron inmortal. El Greco, Séneca, Sócrates (y cada uno de nosotros), fueron los que fueron porque lo fueron cuándo y dónde lo fueron. Parece un juego de palabras, pero en ese preciso sentido es en el que hay que entender la profunda expresión de José Ortega y Gasset «Yo soy yo y mi circunstancia».

viernes, 1 de marzo de 2013

Ken Robinson: el sistema educativo atenta contra la creatividad


Te invito a ver la conferencia de 20 minutos que Sir Ken Robinson pronunció en el TED 2006. Allí sintetiza lo que más adelante desarrolló en su libro sobre las epifanías, que en España nos ha llegado con el título de El elemento: descubrir tu pasión lo cambia todo. Es un ensayo muy recomendable para quienes estamos (pre)ocupados por combatir las graves carencias del sistema educativo.

A mi juicio, el punto fuerte de las reflexiones de Robinson es haber identificado muy bien la raíz del problema de la educación actual. Esa raíz –aunque él no llega a formularlo así; y, hasta donde le he seguido, tal vez ni alcanza a ver el calado de su argumento- es precisamente la noción de sistema educativo. El problema de todo sistema educativo es que pre-determina los objetivos y competencias de aprendizaje sin tener en cuenta la idiosincrasia particular del educando. Lo mismo cabe decir de los test de aptitudes, caracterología, cociente intelectual, etc., de los que da buena cuenta en su libro. Todos esos instrumentos están construidos para medir una serie de variables que alguien, previamente, ha decidido como las óptimas u oportunas para todos los seres humanos.

lunes, 14 de enero de 2013

Ruby Sparks: el misterio de la creatividad, el amor y la vocación

Ruby Sparks - discurso final from Abe Llan Kenobi on Vimeo.

La película Ruby Sparks (2012, Jonathan Dayton, Valerie Faris) se articula en torno a una idea muy sencilla, pero también verdadera y profunda. [Advierto a los amantes de no conocer el argumento que todo lo que sigue puede ser considerado como ESPÓILER]. La idea es la siguiente: el amor y la creatividad no son hijas del dominio, sino del don, del regalo, de la libertad. La inspiración y el enamoramiento nos sobrevienen, y sólo podemos dar gracias y acogerlos como corresponde. Es lo que podríamos llamar una Ética de la recepción, una actitud vital aplicable no sólo a la contemplación de las obras de arte, sino a toda nuestra vida.