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domingo, 28 de mayo de 2023

La intimidad del fracaso

Inocente de mí, fui el pasado jueves a la Escuela Wander, creyendo que iba a escuchar a Esther Blázquez hablarnos sobre La intimidad del fracaso. Pero no, cuando Esther habla no se puede escuchar y ya, sino que uno se ve arrastrado a explorar el tema o, mejor, la intimidad que uno mantiene con el tema. Sería impreciso —y tópico— si dijera que quedamos envueltos en un clima emocional. Nos movimos, más bien, en un plano primariamente sensitivo, que da y reclama presencia y entrega personales y procura, claro, encuentro. Sí, algo así es sin duda intenso, pero muy distinto del tan burdo y frecuente mercadeo de emociones.

lunes, 9 de mayo de 2016

¿Para qué estoy haciendo todo esto?

"¿Para qué estoy haciendo todo esto?", debía preguntarse a menudo Aragorn (El Señor de los anillos, Peter Jackson, 2001).

Si le preguntamos a alguien por sus personajes históricos o de ficción favoritos, por los libros o películas sobre los que está dispuesto a volver siempre, por sus canciones preferidas, por sus actividades favoritas, por las personas a las que admira o las que tiene siempre presentes… y, después de escuchar cada una de sus respuestas, insistimos con un «¿y qué te gusta de eso?», obtendremos un buen mapa de sus valores personales, aquellos que considera más importantes, que más le inspiran, que, en el fondo, mueven su vida.

lunes, 14 de abril de 2014

Sólo la sencillez salva

The Prayer, de Adrian McDonald.

«Estaba al borde de la desesperación total, de la depresión profunda, me veía en un callejón sin salida. Entonces me pongo a buscar la frase más simple, la cosa más sencilla, porque es lo que me puede salvar. Siempre he sabido que sólo la sencillez salva. No existe nada más simple que un vaso de agua o un mendrugo de pan. ¡Y con eso se salvan vidas!» (Conversación con Marek Miller para su programa de televisión, citado por Pascual Serrano en Contra la neutralidad, Península, Barcelona, 2011).

Así contaba Ryszard Kapuscinski cómo se enfrentó al síndrome de la página en blanco cuando trataba de escribir El emperador, una novela periodística sobre el líder de Etiopía Haile Selasie I. Nos revela, de esta forma, uno de sus principios literarios que, como en todo creador coherente, es también un principio de vida.

Muchos de sus reportajes destilan, quién sabe si consciente o inconscientemente, este principio: el ahogo entre las riquezas, lo barroco o la complejidad y el aire puro de lo simple, lo sencillo, lo esencial. La opresión del palacio y la liberación de la noche abierta entre las calles en un barrio humilde.

G. K. Chesterton predicó también un elogio de la sencillez en sus ensayos Lo que está mal en el mundo. Relata, entre cómico y sorprendido, la dificultad en que nos vemos envueltos entre los objetos del mundo moderno, en contraste con la sencillez de los objetos antiguos. Pone como ejemplos clásicos el fuego, el bastón, el cuchillo o la cuerda de pita. Como ejemplos modernos, el sacapuntas, la lámpara eléctrica o el calefactor. Y eso que, en su tiempo, no tuvo que lidiar con media docena de mandos a distancia para poder proyectar una película en el salón de su casa.

lunes, 3 de febrero de 2014

La rebeldía de estudiar

Guy Montag (interpretado por Oskar Werner) comete el delito de leer en Fahrenheit 451 (François Truffaut, 1966).

Seguramente la mayoría de nosotros sólo hemos escuchado las palabras “rebelde” y “estudiar” en esta frase, u otra similar: «Ese niño -o adolescente, o joven- está un poco rebelde, no quiere estudiar». Esa frase es lo que se llama un tópico: algo que se repite, que todo el mundo repite sin pensarlo demasiado. Casi como una respuesta automática ante una situación estándar. Los tópicos suelen consolidarse porque explican suficientemente bien una realidad; pero no significa que la solucionen. El problema de los tópicos es que, como tópicos, empiezan a funcionar por sí mismos, desgajados de la situación concreta a la que se refieren y extirpados también del contexto intelectual en el que ese tópico era algo más que un eslogan.

Me detengo en explicar qué es un tópico porque es un caso que nos sirve bien para ilustrar el sentido de esta nota: «La rebeldía de estudiar». Porque si un tópico es una afirmación dominante e indiscutible, que todo el mundo repite sin necesidad de pensar y que lleva a todo el mundo a actuar exactamente de la misma manera, resulta que el acto de pensar o repensar los tópicos es un acto de rebeldía intelectual. Y el acto de denunciar y desarticular los tópicos que se han descubierto como falsos es ya una rebeldía social. Es, de hecho, uno de los actos de rebeldía por los que Sócrates fue condenado a muerte.

viernes, 24 de enero de 2014

Ortega: «La vida nos es dada, pero no nos es dada hecha; la vida es quehacer»

José Ortega y Gasset, imagen del Archivo General de Guipúzcoa.
José Ortega y Gasset nos invita en cada uno de sus escritos a tomarnos nuestra vida en serio. Repasando El hombre y la gente me di cuenta de que, si aislaba algunos párrafos separándolos del sentido general de la obra lograría un destilado de su pensamiento sobre la vida humana.

Ni Ortega, y menos esta amputación de su obra que ahora te presento, agotan la pregunta por el hombre. Sin embargo, creo que el texto pone el acento en aspectos que resultan importantes para quienes queremos ser protagonistas de nuestro crecimiento personal cada día de nuestra vida. Sin más, te dejo con sus palabras.

«Es constitutivo del hombre, a diferencia de todos los demás seres, ser capaz de perderse, de perderse en la selva del existir, dentro de sí mismo, y, gracias a esa atroz sensación de perdimiento, reobrar enérgicamente para volver a encontrarse. La capacidad y desazón de sentirse perdido es su trágico destino y su ilustre privilegio» (p. 45).

«Siempre que digo “vida humana” […] ha de evitarse pensar en la de otro, y cada cual debe referirse a la suya propia y tratar de hacerse ésta presente. Vida humana como realidad radical es sólo la de cada cual, es sólo mi vida. […] La vida de otro, aun del que nos sea más próximo e íntimo, […] la veo, pero no la soy». (p. 46).

«Al llamarla “realidad radical” no significo que sea la única, ni siquiera que sea la más elevada […] sino simplemente que es la raíz –de aquí, radical– de todas las demás en el sentido de que éstas […] tienen, para sernos realidad, que hacerse de algún modo presentes o, al menos, anunciarse en los ámbitos estremecidos de nuestra propia vida. […] Mi vida […] es por esencia el área o escenario ofrecido y abierto para que toda otra realidad en ella se manifieste y celebre su Pentecostés» (p. 47).

«De ahí que ningún conocimiento de algo es suficiente –esto es–, suficientemente profundo, radical, si no comienza por descubrir y precisar el lugar y el modo dentro del orbe que es nuestra vida, donde ese algo hace su aparición, asoma, brota y surge, en suma, existe [como] aquello con lo que, queramos o no, tenemos que contar» (p. 48).

«Y es ello que la vida no nos la hemos dado nosotros, sino que nos la encontramos precisamente cuando nos encontramos a nosotros mismos. De pronto y sin saber cómo ni por qué, sin anuncio previo, el hombre se descubre y sorprende teniendo que ser en un ámbito impremeditado, imprevisto, en éste de ahora […] Pues bien, ese mundo en que tengo que ser al vivir me permite elegir dentro de él este sitio o el otro donde estar, pero a nadie le es dado elegir el mundo en el que vive […]
allí donde y cuando nacemos, o después de nacer estemos, tenemos, querámoslo o no que salir nadando. En este instante, cada cual por sí mismo, se encuentra sumergido en un ambiente […], gravemente consumiendo una hora de su vida –una hora insustituible, porque las horas de su vida están contadas. Esta es su circunstancia. Su aquí y ahora. ¿Qué hará? Porque algo, sin remedio, tiene que hacer […], pues esta vida que nos es dada, no nos es dada hecha, sino que cada uno de nosotros tiene que hacérsela, cada cual la suya. Esa vida que nos es dada nos es dada vacía y el hombre tiene que írsela llenando, ocupándola. […]

mas no le es, de antemano, y de una vez para siempre, presente lo que tiene que hacer. Porque lo más extraño y azorante de esa circunstancia o mundo en que tenemos que vivir consiste en que nos presenta siempre […] una variedad de posibilidades para nuestra acción, variedad ante la cual no tenemos más remedio que elegir y, por lo tanto, ejercitar nuestra libertad, […] cruelmente entregados a nuestra iniciativa e inspiración; por tanto, a nuestra responsabilidad. Dentro de un rato, cuando salgan a la calle, se verán obligados a decidir qué dirección tomarán, qué ruta. Y si esto acontece en esta trivial ocasión, mucho más pasa en esos momentos decisivos de la vida en que lo que hay que elegir es nada menos, por ejemplo, que una profesión, una carrera –y carrera significa camino y dirección del caminar. […]

Quod vitae sectabor iter? ¿Qué camino, qué vía tomaré para mi vida? Pero la vida no es sino el ser del hombre –por tanto, eso quiere decir lo más extraordinario, extravagante, dramático, paradójico de la condición humana, a saber: que es el hombre la única realidad, la cual no consiste simplemente en ser sino que tiene que elegir su propio ser. Pues si analizamos ese menudo acontecimiento que va a darse dentro de un rato –el que cada cual tenga que elegir y decidir la dirección de la calle que va a tomar– verían cómo, en la elección de una acción en apariencia tan simple interviene íntegra la elección que ya han hecho, que en este momento, sentados, portan secreta en sus penetrales, en su recóndito fondo, de un tipo de humanidad, de un modo de ser hombre que en su vivir procuran realizar» (pp. 48-51).

«De toda circunstancia, aun la extrema, cabe evasión. De lo que no cabe evasión es de tener que hacer algo y, sobre todo, de tener que hacer lo que, a la postre, es más penoso: elegir, preferir. […] De donde resulta que lo que me es dado cuando me es dada la vida es quehacer. La vida, bien lo sabemos todos, la vida da mucho que hacer. Y lo más grave es conseguir que el hacer elegido encada caso sea no uno cualquiera, sino lo que hay que hacer –aquí y ahora–, que sea nuestra verdadera vocación, nuestro auténtico quehacer.

Entre todos esos caracteres de la realidad radical o vida […] el que me interesa ahora subrayar es el que hace notar la gran perogrullada: que la vida es intransferible y que cada cual tiene que vivirse la suya; que nadie puede sustituirle en la faena de vivir, […] que ningún otro puede elegir ni decidir por delegación suya lo que va a ser; que nadie puede reemplazarle ni subrogarse a él en sentir y querer; en fin, que no puede encargar al prójimo de pensar en lugar suyo los pensamientos que necesita pensar para orientarse en el mundo […] y así acertar con su conducta; por tanto, que necesita convencerse o no, tener evidencias o descubrir absurdos por su propia cuenta, sin posible sustituto, vicario ni lugarteniente» (p. 52-53).

ORTEGA Y GASSET, José. El hombre y la gente, Madrid, 1980, Revista de Occidente en Alianza Editorial.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Menos divagación y más especulación

Es un honor tenerle entre mis antiguos alumnos de BBAA en la UFV.
Es clásica la distinción entre pensamiento especulativo y pensamiento práctico. Ambas expresiones tienen origen latino. Especular viene de especulor (observar, investigar, escudriñar) y de ahí se deriva specullum (espejo). El pensamiento especulativo pretende comprender las cosas en sí mismas y exige una ascesis o renuncia (al menos, momentánea) no sólo de nuestros intereses particulares, sino también de nuestras formas de pensar habituales (nuestros "esquemas mentales"). Por esto dicen los clásicos que pensar es difícil. El pensamiento especulativo puede identificarse con la contemplación y es lo que los griegos llamaron teoría, no el sentido de un discurso acerca de las cosas, sino como una callada atención a la escucha de lo real. Es decir: como la forma de amor más humilde y, al tiempo, la más básica, sin la cuál no seremos capaces de hacer justicia a aquello que decimos amar.

Me arriesgo a decir, aunque esto resulte más polémico a oídos poco avisados, que lo que hoy llamamos pensamiento creativo es, también, pura especulación. Y eso explica por qué las personas prácticas acusan a los creativos de que su forma de pensar es una pérdida de tiempo. Y explica también la perversión del término: llamamos especuladores a los que juegan mentalmente con algo que ("todavía" o "en principio") no es real.

El pensamiento especulativo, en todas las formas que mencioné anteriormente, se opone al pensamiento práctico. Mientras el segundo se orienta al discernimiento de los fines (objetivos, metas) y a la elección de los medios necesarios para alcanzarlos, el pensamiento especulativo nos obliga a aparcar temporalmente la acción para buscar (sin seguridad de éxito) nuevas y más ricas formas de comprender la realidad.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Protocolo socrático: el diálogo público, fuente de ejemplaridad

Bruno Barbey, The Italians, Florencia, 1964.
Sócrates es considerado uno de los padres de Occidente. La Filosofía, la Política, la Ética y la Educación, en las formas más nobles que ha dado Europa, no son concebibles sin su huella. Todas las tendencias intelectuales posteriores a él reclaman su liderazgo e inspiración. Incluso cuando Occidente se ha negado a sí mismo, ha tenido que hacerlo en combate con el ciudadano ateniense. La crisis europea -y española- es una crisis de fundamentos; y los fundamentos se recuperan actualizando su origen.

Sócrates entendía que la vida buena, creativa, justa y feliz, tanto de la persona como de la comunidad política, es fruto de analizar la consistencia de los argumentos y de examinar la propia vida. Eso le movía a escuchar al otro y a dialogar con quien piensa distinto para buscar el libre examen sobre lo que pensamos y lo que perseguimos. Por eso buscaba el debate y la discusión a corazón abierto, cuyo único límite es el juicio en conciencia sobre la verdad y el bien posibles.

El pensar crítico y creativo exige la comunicación y la deliberación públicas. Es el compromiso de muchos por el bien común de todos, a la luz de todos, con la participación de todos. Eso nos permite encontrar juntos las respuestas más eficaces y nos obliga a renunciar a las miradas particulares. En el diálogo comprometido aparecen las mejores respuestas, sean económicas o políticas, de presente o de futuro. ¿Dónde damos opción a ese diálogo?

lunes, 11 de noviembre de 2013

Hombre libre o esclavo: ¿Qué voz gobierna en nuestro interior?



La moda más extendida –y conviene examinar las modas, para mantener una voz propia- pasa por insultar y despreciar a nuestros dirigentes, aun cuando nos ofrecen las mismas razones por las que aplaudimos a los deportistas o al último anuncio de Coca-cola: “Vamos a demostrarle a Europa de lo que somos capaces cuando estamos juntos”. Las situaciones difíciles revelan dos caracteres muy distintos, y de los dos sabemos dar ejemplo los españoles. Uno de esos caracteres es el del hombre libre; el otro, el del esclavo.

El hombre libre habla poco y actúa mucho. Cuando habla, lo hace para todos, como si quisiera que sus palabras llegaran incluso a los dioses. Cuando actúa, no se rinde: vence o muere. Está acostumbrado a la adversidad (como la Pantera Rosa o Tim Genard), pero no lloriquea, como los personajes de Shakespeare, preocupado por aquello que no está a su alcance. Se centra en lo que él puede hacer, y lo hace. No es gobernado por las modas, circunstancias o palabras ajenas. Él crea nuevas circunstancias y marca el tono de su vida. Conoce y sabe contar su propia historia. Por supuesto, no espera que “otros” o “los de arriba” hagan nada: sabe lo que debe hacer, y lo hace.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Más allá de la lógica del consumo

Francisco de Goya, Saturno devorando a su hijo, 1819-1823.
Occidente ha sustentado su desarrollo del último siglo en la lógica del consumo. Para ello, la política, la economía y los medios de comunicación se pusieron de acuerdo: si la premisa es fomentar el consumo, debemos vincular consumo y felicidad mediante la rueda de las satisfacciones. Nos vendieron que la felicidad consiste en satisfacer nuestros deseos y necesidades y, para eso, pusieron en nuestras manos el sistema de consumo. La rueda ha funcionado durante décadas y todavía hoy, en plena crisis sistémica, la única receta posible que nos venden los estudiosos es la de re-activar el consumo.

No es ya una cuestión de felicidad individual, sino de supervivencia global. Pero dudo de que esa solución sea algo más que un parche. No porque sepa mucho de esa abstracción fantasmal que nos mantiene a todos preocupados, sino porque algo sé de los hombres, que somos los que creamos aquel sistema y los supuestos beneficiarios del mismo. Ésta es mi tesis: si la lógica del sistema que inventamos no es la lógica del verdadero desarrollo humano, algo terminará por romperse: o el sistema, o los hombres que lo sustentan.

La lógica del actual sistema presupone -contra toda evidencia- que la felicidad se identifica con la satisfacción de necesidades. No es necesario decir que la satisfacción es un valor. La cuestión es si es el valor supremo. Los seres humanos quedamos satisfechos por nuestros logros, o cuando alcanzamos los resultados esperados, cuando recibimos un salario justo, cuando lo recibido se ajusta a nuestra demanda, etc. Todo eso nos deja satisfechos, pero nada de eso nos hace felices. Por el contrario, cuando no tenemos lo que queremos y estamos insatisfechos creemos que obtenerlo nos dejará satisfechos... pero... ¿nos hará felices? Cuando satisfacemos una necesidad o un deseo no aparece la felicidad... sólo desaparece la inquietud y, en su lugar, queda un vacío. Si no superamos esa lógica, todo se limita a encontrar o inventar nuevas insatisfacciones que satisfacer. Y la rueda es cada vez más pesada. Y el vacío es cada vez mayor.

domingo, 27 de octubre de 2013

La unidad de vida: clave para interpretar todas las partituras

André Kertész, Sombras, 1931.
«Cuida tus creencias, porque configuran tus pensamientos. Cuida tus pensamientos, porque conforman tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convierten en acciones. Cuida tus acciones, porque generan tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque definen tu carácter. Cuida tu carácter, porque determina tu destino». Es una frase atribuida a Mahatma Gandhi que recoge bien la conexión entre distintos ámbitos de la persona humana: fe, razón, palabra, acción, hábito, carácter (en el sentido de rasgos por los que eres personalmente reconocido, y no en el de algún reduccionismo psicológico) y destino.

Es más discutible que el orden sea siempre el anunciado en la frase, ya que muchas veces ocurre al revés. De hecho, Gregorio Marañón recomendaba: «Vive como piensas, o acabarás pensando como vives». Es decir: o nos esforzamos por vivir conforme a nuestros ideales o terminaremos por retorcerlos hasta que justifiquen una vida medriocre.

En todo caso, en lo que Gandhi y Marañón coinciden es en subrayar la tendencia del ser humano a integrar y unificar su vida. Hay en nosotros cierta «incohesión», que diría Gabriel Marcel, quizá porque iniciamos multitud de trayectorias vitales en diversas direcciones, o quizá también porque algo en nosotros nos habla de una misteriosa unidad perdida. El caso es que no convivimos bien con el divorcio entre pensamiento y obra, palabra y acción, deseo y costumbre. La búsqueda de espacios donde podemos ser nosotros mismos, sin doblez ni ocultamiento, queridos tal y como somos, es un indicio de ello. Por vía negativa, la mentira -que introduce un divorcio entre pensamiento, palabra y vida- nos divide de tal forma que nos lleva a la desesperación, o a la rendición ante la verdad, o a la disociación de nosotros en dos vidas, dos personalidades distintas que fracturan nuestra interioridad y nos pueden precipitar a la locura.

domingo, 20 de octubre de 2013

La efectividad es hija de la paciencia

Robert Doisneau, El infierno, 1952.
- ¿Has preparado esta conferencia tan buena en una sola tarde?
- No, en una tarde la escribí. Llevo preparándome para ella 20 años.

 Es una anécdota que protagonizó mi querido maestro y colega Ángel Sánchez-Palencia, quien nunca se cansa de argumentar que las personas que dicen cosas profundas e inteligentes no lo hacen porque les vengan ideas como setas en otoño, sino como fruto maduro de muchos años de estudio y de convivencia con el problema. En el arte, en la interpretación musical, en el fútbol, en la oratoria… en todos los casos es igual. Incluso lo que llamamos improvisación, es brillante porque quien improvisa lleva entrenándose para ello mucho tiempo. Podríamos decir, incluso, que para muchos creadores toda la vida que no es creación, es entrenamiento.

El mundo académico y universitario necesita recordar este sencillo principio: la formación de jóvenes, la adquisición de cultura y la investigación científica y humanística son tareas cuyo ritmo natural es muy distinto del capricho de cualquier interés particular y, por supuesto, es mucho más pausado que el ritmo que marca el mundo de hoy en casi cualquier ámbito personal y profesional. Muchos dirían que son actividades lentas, pero esa palabra es inexacta: serían lentas si se invirtiera en ellas más tiempo del que naturalmente necesitan, pero lo cierto es que, en realidad y por lo general, se invierte menos tiempo del necesario. Es decir: que a pesar de que el mundo las llama lentas, suelen ejecutarse a un ritmo más rápido del que les es propio.

Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, de Stephen R. Covey, fue publicado en 1989 y hoy (más de 15 años después), el libro se ha convertido en la piedra angular sobre la que edificar toda una forma de entender el desarrollo personal, familiar y empresarial. Covey ha vendido 15 millones de ejemplares y el prestigio y difusión de la obra han permitido la creación de una compañía presente en 123 países. En la página de agradecimientos, Covey revela que el origen de su reflexión está en los años 70 (unos 15 años antes de la publicación), como parte de un programa doctoral en el que empezó a investigar la literatura sobre el éxito escrita en los últimos 200 años. Entre los agradecimientos a la primera edición, menciona a la multitud de alumnos y colegas y a los miles de personas con los que ha discutido su obra hasta llegar «lentamente» -es literal- a la formulación contenida en su libro.

domingo, 13 de octubre de 2013

Cómo entrenar la atención para vivir creativamente

Ricard Terré, Sant Boi de Llobregat, 1956.

Escribió Jaime Balmes en El criterio que la atención es «la aplicación de la mente a un objeto» y que la mayor parte de nuestros errores no son por carecer de inteligencia, sino por falta de atención. La idea de este artículo es mostrar que al entrenar la atención, maduramos la inteligencia, y que una inteligencia madura nos ayuda a vivir creativamente.

La falta de atención acumula en nuestra mente apreciaciones inexactas que, lejos de ordenarse y ayudarse mutuamente, se mezclan, funden, confunden, borran y embrollan entre unas y otras. Sin atención, lo que llamamos “nuestro conocimiento”, eso con lo que medimos la realidad y al que acudimos para tomar decisiones, se torna ligero, superficial, inexacto o totalmente equivocado. Una atención deficiente genera un conocimiento y una memoria deficientes. Desde ahí, nuestras elecciones y decisiones son más precarias e inseguras, posiblemente imprudentes o, en el mejor de los casos, mecánicas.

Nicholas Carr, en Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, sostiene que las nuevas tecnologías nos seducen y esclavizan. Carr sostiene que herramientas como Google nos da una falsa sensación de cultura al emborracharnos de información, pero mantiene nuestro pensamiento en la dispersión y la superficialidad, anula nuestra capacidad de profundizar, de permanecer solitarios y concentrados durante largo tiempo en una tarea. El análisis de Carr, grosso modo, me parece oportuno. Sin embargo, creo que confunde la atención con la gimnasia intelectual, y en eso debo distanciarme de él.

domingo, 6 de octubre de 2013

El Coaching Dialógico ya tiene un manual de referencia

Portada del libro Coaching Dialógico.
ALONSO, Susana; ABELLÁN-GARCÍA, Álvaro; AGEJAS, José Ángel; MÁRQUEZ, Natalia; PEETERS, Nadia; REVUELTA, Pilar; ÁLVAREZ CAMPILLO, Juan Carlos; MARTÍNEZ, Carmen.
Coaching Dialógico
LID Editorial, colección acción empresarial
Madrid, 2013.
[Disponible en papel y en eBook]
[Extracto]

El libro Coaching Dialógico es fruto de 10 años de experiencia en desarrollo personal y otros tres de investigación interdisciplinar para crear una escuela con una sólida fundamentación antropológica. Filósofos, psicólogos y coach de diversas escuelas hemos trabajado juntos para alumbrar un nuevo estilo de coaching, el primero gestado en España, cuyos ciclos de formación -por ahora siete ediciones- confirman su enorme potencial para acompañar a las personas en su camino de plenitud.

Ya expliqué en LaSemana.es qué me llevó a formar parte de ese equipo. Mi convicción de que es en el diálogo auténtico donde cada uno de nosotros descubrimos quiénes somos, quiénes queremos llegar ser y cómo llegar a serlo, tuvo mucho que ver. Mi tesis doctoral, que busca fundamentar una Teoría Dialógica de la Comunicación, fue un hallazgo para quienes gestaban este modelo. Su invitación a incorporarme al proyecto de investigación era una llamada que no podía dejar de escuchar. Ahora quiero compartir contigo, muy sintéticamente, el valor distintivo de esta escuela de coaching, así como lo que te puedes encontrar si adquieres el libro.

El coaching es una práctica profesional emergente que nace en el ámbito deportivo, en disciplinas donde el inner game (el juego interior), es especialmente importante: tenis, esquí, golf… El mundo de la empresa importó la idea con enorme éxito, lo que ha permeado otros ámbitos: el acompañamiento terapéutico, el coaching de equipos, educativo, familiar, life coaching, etc. El coach es una persona formada para ser un entrenador personal que acompaña al cliente o coachee en el proceso de identificar sus retos, metas e ideales, trabajar sobre su propósito vital, valorar diversas opciones y desarrollar su capacidad creativa, diseñar planes de acción, ejecutarlos, valorar los resultados y… vuelta a empezar.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Cuéntame tu historia y te diré quién eres

Francesc Català-Roca, Girona, 1975.
La consultora The Grove lleva más de treinta años ayudando a las empresas a planificar su futuro. Una de las herramientas que utilizan es el modelo de la cimentación, diseñado por ellos, que consiste en trabajar con el pasado. La idea es responder con dibujos en una línea temporal a preguntas como estas: ¿Cuáles fueron vuestros logros más importantes? ¿Qué objetivos os planteasteis? ¿Qué obstáculos superasteis? ¿Qué personas fueron importantes?

La metáfora de la cimentación nos sugiere que el futuro que podemos alcanzar dependerá de los cimientos que construimos en el pasado. El pasado no es sólo pasado, sino la estabilidad y el dinamismo que sostienen e impulsan nuestra acción presente y futura. Revisar el pasado no impide planificar un futuro ambicioso o rupturista; pero nos hará más conscientes de nuestros recursos, fortalezas, debilidades e ideales, nos permitirá detectar lastres presentes que podemos soltar y carencias que debemos superar para garantizar la solidez de nuestros proyectos.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Apología de la memoria: una cuestión de belleza, historia e identidad

 Museo Yad Vashem del Holocausto, Salón de la memoria.
Jerusalén, arquitecto Moshe Safdie, 1953.
«Yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros [...]. Les daré un nombre permanente [un yad vashem], que nunca será olvidado» (Isaías 56,5).

Tendemos a pensar que la memoria es un mero almacén de datos. Se nos ha dicho que la educación del XIX, que prestigiaba la memoria, ahogaba el pensamiento y la creatividad. Se ha extendido la idea de que gracias a Internet y a los soportes de almacenamiento digital tenemos toda la memoria personal y colectiva a un solo clic. Quizá porque pensamos todas esas cosas damos poca importancia al trabajo con nuestra memoria. Sin embargo, descuidar la memoria afecta a nuestra supervivencia, al sentido que le damos a nuestra vida, al modo en que nos relacionamos con el mundo y a la comprensión de nuestra propia identidad. De ahí que quiera compartir contigo esta especie de apología de la memoria.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

"El veloz murciélago hindú": reconocer, redescubrir, agradecer

#cosasbonitas de @AmaliaCasado creado para esta nota.
Re-conocer es re-descubrir y re-descubrir es de las experiencias humanas más gratificantes que tenemos desde pequeños. Hay algo entre mágico y desconcertante en la capacidad que adquirimos para prever lo que va a pasar en un relato o cuento ya conocido. Hay algo sorprendente en el hecho de descubrir cosas nuevas en lo que ya dominamos como archisabido. Hoy caí en la cuenta de que «reconocer» es un palíndromo. Es decir, que se lee igualmente de izquierda a derecha que de derecha a izquierda. Me viene muy bien, porque me sirve para ilustrar cómo, al reconocer una realidad, el movimiento siempre es doble: de la realidad hacia nosotros y de nosotros hacia la realidad.

Hoy reconocí algo que estudié en su día; y recordé lo bien que lo pasamos varios compañeros de clase tratando de superar el modelo: «El veloz murciélago hindú comía feliz cardillo y kiwi. La cigüeña tocaba el saxofón detrás del palenque de paja». Ambas frases conforman un pangrama, es decir, un texto que usa todas las letras del alfabeto con el menor número de repeticiones posibles. Se usan mucho en edición digital, para poder comprobar de un vistazo una tipografía de letras completa. La brevedad y plasticidad de ese pangrama nos subyugaron. Mis compañeros y yo no logramos superarlo; pero nuestras tentativas nos inspiraron varios relatos y llenaron de carcajadas, tensión y sana competencia creativa muchas horas muertas.

Hay otra forma de reconocimiento que no tiene que ver con las cosas, sino con las personas, y que uno no puede hacerse a sí mismo. Es muy difícil que seamos capaces de reconocernos como valiosos para otras personas; o que seamos capaces de reconocer el valor que les aportamos. O nos lo muestran, o nos lo reconocen, o siempre nos quedará la duda. Esa es la lección del relato sufí sobre el anillo del talento. Y hay pocas experiencias más duras que las de creer que no servimos para nada, que podemos borrarnos y nada se perdería (quizá, incluso, que todo sería mejor para todos sin nosotros).

jueves, 12 de septiembre de 2013

La dialéctica de los malos empleados y las malas empresas

Aplicar la "lógica para controlar las cosas" a las relaciones humanas 
genera esclavos, monstruos, tiranos y mundos inhabitables.
El 75 por ciento de los empleados trabaja con “resignación” e “indiferencia”; el 78 por ciento afirma que son tratados por los jefes como “máquinas y números”, reconoce “no estar a gusto” en su puesto de trabajo y admite que si sigue ahí es porque “no le queda otra”. Son datos que arroja una investigación de Koerentia (Abc.es, 04/04/2012).

La primera vez que consulté estos datos pensé: “Si el 75 por ciento de las personas empleadas en este país trabajan resignados y con indiferencia, bastante bien le va a nuestra economía”. De hecho, me sorprendo a menudo por la desidia e incompetencia manifiesta de muchas personas que trabajan de cara al público. También me ha pasado al revés: cuando una de estas personas se muestra educada, servicial y manifiesta saber de lo que habla, me dan ganas de pedirle su tarjeta, porque la llevaría conmigo a cualquier aventura empresarial.

Escuchar detenidamente las razones de esa desidia nos permite plantear una nueva perspectiva, que no invalida la anterior: “Si las empresas tratan a las personas como máquinas y números, matarán su iniciativa personal, su sentido de la responsabilidad y desperdiciarán sus talentos y capacidades”. Las empresas grandes buscan la estandarización de productos y servicios en su búsqueda febril de maximizar el beneficio y, con ello, reducen a sus empleados al anonimato y a lo impersonal, lo que denigra la dignidad tanto de sus empleados como de sus clientes.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Una causa común que nos define

Eugène Delacroix, La libertad guiando al pueblo, 1830.

Funciona igual en las pandillas callejeras, las tribus urbanas, las sectas, los equipos de fútbol, las empresas, los ejércitos, las parejas de mus, las familias que pasan por dificultades, las religiones, los grupos musicales, las asociaciones de vecinos, los nacionalismos, los alcohólicos anónimos, los últimos supervivientes de la humanidad y la Compañía del anillo. Nada une más ni nos otorga más fuerza que aquello que nos distingue, define y une en la conquista de un objetivo común. Es un esquema profundamente humano: unificar sentido y compañía. Entonces, todo parece conspirar a nuestro favor y hasta las dificultades son una oportunidad para crecer juntos.

Quizá la chispa es el asombro al descubrir una causa, un anhelo, o un sueño compartidos. El rumbo lo marca la clarificación de las metas y objetivos concretos. El motor son los ánimos y el reconocimiento mutuo, que se alimentan de los primeros resultados, por sencillos que sean. En espiral creciente, esas sensaciones se potencian mutuamente: asombro, confianza, metas, compromiso, resultados, satisfacción, más asombro y (auto)confianza, nuevas metas… y así, sucesivamente.

miércoles, 28 de agosto de 2013

La resiliencia: de Tim Guènard a la Pantera Rosa

A los tres años, su madre lo ató a un poste eléctrico y lo abandonó en medio del bosque.
A los cuatro, dormía desnudo en la caseta del perro.
En su quinto cumpleaños, su padre le pegó una paliza desfigurándole el rostro y partiéndole las piernas.
A los siete ingresa en un orfanato, donde es maltratado por la institución.
En su noveno cumpleaños fracasa en su ya reincidente intento de suicidio.
A los 11 es acusado falsamente de incendiar un granero e ingresa en un correccional, del que se fuga con 12.
A los 13 es violado por un glamouroso hombre parisino.
A los 14, analfabeto, sin educación ni familia, empieza a prostituirse en Mont-Parnasse.
¿Qué será de él dentro de unos años?
¿Qué esperanza de vida -parece risible hablar de “futuro”- le damos?

Esta historia me viene a la cabeza siempre que algún alumno de 18 años que estudia en una universidad privada viene a contarme lo mal que le trata la vida. Sus obligaciones, lo aburrido de las asignaturas, la cantidad de trabajos de clase a los que debe enfrentarse, el suspenso de turno, la poca pasta que tiene para salir los fines de semana u organizarse viajes con sus amigos.

Lo que me llama la atención de estos alumnos no es que se sientan abrumados por los retos que les plantea su vida. Cada sufrimiento es el de cada uno y toda comparación entre sufrimientos es injusta. Cualquier vida, cualquier circunstancia, es susceptible de ser percibida como una difícil aventura. El mero hecho de existir y estar vivos es ya una experiencia que debería sorprendernos y sobrecogernos siempre. Lo que me llama la atención es que afrontan esa situación como marionetas del destino, como esclavos de una situación que parecen no haber elegido y que les pesa demasiado.

lunes, 26 de agosto de 2013

«Quiero piratas, no marines»

Restos del submarino Kursk, una vez rescatado del fondo de océano.

«13:5…h. Está demasiado oscuro para escribir aquí, pero trataré de hacerlo a ciegas. Parece que no hay ninguna posibilidad, o un 10 o un 20 por ciento. […] Hola a todos, no desesperéis».

Son las últimas palabras anotadas por el teniente capitán de Navío Dimitry Kolesnikov a bordo del submarino hundido Kursk. La nota recoge la altura moral con la que aquel soldado afrontó sus últimos minutos, debatido entre la escasa esperanza de un rescate incierto y la casi certeza de que moriría encerrado en un casco metálico en las profundidades del océano.

Esas fatídicas palabras están grabadas en la memoria muchos marinos. Geordie Bunting, de la Marina Real Australiana, recordó la nota cuando el agua empezó a entrar por el caso de la sala de máquinas del Dechaineux. En sólo 10 segundos el agua comenzó a zarandearle de un lado a otro –como si estuviera en una lavadora- y supo que nadie (salvo ellos mismos) podría hacer nada por salvarlos. En la sala de arriba, varios marineros cerraron las entradas de agua accionando un control de emergencia, mientras que otros corrieron hasta la sala de motores y cogieron a Geordie de las solapas, casi inconsciente, justo a tiempo para cerrar la esclusa y aislar la sala.