lunes, 18 de noviembre de 2019

Narración, testimonio y argumentación: el ‘realismo eminente’ de la información periodística

El Seminario Bibliográfico de Aedos reúne a un grupo interdisciplinar de académicos en torno a una novedad editorial. El acto comienza con una presentación de la obra por parte del autor; continúa con un comentario crítico de otros investigadores que examinan la obra desde su disciplina particular. Entonces el autor toma de nuevo la palabra, dando paso a un animado debate sobre los asuntos que trata la obra comentada.

La primera vez que asistí como invitado a una sesión me pareció un ejercicio muy universitario y un privilegio para los autores del libro comentado. Desde hace unos años, cuando se presente un libro próximo a mi área de estudio, el presidente de Aedos, Fernando Fernández Rodríguez, me invita a ser uno de los comentaristas. Así ocurrió el pasado 26 de octubre de 2019, con el libro de GALDÓN LÓPEZ, Gabriel. Infoética. El periodismo liberado de lo políticamente correcto. CEU Ediciones, Madrid, 2019. Fue en la Sala Institutos de la Universidad CEU San Pablo, en el campus de Julián Romea, 20 (Madrid). A continuación, transcribo el contenido de mi disertación.

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1. Desde hace unos años, cuando me siento delante del teclado para escribir alguna intervención oral, e incluso algún escrito, dedico algún tiempo a preguntarme por el tono adecuado que debo imprimir a mis palabras. Al preparar las palabras de hoy descubrí con sorpresa que el tono que siempre termino por elegir es siempre el mismo, el de agradecimiento. Cuando lo descubrí, volví sobre las páginas del libro que hoy nos ocupa y fui directo a los dos ejemplos de «narración testimonial» que reproduce el profesor Galdón (2019: 270–276).

  • El primero relata el testimonio de Mariam, esposa de uno de los 21 coptos asesinados en Libia por el Daesh en 2015, cuyo titular dice: «La joven viuda de un decapitado: no estoy triste y no lo estaré jamás. Soy la esposa de un mártir» (ReL, 2017).
  • El segundo recoge el testimonio de John Bruchalski, médico que pasó de practicar abortos a dirigir la mayor clínica provida en Virginia (Yuste, 2017).

Si la esposa de un asesinado y el médico abortista que cambió de vida al descubrir el sufrimiento que había causado nos hablan de sus propias vidas dando gracias a Dios, qué derecho tengo yo, supuesto hombre de fe, para escribir desde cualquier otro lugar de mi corazón. Aunque de hecho, con frecuencia, empiece a escribir desde otro lugar.

Este descubrimiento me llevó a pensar en el periodismo testimonial desde un ángulo algo distinto al que propone el profesor Galdón en su libro. Pensé que el periodista no sólo busca buenos testimonios, sino que él mismo es un testigo. Un testigo que habla necesariamente desde un lugar, desde una actitud, que ha de ser auténtica, para ser fiable. Pero eso lo explicaré luego. Ahora debo empezar por el principio, con una visión panorámica de Infoética que servirá también para justificar mi decisión de comentar los géneros narrativo, testimonial y argumentativo.

2. Es difícil, para quienes hemos estudiado algo la trayectoria intelectual del profesor Galdón, no comparar Infoética (CEU Ediciones, 2019) con Desinformación. Método, aspectos y soluciones (Eunsa, [1994] 2006), un libro que ha cumplido ya 25 años. En cierto modo, el libro de ahora es una actualización del libro de entonces, por lo que uno se pregunta no sólo qué hay de nuevo sobre este tema, sino también qué ha pasado por la mente, el corazón y la vida de un autor que revisa su trabajo con 25 años de experiencia extra en la mochila. Sobre esto, quiero subrayar dos novedades.

La primera: el libro del 94 terminaba con una «Carta a los lectores de buena voluntad». Un guiño a la doctrina social, pero también un gesto de lo que podríamos llamar «literatura académica diálogica», pues el final de la carta incluía el correo-e del autor. Este gesto, por el que el «monólogo académico» se tornaba en «invitación al diálogo», en su día, me conquistó. Tanto, que busqué algo similar en las últimas páginas Infoética, sin fortuna.

Sin embargo, encuentro una explicación estilística para esto –al margen de la que pueda dar el propio autor–. El texto del 94 tenía un tono marcadamente académico, lo que casi es sinónimo de «impersonal», por lo que era normal que un maestro sintiera entonces la necesidad, al finalizar su trabajo, de buscar un género que le permitiera ensayar un tono más personal para dirigirse a sus discípulos. Pero eso ya no es necesario en el texto de 2019 que es, en cierto modo, todo el, una epístola. El subtítulo del libro, que reza «el periodismo liberado de lo políticamente correcto», bien podría aplicarse al propio libro, diciendo de él algo así como «el lenguaje académico liberado de lo políticamente correcto». Porque este libro, sin abandonar el dominio de las fuentes y el conocimiento actualizado de los asuntos que trata, tiene un tono más testimonial que el anterior y que el habitualmente hoy admitido por la academia oficial.

La segunda novedad es que esta nueva forma de escribir concuerda con una maduración en algunos aspectos de fondo. Si el libro del 94 se propone hacer una descripción causal-fenomenológica del periodismo objetivista y de sus consecuencias; el libro de 2019 se estructura todo él en torno a las diversas miradas sobre el periodismo y sobre los asuntos que tratan los periodistas. La noción epistemológica de la mirada ha cobrado un nuevo protagonismo.

La primera parte del libro, la pars destruens, en la que se denuncian las formas miopes del periodismo, es similar a la de 1994, si bien ha quedado actualizada. Es en la segunda parte del libro, en la pars construens, donde encontramos una mayor extensión y maduración. Es decir, que en 1994, para el profesor Galdón, los males estaban ya sobradamente identificados y son hoy los mismos de entonces; o, si no son los mismos, tienen al menos la misma raíz. Sin embargo, de 1994 hasta hoy, lo que ha buscado el profesor Galdón son respuestas creativas, novedosas y fecundas, a esos males.

3. Es de esta tercera parte del libro de la que yo querría decir algunas palabras. Precisamente en el contexto de una comunicación que no sea monológica, sino dialógica, el profesor Galdón nos habla de «la verdad y el amor en la mirada» (2019: 221 y ss) y, en relación con esto, de «saber compartir el saber» (2019: 257 y ss).

El sabio dialógico no sólo sabe, sino que sabe compartir lo que sabe; es más: sabe alumbrar o dar a luz el saber que todos llevamos dentro sin saberlo. Esta es la grandeza del verdadero sabio, que no te cuenta una verdad externa o ajena a ti, sino que al hilo de explicar diversos hechos y acontecimientos, te revela o recuerda una verdad sobre ti mismo.

Para «saber compartir el saber», dice el profesor Galdón, es necesario escoger verdades significativas y expresarlas en un lenguaje apropiado. Llegados a ese punto, el profesor Galdón se atreve a sugerir «algunas estructuras y modos comunicativos-discursivos adecuados», en concreto, tres: la narración, los testimonios y las columnas o artículos de fondo, que luego definiremos con más precisión. Lo hace con alguna prevención, digna de mención:

No es este el lugar, ni el momento, para desarrollar algo así como una Nueva Teoría (humanista cristiana) de la Redacción Periodística que conceptualice, categorice, ejemplifique y aplique cada uno de estos modos. Entre otras cosas porque ni se puede ni se debe hacer (2019: 265)

Y no se debe hacer para no restringir la libertad creativa del periodista para inventar constantemente los modos (el autor evita la denominación «géneros») que mejor convengan: «argumentativos, narrativos, testimoniales, descriptivos, gráficos, dialécticos, críticos, documentativos, simbólicos, apelativos y mixtos)».

Hay que reconocer además que esta propuesta de modos es problemática porque la narración, el testimonio y las columnas son modos proclives, hay que reconocerlo, no ya a la subjetividad, sino a la parcialidad tendenciosa. Y son los modos más sospechosos para la mirada objetivista. Sin embargo, son tres modos muy bien escogidos y debemos explicar por qué.

a) El periodismo narrativo

El profesor Galdón acude a los trabajos teóricos de Wurman, Juan José García-Noblejas, Norberto G. Gaitano y Paul Ricoeur para explicar el valor de las narraciones como forma expresiva especialmente capacitada para revelarnos la verdad sobre los asuntos humanos. Es, a mi juicio, una muy buena selección de autores para justificar su propuesta. Es cierto –y estos autores lo demuestran– que la trama narrativa proporciona una síntesis de elementos heterogéneos, dando coherencia, unidad y sentido a hechos, datos, circunstancias, motivaciones, causas, acciones y consecuencias. Además, lo hacen de tal forma que buena parte de esa información se torna memorable, fácilmente recordable.

Ahora bien: este valor de las narraciones es pertinente por igual tanto para el periodismo como para la ficción. El Señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien, también proporciona una síntesis de elementos heterogéneos dándoles coherencia, unidad y sentido y revelándonos verdades profundas acerca del ser humano. Y esta conexión de la narración con un tipo de verdad más profunda que la de los meros datos es siempre una tentación para el periodista narrativo.

En nombre de la consistencia interna de la trama, incluso de la verosimilitud de la historia, en nombre de comunicar esas verdades profundas que se quieren comunicar, se corre el riesgo de sacrificar otras verdades que, al lado de aquellas, parecen nimias. Y, sin embargo… el periodista debe aceptar que los hechos le estropeen una buena historia; o una buena interpretación de la historia. A menudo la historia es menos verosímil y comprensible que la ficción y, sin embargo, a ella se debe el periodista.

El riesgo de confiar en el periodista que nos cuenta historias es muy alto. Sólo podemos confiar en su palabra, en su testimonio. Y eso nos lleva al segundo modo narrativo que propone el profesor Galdón.

b) Las narraciones testimoniales

¿Qué se entiende en Infoética por «narraciones testimoniales»? Pues se entiende lo que habitualmente se entiende en Periodismo por testimonio. El relato de una historia en primera persona por parte de uno de los testigos o protagonistas de esa historia.

De todos los testimonios posibles, el profesor Galdón nos recomienda los que podríamos llamar «edificantes». Cito literalmente:

Dar a conocer las vidas actuales ricas en virtudes humanas y sobrenaturales de muchísimas personas que no salen en los medios y cuyos testimonios representan fidedigna y cabalmente una gran parte de esas verdades buenas que es bueno comunicar porque son realidades humanas actuales cuyo conocimiento sirve para explicar lo que está pasando en el mundo … (2019: 270 y ss)

Luego, el profesor Galdón enumera ejemplos clásicos, cita dos ejemplos actuales, a los que aludí al principio de mi intervención, y propone una lista de posibles testimonios que sería interesante obtener.

Todo esto me parece muy bien y es muy preciso, desde la perspectiva periodística. Pero a mí me interesó esto del testimonio desde otra perspectiva, la «epistemológica». El testimonio no como «género periodístico», sino como «categoría epistemológica», como fuente de conocimiento de la verdad. ¿Por qué digo esto? Porque, recordemos, habíamos dejado en suspenso el tema la verificación de la información en el llamado «periodismo narrativo».

¿Qué hace fiable a un testigo? ¿Qué hace fiable un testimonio? ¿En qué sentido los testimonios son o pueden ser fuente de certeza y capaces de orientar nuestra visión de las cosas o nuestras decisiones como ciudadanos? Esas son preguntas que creo que sólo indirectamente están respondidas en el libro –están, sobre todo en la primera parte, sobre las virtudes del periodista; pero no están tan presentes en clave de recepción de la noticia– y creo que sin una adecuada epistemología del testimonio no lograremos superar el objetivismo.

Tenemos, además, un último problema añadido, vinculado al tema del testimonio. Ocurre a menudo que, aun cuando nosotros mismos hemos sido testigos de un acontecimiento (y no hace falta que sea muy complejo; basta una sesión parlamentaria o un partido de fútbol), necesitamos adherirnos a una interpretación de lo que allí ha ocurrido y tal vez necesitamos la de otro distinto de nosotros mismos, cuyo juicio nos parezca más fiable que el nuestro. Esto nos da pie a hablar del tercer modo que propone el profesor Galdón.

c) Columnas y artículos de… información

Aquí, debo reconocer que me gusta la provocación del título, pero me cuesta aceptar el juego de palabras. Es cierto, como dice el profesor Galdón, que el objetivismo deriva en una falsa distinción radical entre lo objetivo y lo subjetivo. Es cierto también que las noticias tienen siempre algo de subjetivo; y que las buenas columnas deben guardar fidelidad a los hechos objetivos, aunque luego los valoren como consideren.

Pero yo creo que la solución a esta falsa distinción radical entre lo objetivo y lo subjetivo no puede venir de eliminar la distinción entre lo informativo y lo opinativo, sino que más bien conviene abordar este asunto desde otras categorías menos confusas que las de «objetividad» y «subjetividad».

De entrada, tanto la información como la opinión tienen en común el necesitar de interpretación. Tanto al elaborarlas como al recibirlas. Y en este sentido hablamos de una operación «hermenéutica» (en la estela de Gadamer, Ricoeur o López Quintás); y en la hermenéutica no se habla tanto de lo objetivo o de lo subjetivo como de lo esencial y de la comprensión de lo esencial por parte del intérprete, para una posterior aplicación de la comprensión.

La hermenéutica es ese juego interpretativo capaz de, partiendo de lo sensible, hacer presente lo esencial e invisible. Y eso esencial invisible no es ni objetivo ni subjetivo, sino una realidad nueva que se hace presente entre lo objetivo y lo subjetivo sin confundirse con ninguna de las dos cosas. A eso tercero que aparece en la relación entre sujeto y objeto es a lo que el profesor López Quintás llama con frecuencia lo «superobjetivo» o lo «ambital» y es el tipo de realidades que interesan a lo que él llama el «realismo eminente», por oposición al realismo miope del positivismo.

Tanto el periodismo narrativo como el testimonial son capaces, en ocasiones, de revelarnos este realismo eminente… de forma que una historia y un testimonio particular se nos aparecen, a la vez, como universales. Y en el caso de las columnas y los artículos de fondo, el modo de expresar este realismo eminente es distinto, el modo es la argumentación, el dar razones. Y a quien nos da razones razonables de su interpretación le consideramos –y de esta forma cerramos el círculo que abrimos más arriba– un testigo fiable.

Dos conclusiones

La primera: que hay dos modos periodísticos, sin menoscabo de otros ya tradicionales o por inventar, que conviene rehabilitar: el narrativo (dentro del cual yo incluiría el testimonial) y el argumentativo.

La segunda: que para rehabilitarlos, además de ofrecer ejemplos logrados de ambos modos, conviene profundizar más en la epistemología adecuada para producirlos y para recibirlos. Necesitamos una epistemología del testimonio; ejercida por un intérprete o hermeneuta cualificado. Una epistemología donde la palabra «verificación» sigue teniendo su lugar, pero donde deben también caber otras, como confiabilidad, verosimilitud y razonabilidad. Virtudes que, por cierto, reconocemos con dificultad en personas que se muestran interesadas; y reconocemos con mayor facilidad en las personas agradecidas por lo recibido y capaces de compartirlo cuidándose de evitar cualquier alteración.

Muchas gracias.

Bibliografía

Galdón López, G. (2006). Desinformación: método, aspectos y soluciones. Pamplona: EUNSA.

Galdón López, G. (2019). Infoética: el periodismo liberado de lo políticamente correcto. Madrid: CEU Ediciones.

ReL. (2017, March 29). La joven viuda de un decapitado: «No estoy triste y no lo estaré jamás. Soy la esposa de un mártir». Visitado el 25.10.2019,en ReL.
Yuste, T. G. (2017, April 4). Así es la historia de John Bruchalski: de practicar abortos a dirigir la mayor clínica provida en Virginia. Visitado el 25.10.2019 en Actuall.

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