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viernes, 24 de noviembre de 2017

«Pásame la sal»; un modo de apropiarme el mundo

Ceci n'est pas una pipe (Esto no es una pipa), René Magritte, 1929.

«Como decíamos ayer…» una fuerza interior ha crecido dentro de mí hasta obligarme a escribir un blog. Disfruté mucho de mi primera sesión como profesor en el Seminario de Metodología de Investigación en Estética y Comunicación (doctorado en Humanidades, Universidad Francisco de Vitoria). Como siempre que me ocurre esto en clase, la fuente del disfrute es doble: de un lado, viene del subirnos a hombros de un gigante; del otro, de alumnos ejemplares dispuestos a ver más y más lejos que el gigante.

lunes, 25 de abril de 2016

Kapuscinski: «Hallar la palabra certera»

Ryszard Kapuscinski, foto del Archivo de la familia Kapuscinski.

«Hallar la palabra certera
en plenitud de sus fuerzas
tranquila
que no caiga en la histeria
que no tenga fiebre
ni una depresión

martes, 31 de marzo de 2015

La historia de Marie Hertuin: un canto a la Educación

Fotograma de La historia de Marie Hertuin (Jean Pierre Améris, 2014).
La película, basada en hechos reales acontecidos a finales del XIX, cuenta la historia de una sordomuda ciega de 14 años que vive sumida en las tinieblas, en un universo limitado por el tacto y los olores. Su padre, desoyendo los consejos médicos que sugerían enviarla al manicomio, acude al instituto Larnay, cerca de Poitiers (Francia), en el que unas religiosas se encargan de la formación de mujeres sordomudas. La directora del instituto declinó acoger a Marie, ya que no estaban preparadas para educar a una persona en estado salvaje, incapaz de comunicarse con el mundo. Sin embargo, una joven religiosa descubrió en aquella niña su vocación educadora y decidió encargarse personalmente de Marie.

jueves, 12 de febrero de 2015

Escribimos y leemos

María Zambrano. Fotografía de Raúl Cancio

«Escribir es defender la soledad en la que estamos», escribía María Zambrano. Lo escribía sola, lo leí solo, lo trascribo solo, lo publico solo. Y, sin embargo, María, tú y yo, «estamos». Ahora. Solos. Solos los tres. Juntos.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Elogio de la teoría I: origen y perversión del concepto

El peine de los vientos. "Este lugar es el origen de todo. Él es el verdadero autor de la obra. Lo único que hice fue descubrirlo. Es imposible hacer una obra como ésta sin tener en cuenta el entorno. Sí, es una obra que he hecho yo y que no he hecho yo" (Eduardo Chillida). Fotografía de Álvaro Abellán.
Somos más herederos de Descartes de lo que pensamos. Entre los frutos de su modo de pensar al hombre y al mundo está el desarrollo de las ciencias naturales y exactas modernas y, con ellas, la tecnología que nos rodea y que articula en buena medida nuestra vida cotidiana. Entre las desgracias de su planteamiento está la hipertrofia de la razón, de la mentalidad analítica, que plantea casi como dilemas irreconciliables algunos ámbitos de la vida que, antes del siglo XVI, mantenían una relación armónica y orgánica mucho más humana.

martes, 19 de agosto de 2014

Jiménez Lozano: «Está el lenguaje oficial y técnico; y luego está el lenguaje verdadero»

Retrato de José Jiménez Lozano, tomada de su página web oficial: JimenezLozano.com.
«Está el lenguaje oficial y técnico, el de “esto es una copa” o “tráeme esto”. Y luego está el lenguaje verdadero, el literario, el de la oración, el del amor». Así sintetizó José Jiménez Lozano, premio Cervantes 2002, la distinción entre las obras bien escritas y las mal escritas. Curioso en un gran literato, sobre todo porque respondió con esas palabras a una universitaria que se quejaba de cuánto se venden buenas historias mal escritas y de cuántos libros hay sintácticamente perfectos que nadie leía. Así, aunque el mismo autor se lamenta de lo mal escrito de muchos libros, puso el acento en lo más importante: ni los temas, ni las historias, ni las reglas gramaticales, sino la hondura de las palabras y la intencionalidad de quien las pronuncia.

lunes, 10 de marzo de 2014

Ganarás la luz: biografía, poesía y destino

Buscando la luz, de Eduardo Chillida, en el Chillida-Leku.
Foto: Álvaro Abellán-García.
Los autores dialógicos sostienen que la palabra es la imagen o metáfora más perfecta del hombre, puesto que encarna en un significante (material, corpóreo) un significado (inmaterial o espiritual) y un sentido (orientación y destino). La palabra es siempre pronunciada por alguien y para alguien, lo que subraya la condición comunitaria y dialógica del ser humano. El mundo resulta significativo para el hombre en cuanto que es palabra para él; y, del mismo modo, la vida humana se torna significativa para uno mismo y para otros en cuanto que es también palabra o respuesta a los retos que el mundo nos plantea.

La historia de Helen Keller nos da pistas sobre el valor de la palabra en la vida humana; y los padres de la democracia confiaron en esa forma política precisamente porque sabían que la palabra es la forma de acción específicamente humana; y que toda acción propiamente humana es palabra.

Quizá, quienes mejor expresan y encarnan la condición del hombre como palabra son los poetas. Hoy recojo y te ofrezco algunos fragmentos del poemario de León Felipe Ganarás la luz, cuyo subtítulo ya nos pone en situación: Biografía, poesía, destino. Todos necesitamos ganar luz sobre nuestra propia vida; y el lugar en el que alumbramos nuestro destino es la palabra que pronunciamos con nuestra biografía. Éste es el testimonio del poeta:

«No en la primera, sino en la última página de la crónica es donde está escrito el nombre verdadero del héroe; y no al comenzar sino al acabar la jornada, es cuando acaso pueda decir el hombre cómo se llama». FELIPE, León. Ganarás la luz, Cátedra, Madrid, 1999, p. 90.

«La poesía se apoya en la biografía. Es biografía hasta que se hace destino y entra a formar parte de la gran canción del destino del hombre». (p. 103).

«Busco un nombre solamente. Mi verdadero nombre (no mi nombre de pila ni mi nombre de casta), mi nombre legítimo, nacido del vaho de mi sangre, de mis humores y del viejo barro de mis huesos que es el mismo barro primero de la Creación, de donde salen las uñas y las alas; mi nombre escrito en las huellas de mis pies sobre la arena blanda, hasta meterse otra vez en el mar, dejando un eco inextinguible en el viento, delante de mí, y la vieja voz que me persigue, a las espaldas. Mi nombre auténtico que le ahorre tiempo al psicoanálisis, la confesor, al cronista y al portero del cielo o del infierno. Un rápido expediente para poder decir en seguida, ante cualquier sospecha: éste soy yo». (p. 104).

«Hay un gesto en mi cuerpo y un tono en mi voz que lo dirán todo rápidamente como un relámpago en este nombre que busco: de dónde vengo y a dónde voy. Y hay alguien en el universo que espera que yo diga este nombre como una consigna para abrirme la puerta. Mi autobiografía tiene que ser esta consigna. Y al a que tú tienes que responder
[…] Quiero decir quién soy para que tú me respondas quién eres.
[…] Detrás de mí hay unas huellas sucias; delante, el guiño de un relámpago en la sombra y dentro de mi corazón, un deseo rabioso de saber cómo me llamo». (p. 105).

«Porque el poeta es el hombre desnudo que habla y pregunta en la montaña sin que le espere ya nadie en la ciudad. Habla siempre dentro del círculo de la muerte, y lo que dice, lo dice como si fuese la última palabra que hubiera de pronunciar. La muerte está tumbada a sus pies cuando escribe, esperando a que concluya. Y cuando ya no tenga nada que decir, nada que confesar y nada que preguntar, la muerte se pondrá de pie y le dirá cogiéndole del brazo: Vámonos». (p. 133).

«Puedo explicar mi vida con mis versos. […] En mi casa duerme el hombre en la misma cama que el poeta y los dos comen con la misma cuchara». (p. 179).

«Diré que la Poesía es una ventana. La ventana. La única ventana de mi casa.
Por esa ventana irrumpe la luz e ilumina todo lo que yo escribo en las paredes.
Y también entra el Viento. El viento entra y sale por la ventana […]
Yo sé además que entre el Viento y la luz hay ciertos planes.
He oído decir que entre el Viento y la luz pueden convertir un gusano en mariposa. ¿Y quién sabe lo que serán capaces de hacer algún día con el hombre?». (p. 221-222).

«Se escribe dentro de un plan que el poeta ignora al comenzar y que conoce solo el Viento. Y ahora veo que yo no he escrito más que un solo poema, uno solo. En él todo lo anterior y todo lo venidero tienen su sitio». (p. 256).

martes, 30 de julio de 2013

Que la palabra sea acción y la acción, palabra

Martin Luther King, East News PPCM, 1966. ¿Hombre de palabra u hombre de acción?
«Un caballero se avergüenza de que sus palabras sean mejores que sus actos», reza una expresión medieval. Con ello, denuncia la hipocresía, pero nos recuerda también algo importante: palabra y acción, en el ser humano, deben ir de la mano. Un buen ejemplo es el de Martin Luther King: ¿Fue un hombre de palabra o un hombre de acción? Decir que fue las dos cosas es verdad, pero no es todavía suficiente. No sólo es que dijera cosas y que, además, hiciera cosas. Es que sus palabras fueron una acción muy poderosa... y sus actos fueron más locuaces que los de innumerables otros.

La mentalidad moderna, de marcada actitud analítica, ha separado casi todos los órdenes de la vida. Analizar (dividir un todo en sus partes) es necesario para conocer; pero si luego no rehacemos el todo, quedamos desquiciados. Así ha ocurrido con el par de conceptos palabra-acción. Hoy parecen contrapuestos. Sin embargo, una y otra son realidades que, en cuanto humanas, resultan inseparables.

Los antiguos sabían que la palabra es una forma de acción. Muchos pensaban, incluso, que es la acción más propiamente humana, pues nos distingue de los animales. Éstos pueden ser más rápidos, más eficaces, más peligrosos, mejores supervivientes… y se comunican mediante un código infalible, unívoco, claro, sin posibilidad de error. Pero su código no es palabra. No es creativo, no inaugura mundos de posibilidades insospechadas, no crea cultura, ni ciencia, ni historia. Su palabra no es como la del hombre que «tiene palabra» (Aristóteles, Política, I), es decir, que es capaz de prometer y cumplir su promesa, de anticipar el futuro desde el presente. Mediante la palabra, y en diálogo, los hombres discernimos lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, lo conveniente y lo inconveniente y, de ese modo, fundamos la convivencia familiar y social, la amistad y el amor. Mediante la palabra vinculamos pasado, presente y futuro, tiempo y eternidad, burlando las exigencias del cronómetro. Por eso conviene recordarnos a nosotros mismos que las palabras no son sólo palabras, sino acción.

sábado, 13 de julio de 2013

Helen Keller: una palabra… y nace el mundo

Helen Keller, con 76 años, sostiene un libro escrito en Braille. Hulton Archive / Getty Images, 1956.
Helen Keller nació en Alabama durante el verano de 1880. A los 19 meses de vida cayó enferma y el médico determinó que no sobreviviría. Unos días después superó la fiebre y entre la alegría general que se extendió por toda su casa nadie intuyó que Helen no volvería a ver ni a oír. Helen quedó para siempre ciega y sorda.

A los cinco años, su necesidad de expresarse y comunicarse excedía sus posibilidades reales de relación, por lo que caía en constantes accesos de cólera y no pasaba ni una hora de su vida sin sufrir alguna crisis. Parientes y amigos dudaban de que Helen pudiera recibir educación o instrucción alguna. Sus padres no dudaron. Después de mucho investigar dieron con Alexander Graham Bell (sí, el del teléfono), quien se comprometió a encontrar una maestra para Helen. Así fue como Anne Sullivan apareció en la vida de Helen Keller el 3 de marzo de 1887. Maestra, cuidadora, compañera de juegos, acompañante… No podríamos entender la vida de estas dos mujeres sin ponerlas en relación mutua.

La primera tarea de Sullivan, además de acoger cariñosamente a Helen, fue la de enseñarle el lenguaje. Deletreaba palabras con su dedo en la mano de Helen, aunque ésta aún no sabía que cada palabra se correspondía con una realidad determinada. Tampoco sabía qué era eso de «una palabra». Un día, Helen se encolerizó porque no acertaba a deletrear lo que Sullivan escribía en su mano, y estampó una muñeca contra el suelo, haciéndola añicos. «Yo no había querido a la muñeca –relata Helen-. En el mundo del silencio y de tinieblas en que vivía, no existía la ternura, ni ningún sentimiento definido».

Sullivan se llevó a Helen a la calle. Alguien sacaba agua de un pozo y la maestra le colocó una mano bajo el chorro. Cogió la otra mano y sobre ella deletreó agua. Water, en realidad. Varias veces. Lentamente. Helen se concentró en el movimiento de los dedos de su maestra:
«Súbitamente –escribe Helen- me vino un confuso recuerdo, de cosa olvidada hacía mucho tiempo; de golpe, el misterio del lenguaje me fue revelado. Supe ya que agua era aquella frescura maravillosa que me bañaba la mano. Esta palabra cobró vida, hacía la luz en mi espíritu, y lo liberaba, llenándolo de júbilo y de esperanza. […] Todo objeto tenía un nombre, y todo nombre evocaba un nuevo pensamiento. Todo cuanto tocaba en el camino de vuelta a casa me parecía que palpitaba y tenía vida propia […] Al entrar en casa me vino a la mente la muñeca rota, fui a tientas a recoger los fragmentos y traté en vano de volverlos a unir. Se me llenaron de lágrimas los ojos, porque comprendí lo que había hecho y, por primera vez en mi vida, conocí el pesar y el arrepentimiento» (2012: 32).

jueves, 7 de marzo de 2013

Características del acompañamiento universitario según la idea de universidad de Benedicto XVI

George Ratzinger visita a su hermano Benedicto XVI en su 85 cumpleaños.
«La idea de universidad de Benedicto XVI es fecunda porque bebe de la fuente originaria de la que mana todo lo original: la realidad a la que esa idea remite. Queremos reflexionar en esta comunicación sobre algunos conceptos y propuestas de Benedicto XVI, desgranados en diferentes intervenciones públicas, de los que se desprenden formas de acompañamiento y características del “maestro universitario” de una universidad católica: “razón ampliada”, “caridad intelectual”, “inteligencia de la fe”, lectura de la “Palabra” y de “las palabras” en comunidades creativas y proféticas. De estos conceptos se desprende un modo muy concreto de profesor, de comunidad docente y universitaria, de formas de relación creativa y apostólica con los alumnos».

Ese fue el abstract de la comunicación que presenté en el Congreso Mundial de Universidades Católicas (WCCU) celebrado en Ávila en agosto de 2011. Aquel encuentro con universitarios de más de 20 países, y de los cinco continentes, fue para mí una prolongación de la reflexión ya iniciada en las II Conversaciones Universitarias organizadas por la Universidad Francisco de Vitoria el 3 de marzo de 2011 bajo el lema: Ratzinger – Benedicto XVI / The Idea of a University.

La renuncia y despedida de Benedicto XVI a su cátedra actualiza estas reflexiones. Al volver a su magisterio sobre el magisterio (valga la redundancia) pretendo penetrar un poco más en el misterio de su vida. Comparto estas reflexiones contigo por si también quieres rehacer ese camino. Puedes descargarte la comunicación en pdf pulsando en este enlace. El resto de esta entrada reproduce también el contenido íntegro de la comunicación.