domingo, 25 de marzo de 2018

'El velo pintado' en tiempo de Pascua

Fotograma de El velo pintado (The Painted Veil, John Curran, 2006).

Un joven (Edward Norton) conoce a una chica preciosa (Naomi Watts) de la que inmediatamente se enamora. No tarda en pedirla en matrimonio, pues él partirá pronto para China. Ella, para alejarse todo lo posible de su propio mundo y de sus padres, acepta. Como es una historia de amor del de verdad, la cosa, evidentemente, no puede ser tan fácil.Encontramos mitos y ritos de purificación para el amor en prácticamente todas las culturas conocidas. Para amar y ser amados parece necesario purificarse. Hoy llamamos a ese rito higiene, porque consideramos suficiente lavarnos por fuera.

La tradición cristiana, cuyos ecos milenarios resuenan estos días con mayor fuerza, nos relata la experiencia histórica de un hombre que dice ser Dios hecho carne. Ese Hombre-Dios, puente entre lo divino y lo humano, se entrega a la muerte para salvar a los hombres, padeciendo los sufrimientos de todos y cargando con la culpa de todos. De esta forma el cristianismo ha llevado al extremo el mito del sacrificio y la purificación por amor. De ahí que esta semana sea tal vez la mejor para hablar de una película que presente el amor humano como lo que es: El velo pintado (The Painted Veil, John Curran, 2006; basada en la novela homónima de W. Somerset Maugham).

Si de una película romántica se tratara, la trama iría de cómo enamorar al otro o de cómo salvar los obstáculos del mundo para que el sentimiento de los protagonistas se sublimara. Como no lo es, lo primero que hace la película es desmitificar esa forma ficticia de amor: los dos protagonistas, enamorados de su amor y de la imagen que se han hecho el uno del otro, fracasan en su camino de felicidad.

¿Cómo superar esa crisis? Hoy lo sabemos: nuevas cartas, nueva partida. La película propone otro camino:

  • La primera piedra en el camino para «aprender a amar» será reconocer este fracaso sin paliativos. 
  • La segunda, entregarse a una actividad generosa, donde no se buscan a sí mismos, sino el bien de terceras personas. 
  • La tercera, conocer los propios egoísmos y desmontar las imágenes que de sí mismos y del otro se habían montado: «Hemos sido unos estúpidos buscando en el otro virtudes que nunca tuvo». 
  • La cuarta, empezar a conocerse de verdad, lo que sucede cuando no actúan uno delante del otro, sino cuando uno descubre al otro en su actividad, en su quehacer, cuando lo ve sin máscaras, tal y como es. 
  • La quinta, buscar un diálogo sincero y aprender a perdonar.

«Mirad cómo se aman». Ese parece ser un lugar donde la vida se ensancha.



Este artículo pertenece a la serie #TúTambién; su primera versión apareció en LaSemana.es. http://www.lasemana.es/opinion/noticia.php?cod=20078

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