jueves, 26 de noviembre de 2015

López Quintás: ‘La ética o es transfiguración o no es nada’

Retrato del profesor Alfonso López Quintás. Fotógrafo, fecha y lugar, desconocidos (¡por ahora!).

«Crecer es ley de vida». «Crecemos jugando, es decir, asumiendo las posibilidades creativas que nos ofrecen las realidades del entorno». «Cuando se da esa fecunda interacción creativa, podemos decir que actuamos inspirados». Estas son algunas claves que encontramos ya en el Prólogo de La ética o es transfiguración o no es nada (BAC, 2014), la última gran obra –hasta el momento– del profesor Alfonso López Quintás, importante figura del personalismo español.

He tenido la oportunidad de publicar una reseña el libro en Anuario Filosófico (Vol 48, No 3, 2015, pp. 584-587), que puedes consultar en este enlace. Ahora me limito a extractar algunos párrafos de la misma:


«La primera parte de la obra describe el proceso de desarrollo humano a partir de doce descubrimientos, fruto de realizar diversas transfiguraciones en nuestras actitudes, entorno y en nosotros mismos, gracias al poder del juego y del lenguaje, de la literatura, el arte y la música. […]

La segunda parte del libro explica algunas transfiguraciones decisivas para nuestra vida, gracias a una mirada profunda y una actitud de sobrecogimiento y asombro, y expone también cómo el antónimo de la transfiguración es “la reducción manipuladora”, la simplificación de lo real conforme a nuestros intereses particulares.

La tercera parte del libro describe los diversos niveles de realidad en los que se desarrolla la vida humana y explica cómo fundamentar en cada uno de ellos nuestra vida ética. Quienes conozcan la obra del profesor sabrán que él distingue entre diversos niveles positivos –que nos abren hacia una vida más creativa y un mayor crecimiento espiritual– y negativos –que empobrecen nuestra vida y nuestro entorno–. En esta obra afina más su propuesta distinguiendo diversos subniveles. Por ejemplo, cuando expone el nivel 3 –la vida en los grandes valores– distingue entre el nivel 3a –el que supone nuestra opción incondicional por uno de los grandes valores– y el nivel 3b –el que supone nuestra capacidad para vivir desde un valor, instalados en él–, distinguiendo así dos experiencias éticas de distinto rango recogidas por nuestra tradición cultural.

En la cuarta y última parte, el profesor López Quintás explica la lógica de los niveles positivos, con especial atención al descubrimiento y la participación en los grandes valores. Este ejercicio, apuntado en obras anteriores, tiene aquí un desarrollo mayor. Es una de las aportaciones originales de esta obra, además de una prueba de fuego que el autor debía afrontar para que podamos valorar el alcance de su pretensión: ofrecernos una forma de pensar capaz de articular y vincular nuestra vida cotidiana –con las complejidades propias de nuestro tiempo– con la plenitud de la vida espiritual. En esta última parte, el autor nos remite a Vértigo y Éxtasis (Asociación para el Progreso de las Ciencias Humanas, Madrid, 1987) para repasar los niveles negativos y a futuras obras en las que desarrollará con mayor extensión la lógica del nivel 3 –los grandes valores anclados en la experiencia metafísica– y la del nivel 4 –la experiencia religiosa–».

Sólo me queda alentar al profesor López Quintás a que nos regale pronto su desarrollo de los que él llama niveles 3 y 4, en los que esperamos encontrar claves para una «metafísica por vía de experiencia».

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