domingo, 28 de diciembre de 2014

Elogio de la teoría II: la forma más elevada de práctica


Entre muchos hombres de acción existe un discurso generalizado acerca de la «inutilidad de la teoría»; lo que podríamos llamar una teoría sobre el desprecio a la teoría, lo cual resulta contradictorio, equivocado y un poco divertido. La razón de esta contradicción la apuntamos en Elogio de la teoría I: origen y perversión del concepto:
«Una de las esquizofrenias del hombre moderno es la oposición entre la “teoría” y la “práctica”. Hoy, ambas actividades nos parecen asuntos radicalmente distintos y así los tratamos, generando discursos, disciplinas científicas, sistemas educativos, obras culturales, profesiones, formas de organizar la vida social, etc., que fragmentan y separan aún más ambas dimensiones de la vida humana, produciendo consecuencias traumáticas en el interior de cada persona y en todos los órdenes ya mencionados».
En aquella nota recordamos también que la expresión griega theorein remite a la práctica de observar; y que el verdadero teórico no es el que hace castillos intelectuales, sino quien sale de su pequeño mundo y de sus prejuicios hacia el encuentro con lo real, lo cual le lleva no sólo a observar, sino a asumir la disciplina propia del observante. Como Mark Knopfler, a la escucha y al servicio de la música. Desde ese ángulo conviene mirar lo que ahora sigue.

domingo, 21 de diciembre de 2014

El mandamiento cero: «Escucha, Israel»

Foto: Álvaro Abellán-García Barrio, 2012.
Sobre la escucha se ha escrito desde el principio de los tiempos. Sin embargo, la tradición nos ha legado pocas palabras. Importantes, pero pocas. Como estas de Pitágoras: «El silencio es la primera piedra del templo de la sabiduría». O las primeras palabras de la Regla de San Benito: «Escucha, hermano...» Seguramente no era necesario decir más porque escuchar era algo que el hombre antiguo hacía más o menos habitualmente. O quizá lo hacía poco, pero muy intensamente, pues era un privilegio tener la posibilidad de dedicarse sólo a escuchar. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la escucha se ha vuelto un asunto problemático.

El primer monográfico dedicado al tema -aunque sea indirectamente- del que tengo constancia es El arte de callar, del abate Dinouart. Lo escribe en tiempos revueltos: cuando la imprenta permite la proliferación de cientos de libros y la burguesía encuentra placer –y negocio– en la lectura. Sin esos factores, gran cantidad de libros no se hubieran escrito o no se hubieran difundido, pues las dificultades previas a la aparición de la imprenta hacía que sólo las mejores obras merecieran el esfuerzo de ser dictadas y copiadas por los monjes.

La aparición de El arte de callar nos da dos pistas. La primera: que cuando se empieza a escribir mucho sobre algo que anteriormente apenas merecía atención es porque ese algo se ha vuelto problemático. La segunda: que aprender a escuchar se convierte en un reto dificilísimo cuando nos sobran los estímulos informativos. Recientemente ha aparecido un tema de investigación y divulgación con igualmente pocos aunque notables antecedentes, muy relacionado con la escucha: la necesidad de atención (véase, por ejemplo, Focus, de Daniel Goleman).

martes, 16 de diciembre de 2014

Las "mates" no son como la vida

«El señor Jeavons decía que a mí me gustaban las matemáticas porque son seguras. Decía que me gustaban las matemáticas porque consisten en resolver problemas, y esos problemas son difíciles e interesantes, pero siempre hay una respuesta sencilla al final. Y lo que quería decir era que las matemáticas no son como la vida, porque al final en la vida no hay respuestas sencillas».

Este fragmento está tomado del best-seller de Mark Haddon El curioso incidente del perro a media noche. El libro cuenta la historia de Christopher Boone, un chico de 15 años con una mente prodigiosa para las matemáticas y nula para lo social y emocional. La aparición de un perro muerto en el jardín de su vecina le hará esforzarse por salir de sus rutinas y por enfrentarse a un mundo que odia.

Las reflexiones del chaval no dejan de ser curiosas. La inocencia con la que mira el mundo puede descubrirnos algunas cosas sobre nosotros mismos que no podríamos explicar así, porque llevamos demasiadas capas e interpretaciones a cuestas. En este párrafo escogido, el chico tiene razón. Las cosas que nos gustan y nos entretienen, los hobbies con los que perdemos horas y nos evadimos de lo cotidiano, nos gustan porque, al final, tienen solución. Tal vez nos cueste mucho llegar a ella, pero tienen solución.

Algo similar expresaba Andy, protagonista de Antes que el diablo sepa que has muerto (Sidney Lumet, 2007), respecto de la contabilidad: «¿Sabes una cosa? Lo bueno de la contabilidad inmobiliaria es que puedes… puedes sumar al final de una página o en medio de una página y todo encaja, al final del día todo encaja. El total es siempre la suma de las partes. Es limpio, claro, impecable, indiscutible. Pero mi vida no es… no encaja, es… nada está conectado con el resto, no. Yo no soy la suma de las partes. Todas las partes juntas no suman un único yo, supongo». Como comentamos entonces, los seres humanos no podemos ajustar cuentas con la vida. Nunca nos salen las cuentas.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Elogio de la teoría I: origen y perversión del concepto

El peine de los vientos. "Este lugar es el origen de todo. Él es el verdadero autor de la obra. Lo único que hice fue descubrirlo. Es imposible hacer una obra como ésta sin tener en cuenta el entorno. Sí, es una obra que he hecho yo y que no he hecho yo" (Eduardo Chillida). Fotografía de Álvaro Abellán.
Somos más herederos de Descartes de lo que pensamos. Entre los frutos de su modo de pensar al hombre y al mundo está el desarrollo de las ciencias naturales y exactas modernas y, con ellas, la tecnología que nos rodea y que articula en buena medida nuestra vida cotidiana. Entre las desgracias de su planteamiento está la hipertrofia de la razón, de la mentalidad analítica, que plantea casi como dilemas irreconciliables algunos ámbitos de la vida que, antes del siglo XVI, mantenían una relación armónica y orgánica mucho más humana.

sábado, 29 de noviembre de 2014

La mentalidad dialéctica, en las aulas

Diarios de la calle (Freedom Writers, 2007), película basada en hechos reales y en el libro homónimo de Erin Gruwell.
Esta historia relata la transformación de sus protagonistas al pasar de una mentalidad dialéctica a una mentalidad dialógica.
La historia que sigue es pura ficción, pero está basada en hechos reales. Hechos que yo viví como alumno en el colegio y, en menor grado, en la universidad. Hechos que quizá tú también has vivido. Cuento esta historia con tres objetivos:

  • Explorar hasta qué punto la mentalidad dialéctica, centrada en el conflicto, es la mentalidad dominante –en muchos casos de modo inconsciente– en la cultura occidental contemporánea.
  • Incidir en que la lucha contra la corrupción, que ahora nos preocupa tanto, no es una batalla contra un estamento concreto (la casta, los políticos, los banqueros), sino contra una mentalidad que anida en el corazón del hombre contemporáneo.
  • Proponer una mentalidad alternativa, que llamo dialógica, que no sólo es más auténtica, sino también más práctica, constructiva y creativa.

La historia empieza en un aula de enseñanza media. De un vistazo es fácil distinguir en ella dos roles o papeles muy distintos: el primero es el de profesor, ejercido por una sola persona. El otro es el de alumno, ejercido por 25 adolescentes. Entre estos últimos, si nos fijamos bien y escuchamos sus conversaciones, hay como pequeños sub-roles, etiquetas, casi como profecías auto-cumplidas, que a quien las sufre le hacen más o menos gracia: el payaso, calculín, el abusón, la chupap*ll*s, el chulo… En cualquier caso, por mal que estén las cosas, todos saben que ellos son alumnos y pertenecen la misma casta, a la que desde luego no pertenece el profesor, que tiene otros intereses, que es como “de otro planeta”, que nos es “de los nuestros”. Cuando hay que elegir –y siempre hay que hacerlo–, todos saben de qué lado deben estar.