miércoles, 18 de septiembre de 2013

"El veloz murciélago hindú": reconocer, redescubrir, agradecer

#cosasbonitas de @AmaliaCasado creado para esta nota.
Re-conocer es re-descubrir y re-descubrir es de las experiencias humanas más gratificantes que tenemos desde pequeños. Hay algo entre mágico y desconcertante en la capacidad que adquirimos para prever lo que va a pasar en un relato o cuento ya conocido. Hay algo sorprendente en el hecho de descubrir cosas nuevas en lo que ya dominamos como archisabido. Hoy caí en la cuenta de que «reconocer» es un palíndromo. Es decir, que se lee igualmente de izquierda a derecha que de derecha a izquierda. Me viene muy bien, porque me sirve para ilustrar cómo, al reconocer una realidad, el movimiento siempre es doble: de la realidad hacia nosotros y de nosotros hacia la realidad.

Hoy reconocí algo que estudié en su día; y recordé lo bien que lo pasamos varios compañeros de clase tratando de superar el modelo: «El veloz murciélago hindú comía feliz cardillo y kiwi. La cigüeña tocaba el saxofón detrás del palenque de paja». Ambas frases conforman un pangrama, es decir, un texto que usa todas las letras del alfabeto con el menor número de repeticiones posibles. Se usan mucho en edición digital, para poder comprobar de un vistazo una tipografía de letras completa. La brevedad y plasticidad de ese pangrama nos subyugaron. Mis compañeros y yo no logramos superarlo; pero nuestras tentativas nos inspiraron varios relatos y llenaron de carcajadas, tensión y sana competencia creativa muchas horas muertas.

Hay otra forma de reconocimiento que no tiene que ver con las cosas, sino con las personas, y que uno no puede hacerse a sí mismo. Es muy difícil que seamos capaces de reconocernos como valiosos para otras personas; o que seamos capaces de reconocer el valor que les aportamos. O nos lo muestran, o nos lo reconocen, o siempre nos quedará la duda. Esa es la lección del relato sufí sobre el anillo del talento. Y hay pocas experiencias más duras que las de creer que no servimos para nada, que podemos borrarnos y nada se perdería (quizá, incluso, que todo sería mejor para todos sin nosotros).

lunes, 16 de septiembre de 2013

¿Por qué los periodistas valoramos tanto las exclusivas?



La confirmación de la muerte de Osama Bin Laden unos minutos antes de que la Casa Blanca lo haga oficial es el trasfondo que mantiene la tensión dramática en el capítulo siete de la primera temporada de The Newsroom. Mac, la productora de Noticias Noche 2.0., suspende la fiesta en la que toda la redacción celebraba el primer aniversario del programa para tratar de adelantarse al anuncio oficial.

¿Tiene sentido dejarlo todo para ser el primero en dar una información que todo el mundo conocerá apenas cinco minutos después? El guión recoge esta pregunta, aunque a mi juicio cierra el debate demasiado pronto y con una dosis de idealismo exagerada hasta para el propio Aaron Sorkin:
«Charlie: “El presidente nos contará lo que ocurre a las 10:30, según el comunicado. ¿Qué ventaja tiene publicarlo cinco minutos antes?”.
Mac: “América cree que Bin Laden está vivo. Si puedo matarlo un minuto antes toda mi carrera periodística hasta este momento habrá valido la pena”.
Charlie: “Entiendo”». (The Newsroom, 1x07).
El concepto de exclusiva tiene en el mundo del Periodismo una gran importancia, tanto objetiva como subjetiva. Subjetivamente, hay un cierto placer, natural y sano, en ser el primero en descubrir algo que todos queremos o necesitamos saber… a ese placer se suma otro, quizá hasta más gozoso: ser el primero en contarlo. Si vemos las cosas con hondura, no se trata sólo de una cuestión de tiempo, sino, tal y como dice la palabra, de exclusividad. Tiene que ver con que sea un descubrimiento propio, no sólo en el sentido de realizarlo en primera persona, sino también de que lo hemos realizado nosotros, y no otros. El carácter de exclusiva ha tenido siempre –aunque la digitalización de la información ha cambiado la percepción de esto- el de una averiguación que sólo una persona o un medio ha podido hacer… de forma que el resto han de limitarse a lo que dice ese medio o ese periodista. Debemos añadir a todo esto que ese placer subjetivo, propio del periodista o el medio que da la exclusiva, se traslada también su público fiel. “Los que leemos a… somos los únicos que nos enteramos de…”.

jueves, 12 de septiembre de 2013

La dialéctica de los malos empleados y las malas empresas

Aplicar la "lógica para controlar las cosas" a las relaciones humanas 
genera esclavos, monstruos, tiranos y mundos inhabitables.
El 75 por ciento de los empleados trabaja con “resignación” e “indiferencia”; el 78 por ciento afirma que son tratados por los jefes como “máquinas y números”, reconoce “no estar a gusto” en su puesto de trabajo y admite que si sigue ahí es porque “no le queda otra”. Son datos que arroja una investigación de Koerentia (Abc.es, 04/04/2012).

La primera vez que consulté estos datos pensé: “Si el 75 por ciento de las personas empleadas en este país trabajan resignados y con indiferencia, bastante bien le va a nuestra economía”. De hecho, me sorprendo a menudo por la desidia e incompetencia manifiesta de muchas personas que trabajan de cara al público. También me ha pasado al revés: cuando una de estas personas se muestra educada, servicial y manifiesta saber de lo que habla, me dan ganas de pedirle su tarjeta, porque la llevaría conmigo a cualquier aventura empresarial.

Escuchar detenidamente las razones de esa desidia nos permite plantear una nueva perspectiva, que no invalida la anterior: “Si las empresas tratan a las personas como máquinas y números, matarán su iniciativa personal, su sentido de la responsabilidad y desperdiciarán sus talentos y capacidades”. Las empresas grandes buscan la estandarización de productos y servicios en su búsqueda febril de maximizar el beneficio y, con ello, reducen a sus empleados al anonimato y a lo impersonal, lo que denigra la dignidad tanto de sus empleados como de sus clientes.

lunes, 9 de septiembre de 2013

El ‘off the record’ y la palabra del periodista



The Newsroom aborda bajo el paraguas del desastre de la central nuclear de Fukushima el tema ético del off the record. En el capítulo sexto de la primera temporada, Sloan (Olivia Munn) debe presentar un informativo en el que habla con un técnico de la central con el que había tenido una entrevista previa, bajo el acuerdo de no oficial, extraoficial u off the record.

En su encuentro previo, el técnico informó a Sloan de que era posible que hubiese daños en el tercer reactor y que en ese caso era posible que el nivel de reacción subiera a siete. Una vez en directo, el técnico apareció en antena junto con una traductora que además de mediar entre la entrevistadora y el entrevistado, limitaba el alcance de la entrevista. El técnico sólo se atrevió a decir que el nivel de radiación era de tres y que pasaría como mucho a cinco. Sloan sabía off the record que podría alcanzar siete, lo cual es considerablemente más grave y pondría en peligro la vida de miles de personas. El dilema es claro: Sloan puede mantener su palabra y callarse una información que puede resultar vital para miles de personas o bien puede hacerla pública, traicionando a su fuente. Opta por lo segundo. En el vídeo que encabeza esta entrada puedes ver cómo deja en evidencia a su fuente y también la bronca posterior que recibe por boca del jefe de Informativos de su cadena.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Una causa común que nos define

Eugène Delacroix, La libertad guiando al pueblo, 1830.

Funciona igual en las pandillas callejeras, las tribus urbanas, las sectas, los equipos de fútbol, las empresas, los ejércitos, las parejas de mus, las familias que pasan por dificultades, las religiones, los grupos musicales, las asociaciones de vecinos, los nacionalismos, los alcohólicos anónimos, los últimos supervivientes de la humanidad y la Compañía del anillo. Nada une más ni nos otorga más fuerza que aquello que nos distingue, define y une en la conquista de un objetivo común. Es un esquema profundamente humano: unificar sentido y compañía. Entonces, todo parece conspirar a nuestro favor y hasta las dificultades son una oportunidad para crecer juntos.

Quizá la chispa es el asombro al descubrir una causa, un anhelo, o un sueño compartidos. El rumbo lo marca la clarificación de las metas y objetivos concretos. El motor son los ánimos y el reconocimiento mutuo, que se alimentan de los primeros resultados, por sencillos que sean. En espiral creciente, esas sensaciones se potencian mutuamente: asombro, confianza, metas, compromiso, resultados, satisfacción, más asombro y (auto)confianza, nuevas metas… y así, sucesivamente.