martes, 19 de marzo de 2013

La historia del mundo: dos minutos vs. 500 palabras


El vídeo que encabeza esta nota y que acumula más de ocho millones de visitas es un trabajo de clase de Joe Bush, un estudiante estadounidense de 19 años, que que lo presenta así:
"A project I made for video productions class Cutaway Productions at my high school. I don't own the rights to the song or the pictures and I am not trying to claim them, I just did this video for fun and I spent many a hour on it so please dont sue me.
Song: Mind Heist (yes it is from Inception)
by: Zack Hemsey
Pictures: from all over the internet"
El vídeo repasa la historia de la Humanidad y no tiene más pretensiones que la de ser un ejercicio de clase. La idea (una historia audiovisual de la Humanidad en dos minutos) no es original (hay quien reclama ese mérito); la música, tampoco; las imágenes, tampoco. Su visión de la Historia (los acontecimientos escogidos y su interpretación) es quizá lo más tópico de todo el vídeo. Supongo que lo más original (aunque quizá es algo ya definitorio de nuestro tiempo) es que una persona anónima y con pocos recursos consigue una repercusión (aunque sea de forma puntual y fugaz) que supera con mucho la de trabajos profesionales o la que consiguen personas con un prestigio previamente reconocido.

A mí me interesa el vídeo -y todo el asunto que lo rodea- precisamente como significativo de una época que contrasta con la anterior. Más abajo he transcrito "La historia del mundo en 500 palabras", un ensayo (otro juego o experimento) de Eugenio d'Ors, filósofo español de reconocido prestigio, que hubo de pelear por conseguir publicar su texto y que, sin duda, quedó muy lejos de alcanzar tantos lectores como espectadores ha tenido el vídeo de Joe Bush.

La propuesta de sentido desde la que un estudiante estadounidense del siglo XXI mira la historia y el modo en que lo hace un filósofo español de la primera mitad del siglo XX también son dignos de contraste. No porque uno sea más tópico respecto de su época que el otro (ambas son obras "hijas de su tiempo"), sino porque el vídeo no renueva ni aporta nada a la idea que recoge. Es autoexplicativo y simple. Asume acríticamente una interpretación que ya conocíamos sin añadirle nada. Después de verlo no sabemos algo que no supiéramos antes de verlo. Si quisiéramos reflexionar o ahondar en el vídeo necesitaríamos tirar de nuestra propia memoria y cultura previas. El texto, por el contrario, tiene volumen. Podemos leerlo y releerlo y siempre nos presenta un misterio, un abismo, una propuesta de sentido que no se agota en lo dicho y que nadie puede agotar con su comentario.

Contraste en la autoría (estudiante anónimo vs. esforzado y reconocido filósofo), contraste en la originalidad (copia y pega de una idea tópica vs. composición propia hija de una reflexión crítica), contraste en la divulgación y repercusión... El último contraste que quiero señalar es el de los recursos formales. Mientras que el vídeo juega a condensar la historia tomando como unidad básica el tiempo (Historia de la Humanidad en dos minutos), el texto toma como unidad básica la palabra (La historia del mundo en 500 palabras). Ambas son narraciones, pero la primera acota el tiempo de la contemplación, mientras que la segunda nos libera de la esclavitud del reloj. Esa diferencia formal, que puede parecer puramente técnica o tecnológica, es, sin embargo, lo que a mi juicio tiene más repercusión existencial. Mientras que el hombre postmoderno se afinca en un presente efímero de estímulos visuales, el hombre moderno anuda con su palabra el presente y la eternidad.

Te dejo con el texto de Eugenio d'Ors y te invito a compartir en los comentarios de esta entrada otros contrastes o ideas que te surgiera la experiencia de contemplar estos dos ensayos o juegos (en el mejor sentido de la expresión) sobre nuestra Historia.

La historia del mundo en 500 palabras

"Oíd, oíd, lo que los hombres han hecho. Hundidas que fueron las Atlántidas, diéronse ellos a contar calendas y dibujar figuras: alguien, sin duda, les había enseñado. Desde entonces, ruedan los siglos al pie de monumentos, que atestiguan, piedra sobre piedra, que el hierro cruzó el hierro. Emigran rebaños y vencidos: si los zagales prosiguen, fíncanse privilegiados pastores; trazan en tierra y aire nuevas figuras: es el hierro arado; la piedra, ciudad. Corónanla humos de altares y hogares: junto al ara, un sacerdote; bajo techo, una familia. Padre de padres, el rey. Su nombre se inscribe en catálogos, mientras los hijos de zagales, alcanzada la mar, embárcanse, vela al viento, oro en bodega. -Tras largo soñar guerras y navegaciones, ábrense los ojos a la luz ateniense. Allí aprende el hombre la figura del hombre: de su conciencia, en el frontis de templos; de su arquetipo, en estatuas. También hallará la ciudad su arquetipo; tal, que para siempre superpondrá, en imperio, urbe y orbe. Desde la hora de la cicuta, brindada por el filósofo al daimón, hasta la del cáliz, por el Hijo de Dios acepto, Roma traduce jurídicamente la libertad a misión. -Una línea de misión evangeliza, desde Jerusalén, Compostela; otra, de libertad corre, migratoriamente, de septentrión a mediterráneo. Crucificado queda el occidente, en cruz de servicio. No, esclavitud ya: el yugo que infamó frente humana baja al cuello del percherón. Fácilmente acarreadas así, erigen las piedras la catedral; canta el hierro con voz de campana. ¡Atención! La torre, comunera o señoril, campanea igualmente: en ocasiones, a rebato, cuando la otra, a queda. Entre municipios, señores, reyes, emperador, pontífice, embróllanse las figuras. No todo lo arregla el renacimiento con su prueba de restaurar la ciudad antigua como estado. Segundones envidiosos de heredero, no olvidan su nómada vocación. Descoyúntase misión de libertad. Esta se precipita en heterodoxia; delira aquélla en descubrimientos. Cuando en pos de remotas indias, aventurera exploración; si de abolidas centurias, erudición; si de esencias ocultas tras los fenómenos, arte o ciencia; si de la misma figura del hombre, conturbándola, pueblo o subconsciencia: revolución, siempre. En ella proliferan naciones, saberes, capitales. Mentes nómadas escriben libros, embriagadores para los mismos sedentarios; inventan máquinas que los desraízan; cantan canciones que los enajenan. -Hasta que, enajenadas, sienten las almas un gran vacío. De todo el mundo llegan crujidos precursores de tremenda catástrofe. ¿Cómo las Atlántidas, la obra que inició la traza de figuras y el estatuto de calendas, se va a hundir?... No, gracias, justamente, a calendas y figuras, exorcismo del tiempo y del espacio. Que sobre mejor bien que la tierra nos sabemos fincados y de mejor caudal, herederos. Instalados definitivamente en la cultura, en su perenne ecumenicidad, conciliaremos estatua griega y derecho romano; libertad y misión; pontificado e imperio; campanas y máquinas. Vamos a hacer lo que, entre naciones y protestas, el renacimiento no pudo. Vamos a lograr una civilización de eviterna estructura; en tanto contraste con las civilizaciones del relativismo, como nuestro esqueleto con el de los animales antediluvianos."

Eugenio d'Ors, Nueva revista, nº 50 - Abril-Mayo 1997 (pp. 146-148).

1 comentario:

  1. Interesante como el moderno espera encontrar "una civilización de eviterna estructura; en tanto contraste con las civilizaciones del relativismo, como nuestro esqueleto..." (¿habla del cielo?)
    La insatisfacción del hombre que busca la perfección..., la del santo en su virtud..., la del inconformismo en su libertad...

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