lunes, 18 de mayo de 2015

Cartas a un joven artista

A Book from the Sky, Xu Bing.

Art on Paper publicó en el verano de 2005 un número especial titulado Cartas a un joven artista. El proyecto, inspirado en las Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilke, constaba de 12 cartas escritas por artistas consagrados como respuesta a la de un ficticio joven artista. El libro Letters to a young artist, editado por Peter Nesbett, Shelly Bancroft y Sarah Andress (Cartas a un joven artista, ed. El Ciprés, trad. de Nuria Armengol, quien nos cuenta cómo conoció este libro en su blog) amplía esa lista a 23 cartas, 23 artistas que responden desde sus experiencia a las preguntas e inquietudes de quien se inicia en esa preciosa e incierta vocación.

Las respuestas son tan variadas como el carácter, los orígenes y el arte de los 23 artistas escogidos: Cai-Guo Qiang, John Baldessari, Adrian Piper, Guerrilla Girls, Yoko Ono, Howardena Pindell, Alex Katz, Elizabeth Murray, Gregory Amenoff, Jessica Stockholder, Jimmie Durham, Jo Baer, Joan Jonas, John McCrakken, Joseph Grigely, Kerry James Marshall, Lawrence Weiner, Mierle Laderman Ukeles, Stephen Shore, Thomas Nozkowski, William Pope, Xu Bing e Yvonne Rainer.

El libro encierra un valor pedagógico que trasciende el arte e invita a pensar sobre la propia vida; por eso suelo trabajarlo con mis alumnos de Bellas Artes y Diseño. Pero el libro encierra también un valor testimonial -como le ocurre al de Rilke-, pues rara vez los artistas tratan de explicarse a sí mismos con la sencillez, la frescura y el ámbito de intimidad que genera la recepción y redacción de una carta.

lunes, 11 de mayo de 2015

Innovación docente en "Narrativa Audiovisual"

Gandalf a Frodo: "No elegimos el tiempo que nos ha tocado vivir; 
pero elegimos qué hacer con el tiempo que nos es dado".

«¿En qué sentido El señor de los anillos es más verdadero que el periódico de esta mañana?». Todos los años formulo esta pregunta a mis estudiantes de Periodismo y de Comunicación Audiovisual. Los primeros suelen pensar que les estoy tomando el pelo y sospechan que dudo bastante de la profesionalidad de los periodistas actuales. Los segundos, amantes de la fantasía y la ciencia ficción, se emocionan y, después de repasar algunas citas en élfico, entran al debate de fondo.

Lo cierto es que el periódico nos pone ante un tipo de verdades que, por deficiencias epistemológicas de la profesión periodística, a menudo se reducen a un conjunto de hechos o afirmaciones asépticas sin una adecuada interpretación. Tanto se insiste en la objetividad de las noticias, por oposición a la interpretación que ofrecen otros géneros, que el periodista se gradúa con graves deficiencias en la inevitable tarea de descubrir y articular el sentido de los hechos sobre los que nos informa.

El señor de los anillos (sirven para el caso tanto el libro de J. R. R. Tolkien como la trilogía cinematográfica de Peter Jackson) no alude a hechos histórica y fácticamente acontecidos, pero nos habla de verdades universales y nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos y nuestra particular situación en el mundo.

domingo, 26 de abril de 2015

Amor y pedagogía

Retrato de don Miguel de Unamuno, Repositorio Documental de la Universidad de Salamanca.

Escribí recientemente sobre el delicioso aunque tímido ensayo Mal de escuela, en el que Daniel Pennac disertaba durante un buen puñado de páginas para atreverse a decir, finalmente, que en esto de la enseñanza, en esto de lograr el milagro de que un chiquillo perdido llegue a ser un adulto maduro y libre, más que una buena preparación el profesor necesita amar a sus alumnos.

Más de 100 años antes de que Pennac escribiera sus errabundas reflexiones, nuestro genial Miguel de Unamuno publicó su novela Amor y pedagogía. En ella, pretendía burlarse de quienes ya entonces idolatraban el positivismo aplicado a la sociología y a la pedagogía. Unamuno consideraba una verdadera amenaza a quienes creían que los medios para la felicidad social y la educación perfecta de los niños podían determinarse mediante la aplicación de leyes, procesos y herramientas que los profesores debían ejecutar como máquinas perfectas, funcionarios-operarios. Más o menos la mentalidad que inspira nuestras últimas leyes sobre educación, así como las diversas directrices de la Unión Europea sobre la aplicación del paradigma del Aprendizaje Basado en Competencias en todos los niveles de educación y en todas las instituciones educativas.

jueves, 16 de abril de 2015

El principio de Peter: un ensayo sobre jerarquiología

Este principio de Dilbert es compatible con El principio de Peter y expresa bien cómo nos sentimos
cuando la confianza de la institución está más en los procedimientos que en las personas.

Laurence J. Peter y Raymond Hull publicaron a finales de los 60 El Principio de Peter, un ensayo sobre jerarquiología de gran éxito que se convirtió en obra de referencia para conocer el funcionamiento interno de las organizaciones. El tono de ensayo y la formulación de sus tesis pueden sonar a guasa, pero está muy documentado y, en cuanto nos lo tomamos en serio y revisamos nuestra experiencia, vemos que encierra cierta sabiduría. Ahora que está de moda la formación por competencias, recordé que el concepto central del ensayo de Peter y Hull es el del nivel de incompetencia. Comparto contigo lo que escribí hace algunos años sobre este libro.

miércoles, 8 de abril de 2015

Hanna frente al homo faber

Homo faber, Max Frisch, 1957.
Walter Faber era un ingeniero, un técnico de la Unesco, que un día empezó a darse cuenta de que su vida, sencillamente, funcionaba. Al principio no era consciente de lo que le pasaba. Hubiera sido incapaz de formularlo así, pero, sin duda, algo iba mal, y lo que le ocurrió en el aeropuerto encerraba una metáfora perfecta de su situación.

Estaba en el duty free, esperando su transbordo. Se dio cuenta de que no quería seguir viajando, no quería ir al destino final marcado en su billete. Era una impresión irracional, pero se sintió agobiado y dirigido. Decidió no subir al avión. Fue a un bar. «Plane is ready for departure», escuchó, pero hizo oídos sordos. Su retraso era tan notable que la megafonía empezó a llamarlo por su nombre. «Your attention, please… Passenger Faber, Passenger Faber».

Aunque era evidente que ninguno de los presentes en el bar sabía que él era Faber, se sintió incómodo y fue a esconderse en el cuarto de baño. La llamada continuó insistentemente. Le martilleaba. Le mareaba. Llegó a tener un ataque de pánico y casi pierde el conocimiento. Después de un rato largo, el megáfono dejó de sonar. Algo de paz. Regresó a la barra del bar. Al poco, apareció una azafata: «There you are!. We’re late, Mister Faber, we’re late». El pobre Faber sólo pudo decir: «I’m sorry». Encogió los hombros y subió al avión.

La tecnología, la seguridad, los transportes… esas cosas que para él habían sido hasta entonces su fe, su vocación, su destino, su trabajo, su vida… le atrapaban y dirigían sin que él fuera capaz de controlar la situación. Hemos confiado tanto en las máquinas y los procesos para no tener que confiar en el hombre y ahora, cuando el hombre trata de ser humano, de ser él mismo, queda automáticamente fuera del sistema y juzgado como irracional.