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domingo, 20 de enero de 2013

Crítica, fundamentos y corpus disciplinar para una Teoría Dialógica de la Comunicación

Fotografía: Álvaro Abellán. Metro de Nueva York.
Quiero compartir contigo la alegría de ver publicada la primera reseña académica sobre mi tesis doctoral. La autora, mi colega Elena Pedreira, presenta sintéticamente en el nº 8 de la revista Comunicación y hombre el objetivo y el contenido de la tesis. Así comienza su análisis:
«El profesor Álvaro Abellán-García Barrio afronta en este libro el estudio de su materia docente, un trabajo intelectual avalado por años de investigación en este campo. El núcleo central de la obra orienta una propuesta original e inédita. No en el tema, como podemos comprobar si nos tomamos la molestia de hacer un recorrido por la investigación sobre comunicación tanto en nuestro país como en el ámbito internacional; pero sí en el planteamiento, que resulta tan provocador como necesario. La idea central defendida por el autor es la de ofrecer una nueva Teoría de la Comunicación, superando la fragmentación en los estudios que desde inicios del siglo XX se vienen dando en la materia. Una nueva Teoría entendida en clave dialógica, abierta y dialogante, que entabla relación con otras perspectivas, capaz de dar una visión integral del hombre y de sus relaciones con el mundo, los otros y Dios; que da respuesta a las causas próximas y últimas de la comunicación; que atiende a los efectos, pero también al sentido de la comunicación sin olvidar los porqués y los cómos». [Leer la reseña completa]
Tuve el honor de que la doctora Pedreira formara parte del tribunal de mi tesis; me consta que hizo una lectura profunda y crítica de la obra y que conoce sus implicaciones como pocas teóricas en este campo.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Filosofía de la comunicación: existencialismo, personalismo y pensamiento dialógico

"Skrik" (El Grito), de Edvard Munch, 1893.
«Hasta hoy la historia se ha caracterizado por un ligamen entre los hombres, ya fuera en el seno de sociedades e instituciones o mediante un espíritu general. Incluso el solitario gozaba, por decirlo de alguna manera, de un sostén en su soledad. La actual disolución se manifiesta en el hecho de que crece la incomprensión, las personas se encuentran y se alejan unas de otras en la más absoluta indiferencia, y no queda comunidad ni lealtad digna de confianza» (Karl Jaspers, 1938). 

La primera mitad del siglo XX ve nacer una serie de obras filosóficas originales que, compuestas por diversos autores (algunos de los cuales no llegaron a conocerse ni leerse), coinciden en denunciar los excesos de la modernidad, en profetizar las terribles consecuencias políticas y sociales a las que esa forma de pensar conduciría (II Guerra Mundial) y en proponer una renovación espiritual para Europa desde categorías intelectuales muy similares. Esa paradójica comunión de espíritu y diversidad intelectual hizo que surgieran varias etiquetas para identificarlos, y que todas ellas encierren algo de ambigüedad. Ahora resulta importante destacar que todas las obras de las que hablamos nacen animadas por un espíritu de denuncia y de propuesta común que trasciende a sus autores individuales y que les vincula en un movimiento histórico que les envuelve y trasciende.

Aquellas obras eran (son) plenamente actuales en cuanto que proponen una filosofía nueva que asume los descubrimientos y desarrollos filosóficos de los últimos siglos dándolos de sí hasta configurar un vocabulario y unas categorías intelectuales que rompen los límites que la Modernidad se había auto-impuesto. Pero estas obras resultaron, también, marcadamente antimodernas por su enconada denuncia de algunos planteamientos reductivos de nuestro tiempo: empirismo, idealismo, racionalismo, materialismo, funcionalismo… Todos los ismos que denunciaron tienen en común el vaciar al hombre de su intimidad, el convertirlo en masa, de tal forma que en una aparente unidad (medios de comunicación, igualitarismo, pertenencia a una ideología...) los hombres se encontraban más solos y perdidos que nunca. Todos ellos son, aunque quizá nadie hasta ahora lo había formulado así, filósofos de la comunicación, puesto que el filósofo se enfrenta siempre a lo problemático, y lo problemático entre los hombres del último siglo ha sido «esa angustia por la falta de comunicación, y esa satisfacción única cuando ésta se produce» (Jaspers).