martes, 22 de julio de 2014

Salvador de Madariaga: «Los problemas nos solucionan»

Salvador de Madariaga. 
Fotografía de autor desconocido.
Salvador de Madariaga Rojo habló para TVE en 1978, recién estrenada nuestra democracia, desde su retiro en Locarno (Suiza), poco antes de fallecer. Le preguntaron por los problemas que debería afrontar España y los problemas que debían afrontar los propios españoles durante lo que se ha dado en llamar años de la Transición.

De España dijo lo siguiente: el vasquismo y el comunismo. Porque los independentistas vascos no admitían ninguna postura que pudiera aceptar el resto de los españoles y porque el comunismo no es lo que parece y, por lo tanto, es peligroso. Su visión me parece ahora providencial.

De los españoles dijo una cosa aún más profunda y universal: «Los problemas del hombre son siempre los mismos, y duran mientras el hombre piensa que debe solucionarlos; pues lo cierto es que más bien esos problemas están para solucionarnos a nosotros» [cito de memoria]. Entre esos problemas de «siempre», explicó tres:

  • «El hombre piensa y quiere que todos los hombres sean iguales, sean como él; pero la realidad es que cada hombre es distinto de otro».
  • «El hombre piensa y quiere creer que es autónomo, que es independiente, que su libertad es individual y que no necesita de los demás; pero lo cierto es que el hombre, desde que nace hasta que muere, necesita de los otros hombres para sobrevivir, para madurar y para crecer en humanidad».
  • «En toda sociedad, en toda convivencia, es necesario un mínimo de orden, y el orden exige el ejercicio del poder; pero es fácil que quien ejerza el poder se deje corromper y tienda a abusar de ese poder».

Esos tres problemas «del hombre» se dan hoy en nuestra democracia. Supongo que también en cada familia, en cada empresa, en cada equipo de fútbol… en cada comunidad humana. Y, verdaderamente, son problemas que no podremos solucionar jamás pero que, sin duda, están ahí para solucionarnos a nosotros.

sábado, 19 de julio de 2014

Rilke al joven poeta: «Su vida debe ser un signo y un testimonio»


«Nadie puede aconsejarle, nadie. Hay un único medio. Entre en usted. Examine ese fundamento que usted llama escribir; ponga a prueba si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón; reconozca si se moriría usted si se privara de escribir. […] ¿debo escribir? Excave en sí mismo, en busca de una respuesta profunda. Y si ésta hubiera de ser de asentimiento, […] entonces construya su vida según esa necesidad: su vida, entrando hasta su hora más indiferente y pequeña, debe ser un signo y un testimonio de ese impulso. […] Y si de ese giro hacia dentro, brotan versos, no se le ocurrirá preguntarle a nadie si son buenos versos».

Es el no-consejo que Rainer María Rilke comparte con el joven Kappus en la primera de las que hoy llamamos Cartas a un joven poeta. Esta joya de la literatura universal, que nos revela la intimidad de Rilke como pocas de sus otras obras, se la debemos a un joven y desconocido poeta que se atrevió, sin conocerle de nada, a escribir al maestro y pedirle consejo sobre sus versos. El atrevimiento de ese joven y la dispuesta y generosa respuesta de Rilke hicieron el resto. Hoy contamos con 10 de esas hermosas cartas.

martes, 15 de julio de 2014

Pedro Salinas y la magia del teléfono fijo

Fotografía del Archivo fotográfico de la Fundación Telefónica. Tomada de Nacional3rutahistorica.blogspot.com.

«Estabas muy cerca. Sólo
nos separaban diez ríos,
tres idiomas, dos fronteras:
cuatro días de ti a mí.
Pero tú te me acercabas
circos azules del aire
con el tonelete blanco,
en la mano del balancín
sonriente en el alambre.
Por el alambre, en la noche,
sin ver nada, te acercabas,
a oscuras, derecha, a mí.
Me decías: "Aquí estoy".
Aquí.
Me llegabas,
en alambre, por tu voz.
El mundo era, aquí, tu voz.
¡Qué ojos sin color, qué boca
sin trazo, qué carne ausente
de lo blanco, de lo rosa,
qué tú deshecha, tu voz!
[…]».
(Fábula y signo, Pedro Salinas).

Un hilo de cobre atraviesa el mundo para unir la voz y el oído separados por miles de kilómetros. Los alquimistas sabían que el cobre encerraba magia. Los científicos que inventaron la electricidad y el teléfono, lo demostraron. Nosotros, simples mortales, cuando usamos de la magia, nos acostumbramos al milagro. Por eso los magos no explican sus trucos: preservan nuestra alma de la falsa seguridad de lo falsamente explicado. Aun así, como nos empeñamos en normalizar lo extraordinario, el poeta nos devuelve a lo sagrado.

jueves, 10 de julio de 2014

«¿Tú también?» Ese lugar donde la vida se ensancha

Fotograma de La vida secreta de Walter Mitty (Ben Stiller, 2013). Una película 
en la que los "tú también" ensanchan la vida del protagonista.
«La amistad surge fuera del mero compañerismo cuando dos o más compañeros descubren que tienen en común algunas ideas o intereses o simplemente algunos gustos que los demás no comparten y que hasta ese momento cada uno consideraba que era su propio o único tesoro, o su cruz. La típica expresión para empezar una amistad podría ser algo así: ¿Cómo, tú también? Yo pensaba ser el único». (C. S. Lewis, Los cuatro amores).

Cuando un grupo de amigos, profesores y alumnos, leímos juntos el libro de C. S. Lewis Los cuatro amores hubo algunos pensamientos del autor que se nos quedaron grabados para siempre. El citado en el párrafo que inaugura esta nota fue uno de ellos. Desde aquel día, son muchas las discusiones entre amigos -y entre copas- en las que nos hemos reconocido, mirándonos a los ojos y pensando: «¡Tú también!».

El «¡Tú también!» de Lewis y todo el desarrollo que hace en ese capítulo sobre la amistad ofrece una formulación brillante de la experiencia de encuentro, categoría filosófica que me ha acompañado desde hace años y que está en la base de la Teoría Dialógica de la Comunicación. La definición de Lewis nos permite también ordenar nuestras amistades. No es lo mismo decir «tú también te fumas la clase para jugar unas manitas de mus» que decir «tú también quieres cambiar el mundo». Al atender no sólo a lo bien que lo pasamos, sino al valor de lo que compartimos, aprendemos a valorar mejor cada una de nuestras amistades.

Todas estas razones vividas y meditadas me animaron en enero de 2008 a empezar una serie de columnas en LaSemana.es con el título Tú también, en las que relaté diversas experiencias de encuentro –especialmente con autores de obras culturales y personajes públicos– que terminaban siempre con una misma frase: «ese lugar donde la vida se ensancha», pues entre las consecuencias de la amistad y del encuentro está el distenderse de nuestra intimidad, la recarga de energía espiritual y la ampliación del horizonte de nuestra vida. Dicho en breve: una vida cuajada de experiencias de «¡Tú también!» es una vida grande. Una vida que no es capaz del «¡Tú también!» es una vida que se agosta y se marchita.

viernes, 4 de julio de 2014

Claves para evaluar un trabajo final: resultados previstos de aprendizaje y creatividad



La enseñanza oficial y reglada ha de cumplir al menos dos funciones y resulta muy difícil combinarlas. Por un lado, pretende instruir, educar o formar –y la elección del verbo no es inocente, aunque ahora no entraremos en eso–. Por otro lado, debe certificar –como un sello ISO de calidad, al modo en que se certifica que un vino es de La Rioja o que la leche está pasteurizada– un estándar de calidad en el aprendizaje: «esta persona tiene una formación básica»; «esta persona tiene el nivel de un bachiller»; «esta persona puede operarte de apendicitis»; «esta persona sabe construir un puente sin que se caiga», etc.