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martes, 31 de mayo de 2022

Apología de Sócrates: la primacía de la verdad

Sócrates, Aspasia y Alcibíades (Nicolas Andre Monsiau)

Esta conferencia pone la figura de Sócrates en relación con la primacía de la verdad pero es, sobre todo, una invitación a quienes la escuchan a leer y meditar por su cuenta la <i>Apología de Sócrates</i>, texto breve y dramático que se encuentra entre los fundacionales de la cultura occidental. 

Lleva por título «Sócrates I: la primacía de la verdad (Apología)» y fue pronunciada el 18 de marzo de 2021 en el Curso Sistemático de Filosofía del hombre (2022-2021), integrado en el Seminario de Humanidades y Educación dirigido por el catedrático D. José Manuel García Ramos en la sede de la Fundación Universitaria Española (FUE). Tienes abajo una introducción a las ideas allí expuestas. 

Creo que la <i>Apología</i> contiene seis ideas fundamentales: cuatro sobre la sabiduría, que Sócrates expone con la intención de demostrar que <i>el no es un sabio</i>. Las otras dos, indirectamente presentadas por Platón, explican por qué Sócrates pierde el juicio y es condenado a muerte. 

Como estas seis ideas pueden contarse en 15 minutos, el resto de la conferencia consiste en una lectura reposada de algunos pasajes de la <i>Apología</i> y en un coloquio con los oyentes pues, como dice Sócrates en este texto, no hay nada más hermoso que conversar con los amigos acerca de los asuntos importantes de la vida.

 

viernes, 12 de junio de 2015

El examen de «la verdad» (o la refutación por la barba de Chema)

"Examen de la verdad", 1º de Comunicación Audiovisual, junio de 2015.

La pregunta por «la verdad» ha sido uno de los temas más controvertidos en el último siglo. En general, el pensamiento postmoderno acusó a los defensores de la verdad de cierto afán totalitario, pues a la verdad le añaden inmediatamente el calificativo de «absoluta» y su consecuencia inevitable: su «imposición». La razón es clara: las guerras de religiones y las guerras mundiales que asolaron el corazón de Europa se hicieron en nombre de «la verdad», entendida ésta como una idea que se nos impone inevitablemente.

El lema de la Ilustración, «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo», refleja bien esa mentalidad paternalista de que unos pocos intelectuales piensan qué es «la verdad», lo inyectan en la masa social –el sistema educativo y los medios de comunicación como panacea que resuelve todos los males– y, de esa forma, gracias a la obediencia de la masa, se instaura el orden social perfecto sobre la tierra. He aquí la mentalidad que germinó en los totalitarismos, hoy desprestigiados, pero que tuvieron millones de defensores –entre los grandes intelectuales y entre la gente de a pie– a principios del siglo XX. «La verdad» –la constitución de una verdad oficial, lo que hoy llamamos despectivamente ideología– es el reto fundamental de cualquier gobierno totalitario.

lunes, 17 de noviembre de 2014

El balcón de Sócrates: educar para la ejemplaridad



Más o menos, todos entendemos que la educación consiste en hacer partícipes a los niños de lo que los mayores consideramos bueno o malo, hermoso o feo, valioso o trivial. Diría Luigi Giussani: «Educar consiste en introducir en la realidad». Consiste en que el niño abandone el mundo fantástico o mítico y forme su propio criterio a partir de una hipótesis que debe verificar: la validez de las convicciones más valiosas de su tradición, encarnada en sus mayores. El niño puede asumir creativamente aspectos de su tradición y desechar otros. Lo decisivo es que forme su propio criterio y adquiera las convicciones necesarias para comprometerse con su propia vida, para responder de esas convicciones. Por eso identificamos la madurez con la responsabilidad; y la inmadurez, por el contrario, es el mariposeo contradictorio de quien se mueve sin orientaciones claras y firmes.

Sin embargo, el mundo que nos ha tocado vivir mira con sospecha a las convicciones. El relativismo público busca fundar el consenso social en acuerdos de mínimos. Ahora bien, ninguna convicción auténtica, ningún criterio de vida recta, ninguna de las preguntas fundamentales de la vida, son susceptibles de ser respondidas por el consenso. Ningún consenso puede suplantar nuestra conciencia. Sólo yo puedo obligarme, no por consenso, sino por las convicciones que me forme en diálogo con otras personas que muestren también sus convicciones, sean o no las mías.

domingo, 5 de octubre de 2014

La medicina socrática: palabras y miradas que curan

Detalle de La muerte de Sócrates, Jacquez-Louis David, 1787.
Cuando el joven Cármides preguntó a Sócrates si conocía un remedio para su dolor de cabeza, éste le respondió que así era, pero que, para aplicarlo, primero debía conocer el alma de quien sufría el dolor. El método para conocer el alma y el ensalmo que nos cura de todas las dolencias resultaron ser lo mismo: el diálogo. Cuerpo y alma están interconectados, y una dolencia física puede ser síntoma de otra espiritual. Así fue como el viejo ateniense, interrogado sobre una lesión del cuerpo, supo proporcionar una respuesta a la vida entera de aquel joven, una respuesta de vida feliz y en plenitud.

Algunos ven en este ingenioso diálogo un precedente de la Medicina Centrada en la Persona: es un error tratar una dolencia particular sin preguntarse por las conexiones que ésta tiene con la totalidad del paciente. Los clásicos sabían que tanto el médico como el enfermo son personas integrales, no una suma de habilidades, ni un conjunto de órganos. Así, sabemos que Sócrates curaba mediante el diálogo y solía decirse de Hipócrates que «tiene una mirada que cura», pues no curan sólo sus manos, ni su ciencia, aunque ésta le es de sobra reconocida.

miércoles, 27 de agosto de 2014

La mayor obra que tienes entre manos eres tú mismo

Fuente: Arqueo, nº 8. RBA Revistas, Barcelona, 2002. Visto en Sofiaoriginals.

Cuenta San Agustín en sus Confesiones que de pequeño y adolescente aborrecía el saber, y que sólo le interesó la elocuencia «con el fin condenable y vasto de satisfacer la vanidad humana». No obstante, al leer sobre tales temas se encontró con el muy recomendable Hortensio, «de un cierto Cicerón».«“Semejante libro -escribe- cambió mis afectos y mudó hacia ti, Señor, mis súplicas […] De repente apareció a mis ojos vil toda esperanza vana, y con increíble ardor mi corazón suspiraba por la inmortalidad de la sabiduría, y comencé a levantarme para volver a ti».

Sin duda, el Hortensio fue decisivo para que San Agustín no fuera sólo un orgulloso orador, sino el padre intelectual de un modo de comprender el mundo que configuró Occidente durante casi mil años. Curiosamente, el libro del pagano resultó ser un hito fundamental para la conversión de Agustín al cristianismo. Nos gustaría saber qué encontró el de Hipona en esa obra y leerlo también nosotros, pero aquel opúsculo al que indirectamente tanto le debemos se ha perdido.

domingo, 20 de octubre de 2013

La efectividad es hija de la paciencia

Robert Doisneau, El infierno, 1952.
- ¿Has preparado esta conferencia tan buena en una sola tarde?
- No, en una tarde la escribí. Llevo preparándome para ella 20 años.

 Es una anécdota que protagonizó mi querido maestro y colega Ángel Sánchez-Palencia, quien nunca se cansa de argumentar que las personas que dicen cosas profundas e inteligentes no lo hacen porque les vengan ideas como setas en otoño, sino como fruto maduro de muchos años de estudio y de convivencia con el problema. En el arte, en la interpretación musical, en el fútbol, en la oratoria… en todos los casos es igual. Incluso lo que llamamos improvisación, es brillante porque quien improvisa lleva entrenándose para ello mucho tiempo. Podríamos decir, incluso, que para muchos creadores toda la vida que no es creación, es entrenamiento.

El mundo académico y universitario necesita recordar este sencillo principio: la formación de jóvenes, la adquisición de cultura y la investigación científica y humanística son tareas cuyo ritmo natural es muy distinto del capricho de cualquier interés particular y, por supuesto, es mucho más pausado que el ritmo que marca el mundo de hoy en casi cualquier ámbito personal y profesional. Muchos dirían que son actividades lentas, pero esa palabra es inexacta: serían lentas si se invirtiera en ellas más tiempo del que naturalmente necesitan, pero lo cierto es que, en realidad y por lo general, se invierte menos tiempo del necesario. Es decir: que a pesar de que el mundo las llama lentas, suelen ejecutarse a un ritmo más rápido del que les es propio.

Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, de Stephen R. Covey, fue publicado en 1989 y hoy (más de 15 años después), el libro se ha convertido en la piedra angular sobre la que edificar toda una forma de entender el desarrollo personal, familiar y empresarial. Covey ha vendido 15 millones de ejemplares y el prestigio y difusión de la obra han permitido la creación de una compañía presente en 123 países. En la página de agradecimientos, Covey revela que el origen de su reflexión está en los años 70 (unos 15 años antes de la publicación), como parte de un programa doctoral en el que empezó a investigar la literatura sobre el éxito escrita en los últimos 200 años. Entre los agradecimientos a la primera edición, menciona a la multitud de alumnos y colegas y a los miles de personas con los que ha discutido su obra hasta llegar «lentamente» -es literal- a la formulación contenida en su libro.

jueves, 25 de julio de 2013

Encuentra tu tribu, porque sólo crecemos en comunidad

Alex Katz, Ives.
«Encuentra tu tribu» es un consejo que ha popularizado Ken Robinson en el ámbito educativo (Cf. El Elemento), pero es también un mantra típico para el desarrollo de equipos creativos. Parece un descubrimiento actual, importado del continente africano («Hace falta toda una tribu para educar a un solo niño») y, sin embargo, es una idea clásica en Occidente, sólo eclipsada por el individualismo de los últimos siglos. ¿Por qué necesitamos encontrar nuestra tribu? ¿Para qué la queremos? ¿Es realmente importante para nosotros tener una tribu?

Recuerdo la sorpresa que causó en mis alumnos de Bellas Artes (una de esas profesiones lastradas por un individualismo exacerbado) leer el primer consejo que ofrece el pintor Alex Katz en su aportación a las Cartas a un joven artista: «Pintar es una actividad social y se realiza en comunidad. Encuentra tu comunidad». Algunos de mis alumnos no estaban seguros de entender al pintor y otros discreparon abiertamente de su afirmación. Les pedí que repasaran la vida de sus artistas y pensadores favoritos. Recordaron, por ejemplo, que El Greco debió encontrar Toledo para llegar a ser él mismo. Que Séneca encontró en Lucilio a quien le inspirara una escritura «para los hombres del futuro». Incluso, que Sócrates tuvo en los atenienses, tanto en sus discípulos como en sus verdugos, quienes le hicieron inmortal. El Greco, Séneca, Sócrates (y cada uno de nosotros), fueron los que fueron porque lo fueron cuándo y dónde lo fueron. Parece un juego de palabras, pero en ese preciso sentido es en el que hay que entender la profunda expresión de José Ortega y Gasset «Yo soy yo y mi circunstancia».

domingo, 24 de marzo de 2013

Grandes libros: conversaciones con Sófocles, Platón, Cicerón y Séneca

Grandes Libros II: Cartas a Lucilio y Las Leyes
«Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos».
(Francisco de Quevedo)

Ya ha visto la luz el segundo volumen de la colección Grandes Libros, financiada por la Universidad Francisco de Vitoria. Cicerón, con una síntesis de Las Leyes, y Séneca, con una significativa selección de sus Epístolas morales a Lucilio, son los protagonistas de este segundo volumen. O, mejor, son los interlocutores del lector que quiera aprender a vivir en conversación con los difuntos y escuchar con sus ojos a los muertos. Para facilitar el diálogo con los clásicos, ambas obras van precedidas por una guía de lectura que pone en contexto al autor y la obra, además de proponer ejercicios prácticos para aprender a leer como universitarios. El volumen recoge también dos artículos divulgativos: Roma: el mundo está para gobernarlo y El derecho romano y la cultura europea.

Cicerón, frente a Catilina, representa la victoria de la razón sobre la ambición, del pueblo leal sobre el noble corrupto, de la Justicia sobre la fuerza bruta. En Las Leyes recoge los fundamentos de esa victoria, que no son sino los del Derecho Natural, y que impulsan la lucha de Occidente por la conquista de los derechos humanos universales.

Séneca escribe a Lucilio con la conciencia de que sus palabras serán recogidas por los hombres del futuro. No escribía ya para su tiempo, que dio por perdido. Escribió para nosotros, que podemos reconocernos en el joven Lucilio. Sus epístolas son, por lo tanto, el legado espiritual de uno de los filósofos, políticos y humanistas romanos más notables. Él entendía que la elegancia de un hombre debe manifestarse en todo; también en sus palabras. Eso convierte sus escritos en una joya no sólo espiritual, sino también estilística.