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lunes, 5 de marzo de 2018

¿Para qué demonios necesita un profesional aprender filosofía?

Per què Filosofia? reúne pequeños ensayos, relatos, diálogos y reflexiones de personas pertenecientes a ámbitos muy distintos, reunidas con un objetivo común: reivindicar la filosofía y su lugar en nuestros planes de estudio. Participan filósofos, profesores de esta materia y de otras disciplinas, profesionales e, incluso, alumnos. La reivindicación abarca el ámbito de la enseñanza secundaria y universitaria, así como el valor de la filosofía en el mundo profesional. Hace unos días anunciaba la presentación del libro y un adelanto de mi contribución. Aquí tienes la segunda parte de mi escrito.

«Siempre he valorado las Humanidades, pero las amé todavía más –como nos ocurre cuando perdemos la salud- cuando estudiaba Periodismo y convivía en diversas redacciones de nuestro país, hace no muchos años. No es extraño que hoy nos quejemos de la deshumanización que descubrimos en algunos espacios de trabajo –diseñados por arquitectos-, en el trato médico o en el modo en que nos presentan la realidad los periodistas. Esas profesiones se han deshumanizado por su toma de distancia respecto de las Humanidades. Debemos reconocer también que las mismas Humanidades se han tornado -¡maldito complejo!- demasiado científicas, abstractas, técnicas, alejadas de la vida real de las personas. Conviene recordar, especialmente en esta obra colectiva, que la mejor defensa de las Humanidades pasa por su capacidad de autocrítica, reflexión que debe comenzar por reconocer su progresivo alejamiento de la vida, sólo corregido por algunas corrientes filosóficas nacidas en pleno siglo XX, cuya fecundidad empieza ya a notarse en diversos ámbitos académicos.

miércoles, 18 de mayo de 2016

¿Qué es la filosofía? ¿Y para qué sirve?

Ponencia presentada en las X Jornadas de la AEP, 6 de mayo de 2016.

«¿Para qué sirve la filosofía? Sospechaba ayer el profesor Juan José García Norro que esta pregunta puede contender una trampa metodológica. Así lo creo. Creo que encierra una trampa semántica. Si entendemos la expresión “para qué sirve” desde una voluntad de dominio, es decir, si preguntamos “qué efectos, resultados o cambios voy a lograr si filosofo”, entonces mi respuesta es, tímidamente: “No. La filosofía no sirve para nada”. Preguntado desde la voluntad de dominio yo defendería –como tantos otros antes que yo– la inutilidad de la filosofía, porque cuando las ideas son un medio para lograr algo, es muy posible que ya no estemos haciendo filosofía, sino ideología o sofística. Sin embargo, si entendemos la expresión “para qué sirve” desde una voluntad de sentido, es decir, si preguntamos: ¿tiene sentido filosofar? Mi respuesta es, rotundamente: “Sí”. Y en esa perspectiva voy a situarme durante toda mi exposición».

lunes, 25 de abril de 2016

Kapuscinski: «Hallar la palabra certera»

Ryszard Kapuscinski, foto del Archivo de la familia Kapuscinski.

«Hallar la palabra certera
en plenitud de sus fuerzas
tranquila
que no caiga en la histeria
que no tenga fiebre
ni una depresión

jueves, 21 de enero de 2016

Ficción y realidad en torno a la figura de Kapuscinski

Ryszard Kapuscinski, captura de pantalla del reportaje Poet on the front line (Gabrielle Pfeiffer, 2004).
Ryszard Kapuscinski ha sido reconocido como «el mejor reportero del siglo XX». En España se puso de moda a finales de los 90 y desde entonces hasta su muerte, en enero de 2007, su leyenda fue creciendo en los círculos periodísticos y universitarios. Quizá el momento cumbre de su popularidad en nuestro entorno lo alcanzó en 2003, cuando recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.

En el año 2010 llegó a España Kapuscinski, non-fiction, una biografía del maestro escrita por uno de sus discípulos, Artur Domoslawski. Un aforismo latino atribuido a Aristóteles reza así: Amicus Plato, sed magis amica veritas (algo así como «Amigo de Platón, pero aún más amigo de la verdad»). Pues bien, Domoslawski parece compartir esa idea y no tiene inconveniente –con ciertos apuros– en desmentir algunas imprecisiones y leyendas que Kapuscinski construyó no sólo en sus reportajes, sino en torno a su propia persona.

martes, 23 de junio de 2015

Ryszard Kapuscinski: el buen periodismo y el pensamiento dialógico

Ryszard Kapuscinski y sus fotografías en Oviedo, con motivo de 
la recepción del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003.

La reflexión académica sobre el periodismo está gravemente lastrada por planteamientos cientificistas, funcionalistas y cibernéticos que nublan la dimensión personalísima de este quehacer profesional. La sociedad es entendida como una gran maquinaria y el periodismo es una función más al servicio del gran engranaje social.

Las noticias han de ser objetivas, no ya en el sentido de veraces –cosa evidente–, sino en el de impersonales, asépticas, neutrales, liberadas de toda pretensión de moralidad y de personalidad. Como los análisis clínicos o las pruebas de laboratorio. Durante años se ha considerado un rasgo del estilo noticioso lo que propiamente es ausencia de estilo, es decir, el estilo impersonal. La noticia pura no debía ser firmada, para subrayar que no importa quién la escribe, pues sólo importan los hechos y los datos, científicamente ordenados conforme a la pirámide invertida.

Durante mis estudios de doctorado traté de buscar otros fundamentos en los que asentar una Teoría de la Comunicación con un rostro más humano. Encontré en el pensamiento dialógico esa fuente. Supe entonces que el modelo básico para comprender la comunicación social no es la comunicación entre máquinas (Modelo matemático de la información) ni la comunicación entre animales (Modelo funcionalista, fórmula de Lasswell), sino el diálogo interpersonal. Y supe que la filosofía del diálogo es la matriz desde la que comprender la comunicación social.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

La ecuación de Euler: «Misteriosa y sublime»

Viajando por la carretera de Jaén a Granada, visto en Microsiervos. Foto generosamente compartida por el mo.
Physics World, una de las revistas más relevantes que versan sobre física y matemáticas, propuso en 2004 a 120 de sus lectores -cualificados investigadores- que votaran por las mejores ecuaciones de todos los tiempos. El 6 de octubre de 2004 publicaron los resultados: The greatest equations ever. Empataron dos, con 25 votos cada una. En realidad, una de las ganadoras implica cuatro ecuaciones relacionadas del escocés Clerk Maxwell que demuestran la vinculación entre electricidad y magnetismo y cuyas aplicaciones en nuestra vida cotidiana son incontables (microondas, rayos x, telefonía móvil…). La otra ganadora fue la ecuación del suizo Leonhard Euler: ésta es considerada la más bella de las fórmulas matemáticas y se caracteriza, entre otras cosas, por su escasa utilidad en la vida cotidiana.

lunes, 14 de abril de 2014

Sólo la sencillez salva

The Prayer, de Adrian McDonald.

«Estaba al borde de la desesperación total, de la depresión profunda, me veía en un callejón sin salida. Entonces me pongo a buscar la frase más simple, la cosa más sencilla, porque es lo que me puede salvar. Siempre he sabido que sólo la sencillez salva. No existe nada más simple que un vaso de agua o un mendrugo de pan. ¡Y con eso se salvan vidas!» (Conversación con Marek Miller para su programa de televisión, citado por Pascual Serrano en Contra la neutralidad, Península, Barcelona, 2011).

Así contaba Ryszard Kapuscinski cómo se enfrentó al síndrome de la página en blanco cuando trataba de escribir El emperador, una novela periodística sobre el líder de Etiopía Haile Selasie I. Nos revela, de esta forma, uno de sus principios literarios que, como en todo creador coherente, es también un principio de vida.

Muchos de sus reportajes destilan, quién sabe si consciente o inconscientemente, este principio: el ahogo entre las riquezas, lo barroco o la complejidad y el aire puro de lo simple, lo sencillo, lo esencial. La opresión del palacio y la liberación de la noche abierta entre las calles en un barrio humilde.

G. K. Chesterton predicó también un elogio de la sencillez en sus ensayos Lo que está mal en el mundo. Relata, entre cómico y sorprendido, la dificultad en que nos vemos envueltos entre los objetos del mundo moderno, en contraste con la sencillez de los objetos antiguos. Pone como ejemplos clásicos el fuego, el bastón, el cuchillo o la cuerda de pita. Como ejemplos modernos, el sacapuntas, la lámpara eléctrica o el calefactor. Y eso que, en su tiempo, no tuvo que lidiar con media docena de mandos a distancia para poder proyectar una película en el salón de su casa.