lunes, 12 de marzo de 2018

Colegio de profesores: del francotirador a la comunidad docente

Minutos antes, con mis colegas en la presentación: 
Manu Casal, Ana del Valle, Paula Puceiro y Laura ZazoEl Escorial, 4-09-2017.

«Bienvenidos al concierto, gracias por estar aquí, vuestro impulso nos hará seres eléctricos». Sí, estoy citando el Bienvenidos de Miguel Ríos. Su voz me habla al oído cada vez que empezamos un curso académico, pues la presencia de nuevos y desconocidos alumnos me llena de energía. Esa energía me anima a volver al teclado para seguir compartiendo aquí reflexiones sobre comunicación, universidad y cultura, vinculadas muchas veces a mi propia vocación docente.
Tómate un minuto para disfrutar del vídeo antes de seguir leyendo. ¿Que no tienes tanto tiempo? Pues dale al play y deja el texto para otro día.



Este montaje ilumina al menos tres aspectos importantes sobre lo que significa trabajar en comunidad, fenómeno poco frecuente entre profesores universitarios.

Primero: al trabajar en comunidad buscamos lo mismo que al trabajar individualmente. Sin embargo, tanto el camino como el resultado son mejores. Trabajar juntos no es desviarnos del sentido de nuestro trabajo: más bien lo ensancha, enriquece, profundiza y mejora. Como en el vídeo de arriba.

Segundo: trabajar en comunidad implica poner el acento en algo que se da de hecho, inevitablemente, pero que tiene que darse más y mejor para que nuestro trabajo tenga más sentido y alcance mejor sus fines.

Pensemos en el músico callejero que -aparentemente- trabaja solo, que todo lo hace él:
  • ¿Construye él sus instrumentos? Posiblemente no. Como profesores, pensemos en la cantidad de medios que otras personas ponen a nuestra disposición.
  • ¿Inventa este músico la partitura y la letra? En este caso, no. Las toma de otro. Y aunque fuera compositor, su trabajo e inspiración dependería del trabajo e inspiración de otros: sus maestros, sus influencias, etc.
  • ¿Es el músico su propio público? No es así. Su trabajo tiene sentido porque sirve a otros. Del mismo modo, nosotros servimos a los alumnos. No hay profesores sin alumnos, ni un profesor llega a maestro si alguien no se revela como discípulo. Por eso toda vocación es, además de personal, comunitaria.
  • ¿Se retribuye el músico su trabajo a sí mismo? No. Tampoco nosotros. Ejercemos como profesores porque otros valoran ¡incluso pagan! por nuestro trabajo. Un buen amigo y maestro mío -cuyo nombre no debo revelar aquí por razones obvias- confiesa a escondidas que seguiría dando clase aunque no le pagaran.
  • Si el músico toca con otros, o en una sala, posiblemente hará falta un líder o un director de orquesta y también otros profesionales y técnicos que coordinen todo para que la magia comunitaria sea posible.
Trabajar bien en comunidad, aunque no es algo esencialmente distinto de trabajar individualmente, sí implica subrayar o acentuar cuatro de esas cosas que, como decíamos, siempre se dan de hecho:
  • Recordar que nuestro trabajo es posible gracias a otros; y, eso suele suscitar en nosotros agradecimiento. Al agradecimiento le sigue de forma natural y espontánea la responsabilidad.
  • Recordar que también el trabajo de otros depende del nuestro y, que, por tanto, nuestra responsabilidad es mayor de lo que tal vez pensamos. Por eso no viene nada mal volver a menudo sobre el punto anterior: el agradecimiento.
  • Lograr una mejor coordinación entre todos, para que el trabajo de cada uno, y el de la comunidad, pueda ser más fecundo.
  • La calidad y el alcance de nuestro trabajo se verán incrementadas, de forma que la música que interpretamos todos juntos contagie no sólo a una calle o un aula, sino que abrace los cinco continentes.
Tercero: ¿Qué efecto tiene este vídeo sobre nosotros? Creo que lo subraya la letra misma de la canción. Sentimos que en nuestra misión, en nuestra tarea, en nuestra canción, en nuestros sentimientos y deseos, no estamos solos. Y necesitamos no estar solos. Necesitamos que alguien esté, permanezca, con nosotros. Oh darling! Stand by me.

Este sentimiento trasciende la idea del trabajo en comunidad y nos lleva a la idea de la vida en comunidad. Lo que nos conmueve en este vídeo es ver cumplido uno de los anhelos más profundos del hombre, su ser de encuentro, su convivencia en armonía con otros. No hace falta que tengan una piel y cultura distintas de las nuestras. Los otros son también nuestros jefes, colegas, alumnos, etc. Personas tan distintas, con intereses e inquietudes tan diversos, pero con necesidades comunes y embarcados en una misma misión.

La literatura sobre la necesidad de recuperar la comunidad o la dimensión comunitaria de la persona se ha multiplicado en los últimos años. Hay quien interpreta el éxito de los colectivismos, nacionalismos y hasta totalitarismos del pasado siglo como experiencias, sin duda deformadas, pero sustentadas en un deseo verdadero. El deseo de pertenecer a una comunidad, de superar el aislamiento provocado por el individualismo de los siglos anteriores. Ahora bien, esas experiencias son deformadas porque para afirmar el colectivo aplastaron la persona. Aquí está el reto de una verdadera y sana comunidad.

El sentido y el fin de una comunidad no debe ser luchar por conseguir un objetivo futuro al precio de alienar a las personas del presente, sino justo al contrario: hacer presente y efectivo, aquí y ahora, el conjunto de posibilidades que permite la realización de cada una de las vocaciones de las personas que pertenecen a esa comunidad.  Ese es el sentido y el fin de la comunidad: hacer posible la realización de las personas allí con-vocadas.

Una comunidad docente, si quiere serlo, debe ofrecer las posibilidades de realización de la vocación de cada profesor en cuanto que ese profesor concreto. En la medida, claro está, en que ese profesor participe de la misión de la comunidad universitaria en la que pretende integrarse.

Este un objetivo ambicioso. Un ideal claramente imposible. Y, sin embargo, es una aspiración irrenunciable si, como hacemos en la Universidad Francisco de Vitoria -institución que me pidió las palabras que ahora te comparto- mantenemos en nuestra Misión la palabra “comunidad”.

Sin duda todos -no sólo los profesores- querríamos en la vida encontrar una comunidad así, una comunidad que nos ofrece las posibilidades para desarrollar una parte importante de nuestra vocación. ¿Cómo construir una comunidad así? Y, si acaso la has encontrado, ¿cómo protegerla? Porque una comunidad así no se sostiene sola. Una comunidad depende de una tensión constante y entre las personas que la configuran, una tensión que cuida precisamente de lo común que la configura. Volveré sobre este tema, aunque algo he dicho ya, que siempre puedes localizar aquí gracias a la etiqueta comunidad.

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