viernes, 9 de diciembre de 2016

Informe PISA 2015: análisis del mensaje periodístico

¿La fuente? Un amigo, de un amigo, de un amigo... 
por WhatsApp. Quizá el origen está aquí.
La publicación de los resultados del Informe Pisa 2015 (España), que por vez primera arroja datos de todas las comunidades autónomas españolas, ha traído algunas consecuencias interesantes. Para algunos, lo relevante es que en algunas variables estamos, por fin, en la media de los países desarrollados. En mi opinión –que no es de experto– eso dice poco sobre la calidad educativa, puesto que las variables PISA son totalmente objetivas y nada personales, hablan de rendimiento y no de desarrollo humano, y la educación es siempre, y más cuando educamos a adolescentes, un asunto personal.

Sin embargo, aunque los datos tal vez no sean significativos respecto de la calidad educativa, son muy eficaces por cambiar la percepción –nuestra y de otros países- sobre nuestra calidad educativa. Lo queramos o no, al cambiar nuestra mirada sobre la realidad no sólo cambiamos nuestra forma de relacionarnos con ella, también provocamos un cambio en el comportamiento de esa realidad –especialmente cuando miramos realidades humanas-. Esta «ley» que sostiene que «nuestra forma de mirar la realidad condiciona el comportamiento de esa misma realidad» es sobradamente conocida en ciencia (Heisenberg) y tenida muy en cuenta en ciencias sociales. Sin embargo, es habitualmente ignorada por los periodistas. Si fuéramos más conscientes de cómo afecta a las personas y colectivos el modo en que hablamos de ellos, hablaríamos sin duda de otra forma, y aceptaríamos por fin que nuestra palabra nunca es «neutral».

Que el Informe PISA nos sitúe en la media de los países desarrollados y que distinga datos de todas las comunidades autónomas ha cambiado nuestra forma de referirnos a ese informe y a nuestro sistema educativo, y esta es la segunda consecuencia que quería compartir, más interesante, a mi juicio, que la primera. Hasta ahora, las informaciones sobre el informe resultaban por lo general bastante tópicas, previsibles y desalentadoras: solíamos compartir los datos, lamentarnos de nuestra situación y buscar culpables. Ahora, algunas noticias reconocen el esfuerzo de algunos sectores de la comunidad educativa. Los análisis sobre la validez o no de los datos del informe y sobre los aspectos educativos que allí no se valoran se hacen ahora con mayor interés real y menores presiones ideológicas. Así, diría que vamos por buen camino no tanto por los datos del informe como por el tipo de reflexión que muchos ya se hacían, pero que ahora los medios empiezan a escuchar y compartir. Sirva, con afán nada científico pero sí ilustrativo, la comparación entre este tratamiento informativo de 2012 y este de 2015, ambos de El País.

La imagen que acompaña esta entrada pertenece, creo -no he logrado aún verificación-, a una página de El Correo Español del Pueblo Vasco del 8 de diciembre de 2016. La compartí en el chat que tenemos los miembros de Corresponsales de Paz y los comentarios no se hicieron esperar: «Claramente esa foto demuestra la solidaridad de la enseñanza vasca para con aquellos alumnos que van más limitaditos sin importar que baje la media general de la clase. Bravo por la integración», comentaba jocosamente un buen amigo -del atleti, claro-.

Eso me hizo pensar que si la integración es realmente un valor, lo es porque de hecho mejora la calidad educativa, ayuda a crecer en humanidad a los educandos. Pero si nuestros indicadores educativos no reflejan el crecimiento en humanidad de nuestros adolescentes, sino sólo su eficiencia en la resolución de problemas, se nos plantea un dilema: o bien la integración no es un valor educativo –y entonces, para qué demonios plantearse esa cuestión- o sí lo es y, entonces, a qué esperamos para que sea un indicador importante en los informes y los titulares de prensa. El informe, todo sea dicho, aborda temas como la equidad en educación -diferencias de rendimiento entre alumnos más o menos socio-económicamente desfavorecidos-, la tasa de abandono escolar o criterios para la excelencia, si bien todos bajo el prisma del rendimiento en ciencias, lectura y matemáticas. Quizá aquí convenga recordar que el Informe PISA es elaborado por la OCDE, y que esas siglas significan -cosa que no se explicita en muchas informaciones y, sin embargo, es altamente significativo-, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.

Pero debo reconocerte que lo que realmente me motivó a escribir esta nota es la vinculación entre el titular y la fotografía. No la fotografía por sí misma, ni el texto que acompaña al titular –que no he podido disfrutar todavía-, sino el vínculo texto-imagen. Lograr esa interdependencia significativa, de la que brota algo nuevo y sugerente, es un arte poco reconocido pero muy creativo, puesto que nos invita a hacer asociaciones inmediatas que la imagen y el texto, por separado, no logran hacer. Si el desglose del Informe PISA por comunidades autónomas alienta la aparición inmediata de media docena de tópicos (las desigualdades entre comunidades autónomas, la riqueza del norte y la pobreza del sur, si el nacionalismo enriquece o empobrece, etc.), la fotografía que acompaña a la información en este contexto (un aula vasca con un alumno que viste una camiseta de la selección española con el dorsal de un jugador andaluz) rompe precisamente con uno de esos tópicos y, por lo tanto, nos invita a revisarlos todos.

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