lunes, 25 de mayo de 2015

Ver, pensar, preguntarnos: «Vemos culturalmente»

Sandy and David, por Alex Katz, 1969.
El proyecto Zero, de la Harvard Graduate School of Education, ha desarrollado una serie de rutinas para «hacer visible el pensamiento» con el objetivo de generar una «cultura del pensamiento». La web del Proyecto Zero recoge muchas de ellas, de forma que miles de profesores de todo el mundo puedan probar esas rutinas, modificarlas, proponer otras y generar así una base de experiencias que enriquecen la investigación original.

Para comprender mejor estas rutinas podemos verlas desde tres ángulos complementarios:

  • Como «herramientas» para promocionar el pensamiento, en el sentido de que escogiendo la rutina adecuada podemos extender nuestras capacidades y eficacia para comprender, profundizar, analizar, preguntarnos, comparar, tomar decisiones, diseñar planes de acción, etc.
  • Como «estructuras» que apoyan, sostienen y orientan nuestra forma natural de pensar, de forma que identifiquemos los momentos, procesos y secuencias más eficaces que nos permitan elevar la calidad de nuestras reflexiones y decisiones. 
  • Como patrones de comportamiento, «hábitos» o «rituales» que nos permiten fomentar una cultura de pensamiento que fortalece no sólo las capacidades individuales y la interiorización de formas de pensamiento riguroso y creativo, sino también la docencia y la cooperación que nos permite pensar eficazmente en equipo.

See-think-wonder es la primera rutina de pensamiento recogida en Making Thinking Visible (Ron Ritchhart, Mark Church, Karin Morrison, 2011, Wiley, San Francisco), el libro en el que se agrupan las rutinas más relevantes y probadas y en el que se explica e ilustra el modo de utilizarlas.

Esta rutina, propuesta por el Proyecto Zero para introducirnos y explorar ideas o temas nuevos, es en cierto modo la más básica, en el doble sentido de reproducir el modo de pensamiento más sencillo y de subrayar un proceso decisivo para el buen funcionamiento de posteriores reflexiones. Sin embargo, creo que es también la rutina más difícil, por la hermosa y terrible razón de que «vemos culturalmente», es decir, de que no está nada claro que en nuestra forma habitual de relacionarnos con la realidad nuestro «ver» -lo que percibimos con la vista o con otros sentidos- sea lo suficientemente rico y matizado antes de que emitamos nuestro «juzgar» sobre lo que vemos.

La mayor parte de los prejuicios, malentendidos y equivocaciones provienen de que juzgamos demasiado rápido o de que juzgamos casi antes de ver, de forma que seleccionamos unos datos –que vemos claramente– e ignoramos otros –que son evidentes pero nos resultan invisibles– porque anteponemos una estructura de pensamiento una inquietud personal o una serie de preguntas que enfocan nuestra atención hacia unos aspectos de la realidad y oscurecen otros.

El psicólogo Daniel Simons concibió un experimento sobre la «atención selectiva» que explica uno de los elementos que provocan esta disonancia entre lo que vemos y lo que realmente ha ocurrido. Este vídeo lo ejemplifica bastante bien:



«Vemos culturalmente» es una expresión del artista Alex Katz que leí por primera vez en las Cartas a un joven artista. Si repasas la obra de Katz verás que, efectivamente, él tiene una forma de mirar y ver a las personas, los paisajes, las fiestas y las reuniones sociales muy particular. Seguramente cualquiera de nosotros, en esos mismos ambientes, veríamos algo distinto y nos sentiríamos y actuaríamos de otra forma.

La idea de que «vemos culturalmente» nos habla, por un lado, de la unidad íntima que se da en el ser humano entre percepción y pensamiento. El ser humano no vive en un medio ambiente natural que luego habita o convierte en un mundo humano, sino que vive en un mundo humano –social, cultual, lingüístico, simbólico– y, si quiere mirar el mundo al margen de esa herencia, ha de hacer un enorme esfuerzo de abstracción. Por otro lado, esta íntima vinculación nos hace demasiadas veces pensar que algunas cosas son evidentes –porque las vemos– y otras son imposibles –porque no las vemos– cuando en realidad ese ver o no ver no tiene que ver con nuestros ojos, sino con nuestras formación y experiencias previas. «Ver culturalmente» significa también ver (o no) comunitariamente y ver (o no) espiritualmente.

De ahí la importancia de esta rutina, que nos permite purificar nuestros pensamiento al forzarnos a distinguir entre lo que ya pensábamos –y proyectamos en lo que ahora vemos– y lo que realmente se ofrece a nuestros ojos. Ver, pensar y, en lugar de actuar inmediatamente, «preguntarnos», para volver a pensar y volver a mirar, es un ejercicio que nos permite revisar nuestras opiniones y mantenernos en la observación amorosa y desinteresada propia del teórico.

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