viernes, 25 de abril de 2014

‘El principito’ encuadernado: aprender a ver con el corazón

Encuadernación de Javier Abellán y María Barrio. El texto está integrado en la silueta del principito. 
Las figuras y el libro tienen un imán que permite situarlos en cualquier parte del planeta.

«Sólo hay un lujo verdadero: el de las relaciones humanas. Al trabajar sólo por los bienes materiales, construimos nuestra propia prisión». Estas palabras de Antoine de Saint-Exupéry en Tierra de los hombres guiaron la presentación de El principito encuadernado, una exposición de encuadernación de arte organizada por Llar del Llibre y acogida en la sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Federico Soto, en el corazón de Alicante. Fue, cómo no, el pasado 23 de abril, día del libro, en el año en que conmemoramos la desaparición del autor francés bajo el manto del Mediterráneo.

Si el único lujo verdadero es el de las relaciones humanas, el de las relaciones entre padres e hijos es uno muy especial. Salvo azares de la vida, esas relaciones pasan por tres etapas. En la primera, los hijos lo necesitan todo de sus padres. Y ellos descubren una hermosa vocación al responder a esa necesidad. En la tercera ocurre al revés: si vivir es desvivirse en ilusiones y proyectos, los mayores, que supieron ceñirse por sí mismos y gobernaron el mundo durante años, empiezan a necesitar de los jóvenes. Los hijos bien educados descubren otro rostro de su vocación al responder a esa necesidad de sus padres.

Ambas etapas exigen sacrificios, y por eso dan la medida de la grandeza de unos y otros, que consiste en dejarse ayudar y en responder a las necesidades de quienes nos necesitan. Pero hay una etapa intermedia, en la que padres e hijos no están «mirándose mutuamente a los ojos», sino en la que pueden «mirar juntos en una misma dirección». Así define Saint-Exupéry la amistad y así me sentí yo colaborando con mis padres –creadores de Llar del Llibre (hogar del libro)– en esta exposición. Esa alegría se vio engrandecida por la presencia de mi madrina y padrino consorte, incondicionales de cualquier acontecimiento familiar relevante y artesanos del lujo de cuidar las relaciones humanas.

Presentación de El Principito encuadernado. Fotografía de Marta Soliva-Sánchez.

Javier Abellán, maestro encuadernador y oficiante de la ceremonia, explicó que eligió con sus alumnos encuadernar El Principito por diversas razones. Yo me quedé con ésta: el principito nos invita a mantener vivo el niño que llevamos dentro. Así, las encuadernaciones presentadas tenían en común el uso de materiales sencillos y la máxima exigencia de creatividad, juego y aventura de los encuadernadores. Al final de esta nota tienes dos enlaces para disfrutar de todas las encuadernaciones presentadas. Te animo a verlas. Las vas a disfrutar.

Mi historia con El principito está llena de aprendizajes y es fuente de amistades y proyectos. Supongo que eso llevó a mi padre a superar los pudores naturales para invitar a su hijo a pronunciar unas palabras sobre el libro. No quiero alargarme ahora reproduciendo lo que dije. Espero compartir contigo esas y más reflexiones muy pronto, gracias a un proyecto común con la ilustradora y artista Elisa de la Torre, antigua alumna mía y amante de El principito.

Sí quiero terminar esta nota con una idea de Saint-Exupéry que esbocé en la presentación: cualquier oficio al que nos entregamos con el corazón nos revela secretos de la tierra y del ser humano vedados para el resto de los hombres. Ese aprendizaje nos proporciona un sano orgullo silencioso, aunque también nos lleva a querer compartir lo aprendido. Cualquier oficio ejercido con nobleza nos une misteriosamente a todos los hombres. Saint-Exupéry, aviador y escritor, lo sabía. Los protagonistas de estas encuadernaciones también lo saben.

Aquí tienes los enlaces prometidos a la galería fotográfica de las encuadernaciones de El Principito en la página de Facebook del maestro encuadernador Javier Abellán y en la web de Llar del Llibre. Te van a encantar.

«Este es, para mí, el más bello y triste paisaje del mundo» (Antoine de Saint-Exupéry). Fotografía de Marta Soliva-Sánchez.

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